María del Pilar Tello
Opinión
Ollanta Humala ya no es el cuco antisistema pero tampoco es el gobernante del radical cambio social. Está insertado en lo que la globalización le exige, en el respeto al sistema democrático y al modelo económico, buscando y afirmando una posición de centro que no pocos perciben como traición, indefinición, dudas o confusión. Un precio a pagar es la eventual distancia con la gente de izquierda que lo llevó a La Victoria con un sustento ideológico que parece ya no necesitar instalado como está en su objetivo de hacer un gobierno progresista más cercano a Lula que a Chávez.
Humala necesita afirmar su compromiso con el libre mercado sin abandonar sus banderas sociales, usar al Estado como lo hacen China y Brasil sin radicalismos excluyentes, propiciar consensos sin confrontaciones excesivas e inútiles. ¿Estamos ante un cambio de visión política, de teoría y práctica? ¿O simplemente ante el sentido común que le permita ir avanzando en la vía que la población le agradece en las encuestas?
El camino escogido, calificado de pragmatismo, es el más difícil pero no es imposible. Es el del equilibrio para el cual el premier Valdés pudiera ser una pieza cuya permanencia estará determinada por su habilidad política que parece ser insuficiente desde que se proclama un tecnócrata que no es.
Para ubicarse en el centro Humala requiere de una derecha y de una izquierda, inteligentes y organizadas. De interlocutores que desde ambos sectores piensen en el país. Lamentablemente parece tener al frente solo intereses políticos y económicos que pretenden llevarlo de las narices desde el poder mediático.
Con la designación de Miguel Castilla para liderar la política económica y la ratificación de Julio Velarde en el BCR Humala cedió hacia la derecha pero también concedió a la izquierda presencia gubernamental en el gabinete de Salomón Lerner. Sin embargo, su apuesta por el equilibrio parece irse perdiendo desde su definición personal sobre Conga y la designación de Valdés en el premierato. Más temprano que tarde deberá encontrar el recambio que sin generarle confrontaciones le permita tiempo y claridad para sus decisiones mayores. Y para ello el diálogo es fundamental. La minería y los conflictos sociales clamorosamente vigentes requieren mucho más que manu militari.
En todo el mundo se sientan patrones y trabajadores a debatir posibilidades respecto de un capitalismo que produce sistemáticamente desigualdades de recursos y de poder, que busca con angurria la ganancia sin ninguna solidaridad y que implica grados y tipos de producción no sustentables. El camino para superar paradigmas no es fácil, se hace día a día. El centro político exige análisis y reflejos, conclusiones difíciles de llevar a término. La gente espera soluciones efectivas a la crisis y propuestas no necesariamente de izquierda o de derecha.
Humala necesita afirmar su compromiso con el libre mercado sin abandonar sus banderas sociales, usar al Estado como lo hacen China y Brasil sin radicalismos excluyentes, propiciar consensos sin confrontaciones excesivas e inútiles. ¿Estamos ante un cambio de visión política, de teoría y práctica? ¿O simplemente ante el sentido común que le permita ir avanzando en la vía que la población le agradece en las encuestas?
El camino escogido, calificado de pragmatismo, es el más difícil pero no es imposible. Es el del equilibrio para el cual el premier Valdés pudiera ser una pieza cuya permanencia estará determinada por su habilidad política que parece ser insuficiente desde que se proclama un tecnócrata que no es.
Para ubicarse en el centro Humala requiere de una derecha y de una izquierda, inteligentes y organizadas. De interlocutores que desde ambos sectores piensen en el país. Lamentablemente parece tener al frente solo intereses políticos y económicos que pretenden llevarlo de las narices desde el poder mediático.
Con la designación de Miguel Castilla para liderar la política económica y la ratificación de Julio Velarde en el BCR Humala cedió hacia la derecha pero también concedió a la izquierda presencia gubernamental en el gabinete de Salomón Lerner. Sin embargo, su apuesta por el equilibrio parece irse perdiendo desde su definición personal sobre Conga y la designación de Valdés en el premierato. Más temprano que tarde deberá encontrar el recambio que sin generarle confrontaciones le permita tiempo y claridad para sus decisiones mayores. Y para ello el diálogo es fundamental. La minería y los conflictos sociales clamorosamente vigentes requieren mucho más que manu militari.
En todo el mundo se sientan patrones y trabajadores a debatir posibilidades respecto de un capitalismo que produce sistemáticamente desigualdades de recursos y de poder, que busca con angurria la ganancia sin ninguna solidaridad y que implica grados y tipos de producción no sustentables. El camino para superar paradigmas no es fácil, se hace día a día. El centro político exige análisis y reflejos, conclusiones difíciles de llevar a término. La gente espera soluciones efectivas a la crisis y propuestas no necesariamente de izquierda o de derecha.
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