sábado, 5 de noviembre de 2011

A Cien Días del Partido Nacionalista en el Gobierno

Tanto Ollanta como Toledo no saben como contener los apetitos de los aliados, desde la derecha a la izquierda, incluyendo algunos congresistas y colaboradores con cierta angurria, que van colocando a sus amigos en las entidades del Estado. Muchos hijos e hijastros en una misma casa...

A diferencia del balance de los medios masivos, los politólogos, los opositores y aliados políticos, la sociedad civil y la población, el balance de los cien días que prefiero describir será respecto a la actuación del partido oficialista, que fue promotor de la victoria, y ahora, apoyo del gobierno.
A seis años del aniversario del Partido Nacionalista Peruano, y once del levantamiento en Locumba que catapultó al presidente Ollanta Humala, el resultado es admirable, pero comprometedor. Seis años para que un partido y sus candidatos hayan podido llegar al gobierno central, venciendo al status quo, es más una responsabilidad. Sin embargo no escapamos de los vicios de los partidos tradicionales, tomando en cuenta que pocos han nacido bajo ese halo nacionalista, que algunos consideran una corriente del socialismo, otros como etapa de transición, y varios como ni siquiera ser ideología. Más allá de estas importantes discusiones que al menos van contra Fukujama, está el nivel de la organización para soportar y respaldar a un gobierno, a todas luces, amplio y basado más en la hoja de ruta, que en el plan de gobierno, aunque si bien se inspira mucho en este último. Basta con ver los representantes en los ministerios y entidades públicas para percatarse que se ha priorizado el buen gobierno, la tecnocracia y la experiencia, ante la improvisación, el tarjetazo y la ingobernabilidad. Y esto a pesar que algunos militantes y dirigentes creen que haber llenado una ficha de afiliación nacionalista equivale a tener un carnet aprista, o que el Estado es un botín.
En esta parte, el balance partidario imparcial es muy necesario. Hemos obtenido la presidencia y la mayoría parlamentaria, pero aún no somos capaces como partido, de lidiar con el poder, de origen político, social, o fáctico. Los medios y grupos económicos han iniciado pronto su revancha, pero sólo nuestros representantes en el gobierno han respondido, sin que el partido en las dirigencias tenga una posición o pronunciamientos claros. Solemos diferenciar el gobierno de Gana Perú, del Partido Nacionalista, pero en la práctica, nos basamos en los aciertos o errores de los voceros del gobierno que provienen de dicha confluencia: de invitados, de la izquierda, del toledismo, o de asalariados oportunistas. Es necesario replantear las funcionalidades de nuestro partido, a veces abandonado desde que nuestros cuadros han pasado o laboran en entidades del Estado. Comité Político, CEN y Área de Prensa son vitales, pero importante es una consolidada Comisión Nacional de Organización, con funcionalidades territoriales y sectoriales que refuercen la base social para soportar un gobierno y corregir errores. Y la disciplina es necesaria para enmendar el rumbo.
El pasado reciente de Amado Romero, Elsa Anicama o Wilder Ruíz, en los casos más vergonzosos, sumadas a las declaraciones o accionares de Ricardo Soberón, Daniel Mora, Aída García Naranjo, Rudecindo Vega, u Omar Chehade, han sido motivadas más por cuestiones personales que por aspectos institucionales de alianza, confluencia o partido. Pero tienen un común denominador: Ninguno pertenece al Partido Nacionalista Peruano. Y eso refuerza la idea de que una organización consolidada, con identidad propia y conciente de su responsabilidad es prioritaria. Los pasos se vienen dando: nueva comisión nacional de organización y reactivación de comisiones sectoriales en materia de juventud, formación política, frente social y profesionales. Pero aún es insuficiente.
Evocando al Presidente en su discurso del onceavo aniversario de la gesta de Locumba, debemos ser vigilantes y trabajar juntos para luchar contra la corrupción. Y con ese criterio, mantener esa identidad, erradicando cualquier desviación de nuestros ideales. De eso dependerá nuestro éxito…
René Galarreta

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