miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA CUESTIÓN PROGRAMÁTICA

Antonio Zapata
Un punto crucial de la política tomada en serio es la formulación de un programa para gobernar el país. Al respecto, desde las filas de la izquierda, donde me incluyo, se constata un gran retraso. El imaginario izquierdista está desfasado porque se formuló durante la época oligárquica. No incorpora el balance del populismo ni se sitúa en el momento actual del ciclo neoliberal. Seguimos pensando en dos variables: el Estado como gran maestro de la economía y la soberanía nacional para desarrollar al país. Dos planteamientos que nacieron hace unos 50 años.
Aunque, sin terminar de superar sus premisas, este discurso ha venido superándose.
Entre otros esfuerzos se cuenta un folleto de bases programáticas publicado por Tierra y Libertad bajo el membrete del Frente Amplio. Este documento muestra el pensamiento de una de las familias políticas más jóvenes de la izquierda y, por lo tanto, menos anclada en el viejo mensaje nacional-popular.
El documento señala claramente los males del país y elabora propuestas ideales de solución. Sin embargo, casi no aborda dos temas esenciales: quién es el protagonista de la propuesta y cómo ha de conseguirla.
En sus primeras líneas dice que busca la modernidad superando la exclusión. Para ello, propone medidas económicas que se orientan a superar el modelo neoliberal extractivista y excluyente. Asimismo, el texto propone ampliar la democracia y la descentralización, defendiendo el medio ambiente y sancionando la corrupción. Finalmente, apuesta por servicios sociales universales y de calidad brindados por el Estado. A ello se añade una declaración sobre la integración de América Latina y listo. El paquete está armado.
Así, el programa de TyL responde a una cultura izquierdista promedio de nuestros días. Ni extremista ni tibia, capaz de ser aceptada por muchos. Pero, ¿por qué carece de atractivo masivo? Si lo que faltan son ideas, ¿por qué su presentación no genera un movimiento de opinión?
Pienso que se debe a la virtual ausencia de reflexión sobre quién y cómo. Del modo como ha sido presentado, el programa de TyL luce como un ejercicio poco político, “que me gustaría regalarle al Perú”. Mientras que los antiguos programas partían de comprender al sujeto, estableciendo claramente al actor social de la propuesta. En los partidos marxistas era el proletariado; en el APRA un frente único de clases lideradas por la clase media. Sea cual fuere la respuesta, la pregunta define campos, estableciendo aliados y enemigos.
Esa definición es clave porque la tarea del partido es organizar esa fuerza social, precisamente para llegar al poder e implementar el programa. Con respecto a quién, también se halla una segunda ausencia en el documento de TyL. ¿Qué tipo de institución presenta el programa? Es un partido político o un frente amplio. Si es lo segundo, como sugiere el membrete, quiénes lo integran. Así, el documento es impreciso sobre el sujeto social y también sobre el político.
Por otro lado, también es necesario ser directo sobre los procedimientos para alcanzar las metas propuestas. Se trata del viejo debate sobre reforma o revolución. Al respecto se dice: “ampliar la democracia participativaen el marco de la democracia representativa. Por lo pronto, esa frase significa que TyL acepta la democracia y no quiere sustituirla sino extenderla. Pero se extraña una reflexión explícita sobre el Estado, su estructura y funciones.
De este modo, el programa de TyL es bastante moderado. Al no dirigirse a ningún grupo social específico, parece centrarse en el individuo, en tanto ciudadano. Si es así, su punto de partida se halla en el liberalismo progresista, con énfasis antiextractivista. Asimismo, al situarse en el marco de la democracia, se aparta de la revolución aceptando implícitamente tanto elecciones como alternancia.
Acierta TyL al proponer un programa. Ese debate es clave. Incluso las gestiones públicas dependen del programa. Sin él, suelen desdibujarse y andar a la deriva.

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