lunes, 16 de junio de 2014

NO HUBO PLAN B

Humberto Campodónico
Ha comenzado una discusión acerca de si las tasas de crecimiento del PBI van a estar más cerca o más lejos del 5% anual. Y podrían ser aún más bajas, por una serie de razones. Hay quienes ponen el acento en factores externos a la economía peruana. Y también hay quienes afirman que todo se debe a factores internos, ligados a la confianza empresarial y/o a la “falta de liderazgo”.
Sin entrar todavía a esa discusión, sí se puede decir que la preocupación es “cómo se hace para seguir creciendo”, no importando mucho una pregunta clave: hacia dónde nos lleva ese “anhelado” crecimiento.
Para quienes piensan que, salvo el crecimiento todo es ilusión, esa pregunta importa poco. Claro, si en los últimos 10 años ha habido una notable baja de la pobreza, un aumento del poder adquisitivo, una mejora del empleo (con fuerte persistencia de la informalidad) y la proliferación de “shopping centers”, seguir creciendo es todo lo que interesa: “el mercado” se ocupará de todo lo demás, incluso de la sostenibilidad a mediano y largo plazo.
Persistir en ese camino sería, para ellos, lo lógico. Hay que seguir con la total apertura comercial, con la exportación de materias primas, con los contratos-ley blindados por la Constitución de 1993, con la libertad total de la inversión extranjera para invertir en lo que desea, sin poner condición o direccionamiento alguno, con la concentración empresarial en todos los sectores económicos; con la prohibición de algún control previo de fusiones y adquisiciones empresariales, con el alejamiento de toda actividad planificadora del Estado para orientar el crecimiento. Y así.
Todo lo mencionado obedece al Consenso de Lima, pues no se aplica ya en el resto de los países de la región; ni siquiera en Chile, Colombia o México, miembros de la Alianza del Pacífico. La consigna es: no cambiar nada para que nada cambie.
Aquí se inserta la discusión acerca del porqué de la caída del crecimiento: ¿se debe solo a factores externos? ¿O solo a factores internos? ¿A una combinación de ambos?
Como nada debe cambiar, el problema se debería a los factores internos, resumidos en la desconfianza empresarial por el escaso liderazgo del presidente Humala. Pero ¿por qué? ¿Acaso no se ha continuado con el mismo exacto modelo descrito líneas arriba? Claro que sí, a lo cual hay que agregarle una dosis importante de políticas de inclusión social.
Se quiere persistir en un modelo de crecimiento que tuvo su “cuarto de hora” desde el 2002 en adelante debido al “alineamiento perfecto” de factores externos que han comenzado a agotarse: gran flujo de capitales de portafolio por el diferencial de tasas de interés; alza constante de los precios de las materias primas debido a la industrialización asiática (sobre todo China); aumento de las exportaciones (64% son materias primas) y crecimiento de la inversión extranjera directa, sobre todo en los sectores primarios.
Como se pensó que el crecimiento duraría “para siempre”, no hubo Plan B: ¿Cómo hacer para que este boom pueda prolongarse, más allá del auge de precios de las materias primas? ¿Cómo hacer para seguir el ejemplo de los asiáticos, que van en camino de ser las economías más importantes del mundo? ¿Acaso no optaron por políticas de industrialización? ¿Y acaso esas políticas no tienen siempre detrás un rol orientador y regulador de los Estados?
Eso “no se pensó” en el Perú y tampoco en otros países de América Latina. Es por ello que la CEPAL insiste en que debe ponerle énfasis al “cambio estructural con igualdad”: una diversificación de la actividad productiva a la vez que se prioriza la inversión en capital humano (educación y salud).
Se habla incluso de una década perdida –no como la del 80 debido a la crisis de la deuda externa– sino porque no se aprovechó esa coyuntura para promover ese cambio estructural. ¿De qué nos sirve tener “en la caja” el 15% del PBI (US$ 30.000 millones) en activos líquidos, como nos ha dicho el ministro Castilla?
Cierto. Con ese dinero se puede poner en marcha un paquete de reactivación económica. Pero eso no va a cambiar la estructura productiva de hoy. Solo le dará un poco de oxígeno, con la esperanza de que los precios de las materias primas vuelvan a subir. Pero no va a curar la enfermedad porque esos precios son solo un síntoma, no la enfermedad misma.
Diversificar la actividad productiva no significa que, desde el Estado, se van “a escoger los ganadores”, lo que se identifica con favorecer a algunos empresarios que se van a beneficiar de “gollerías”. Ciertamente, un Plan de Diversificación Productiva tiene algunos riesgos, pero estos siempre están presentes. Lo que se tiene que sopesar es también: ¿cuál es el costo de no hacer nada y que todo siga igual?
Recordemos que el gas de Camisea no estaría en Lima de no haber creado el Estado las condiciones para que sea rentable. Lo mismo se puede hacer con la petroquímica en el sur y con una industria de fertilizantes a partir de los fosfatos de Bayóvar. ¿Tratamos de hacerlo o dejamos que sigan prevaleciendo los que quieren que nada cambie?

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