miércoles, 9 de septiembre de 2009

Muerte en Afganistan

Hace una semana, más o menos, la señora Merkel, Canciller del gobierno alemán, y el señor Putín, por Rusia, se golpearon el pecho, haciendo creer al mundo que se golpeaban el centro del alma, en el acto que recordaba el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Por el lado de la señora Merkel ahora sabemos que su acto de contrición por ese desastre humano era aparente, formal, protocolar, no era que lamentara ese holocausto humano sino que había que decir algo formal ante la opinión pública mundial. Ahora resulta que soldados alemanes atacaron dos camiones de combustible en el norte de Afganistán, en el que murieron decenas de personas, entre ellos muchos civiles. Al respecto algunos dirigentes políticos europeos condenaron el ataque aéreo ordenado por las tropas alemanes y criticaron a la señora Merkel por adelantarse a decir que no era una tragedia el asunto sin antes haber, supuestamente, obtenido una información completa. O es que los afganos, desde el punto de vista humano, valen menos que los socios europeos porque no son del mismo color de piel y por ello no hay que lamentarse ni, por lo menos, pedir perdón a los afganos por lo que se supondría un error del mando militar en alemán. Pero los hechos son otra cosa, son el desprecio por la vida humana de pueblos que tienen otro color de piel o que están fuera de Europa.
La complicidad de Europa, particularmente del gobierno alemán, con los EE UU en la brutal guerra contra el humilde pueblo de Afganistán, los más pobres son los que sufren el mayor peso de esta guerra salvaje, que va en pos de la riqueza petrolera de este país desgraciado. Claro, se trata de los señores alemanes que ayer se golpeaban el pecho por el holocausto humano, pero hoy con odio político justifica no sólo la desgracia producida alrededor de los dos camiones de combustible sino por la continuidad de esta guerra que, además, el conjunto de la Unión Europea apoya. Esto es lo que diría Julio Cortazar, el famoso escritor argentino, la dialéctica del diablo.
Evidentemente que se trata de la doble moral de las potencias mundiales que, en apariencia, se lamentan de los hechos salvajes del pasado, pero que en el presente alegremente comparten con su socio norteamericano la aventura guerrerista tras los recursos naturales. Los intereses continúan siendo económicos, como en el pasado, como en las guerras mundiales. Para estas potencias la vida humana no vale nada, sus palabras son pura formalidad, son por compromiso como ocurre con el golpe de estado en Honduras que sirvió para pasar por alto la instalación de siete bases militares norteamericanas en Colombia, cuyos cañones apuntan a toda esta parte de nuestra América. Hoy comparten esto, mañana cuando las hordas norteamericanas pongan su odiosa pezuña en territorio Sudamericano lo harán con la complacencia europea, pues ellos también quieren compartir el saqueo de los ricos yacimientos petrolíferos de Brasil y Venezuela. Y para eso emplearán todos los discursos retóricos y todas las infamias de sus medios de comunicación para justificar la agresión en América del Sur.
Salvador Mendoza Maquiavelo

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