domingo, 24 de marzo de 2024

EL PLAN BUKELE EN EL PERÚ

(Primero lo primero, sino hay voluntad política de hacer un verdadero cambio, la cosa no funciona. la delincuencia no es lo único que tenemos que combatir, igual o más importante es combatir la corrupción que esta generalizada en todas las instituciones del Estado, no queremos un presidente que no robe, sino uno que no robe y que no se rodee de gente corrupta, ósea que no deje robar a nadie, LA PLATA ALCANZA CUANDO NADIE ROBA
(Comenzar con la construcción de una o dos mega cárceles, para delincuentes y corruptos) 
Necesitamos un verdadero Bukele, uno que combata el crimen organizado a favor de la ciudadanía. 
Los ciudadanos piden una guerra sin cuartel contra la delincuencia como ocurre en El Salvador. 
El Búho 
Este Búho lee que el ministro de Justicia, Eduardo Arana, confirmó que nuestro país aplicará el Plan Bukele para combatir la terrible ola de inseguridad que padecemos. 
Incluso viajó a El Salvador para conocer más de cerca la realidad de ese país centroamericano. 
Como millones de peruanos, considero que el principal problema que vive el Perú es la inseguridad ciudadana y el incremento de la criminalidad. 
(También la CORRUPCION) 
Y estamos perdiendo la batalla
Este tema es un problema que ataca y oprime a todo el conjunto de la sociedad. 
Desde los vecinos que viven en una zona residencial hasta los humildes pobladores de un asentamiento humano se ven afectados por igual. Nadie se salva. 
Las mafias venezolanas incursionan en los secuestros a profesionales con la modalidad de ‘la carnada’, utilizando guapas y despiadadas jóvenes de su banda para ‘sembrarlas’. 
A plena luz del día se producen balaceras. 
La extorsión se ha convertido en una lucrativa fuente de ingresos. 
Asesinan hasta mujeres delante de sus hijos por el pago de cupos. 
Miles de trabajadores honrados son obligados a pagar cupos. 
Mototaxistas, microbuseros, combis. 
Si no pagas, te queman la casa, los autos, amenazan a tus hijos o lo peor, te matan para escarmentar al resto. 
Vivimos en una sociedad donde impera la organización criminal. 
Y no hay una autoridad política con liderazgo que tenga la valentía de enfrentar este cáncer que ya hizo metástasis en todo el país. 
La Policía sola no puede asumir toda la carga, pues no cuenta con recursos, personal y muchas veces realizan un gran trabajo capturando a los criminales y estos luego ‘son soltados’ por malos fiscales y jueces, en un sistema perverso. 
Y lo peor es que desde las cárceles los delincuentes lideran las bandas delictivas con total impunidad. 
Las sanguinarias pandillas ‘Mara Salvatrucha’ y ‘Barrio 18′ en El Salvador habían instalado un régimen de terror en las ciudades. 
En las cárceles funcionaban discotecas y los pandilleros ingresaban licor, drogas, orquestas y mujeres. Hasta metían a secuestrados en las cárceles. 
En las calles campeaban las violaciones, secuestros de jovencitas y si el papá o el hermano protestaba lo mataban. 
Al anochecer la gente honrada se encerraba aterrorizada en sus casas. 
Los pandilleros ‘M13′ y ‘Barrio 18′ se mataban a balazos en una guerra eterna. 
Pero todo cambió cuando llegó en el 2019 Nayib Bukele, con sus 37 años, el presidente más joven de la historia de su país. 
Declaró la guerra a las pandillas y metió a la cárcel a 64 mil de ellos en una ‘megaprisión’, y los trató como lo que son, ‘terroristas’. 
Los pandilleros fueron capturados y otros huyeron. 
Lógicamente, los índices de criminalidad bajaron. 
De 103 homicidios por cien mil habitantes en el 2015 a 10 por cien mil en el 2022. 
El cambio en la sociedad ha sido impresionante y eso se refleja en los altísimos índices de popularidad del mandatario que ha sido reelecto con cerca del 90% de los votos. 
¿Ustedes creen que los salvadoreños lloran porque esas lacras asesinas, descuartizadores sin redención, están encerrados en una cárcel verdadera y no en un ‘hotel cinco estrellas’, y van a trabajar para ganarse su comida? 
¡Por supuesto que no! 
Ahora respiran tranquilos. 
La ciudadanía pide una guerra sin cuartel contra la criminalidad Uno conversa aquí con la gente de la calle, con el ciudadano de a pie y te dicen que debería haber una ‘guerra sin cuartel’ contra la criminalidad, como en El Salvador. 
Si el mismísimo presidente del Poder Judicial, Javier Arévalo, pidió hace unas semanas que se imite el plan contra la criminalidad que tan buenos resultados ha dado en el país centroamericano. 
Pero de inmediato salieron a responderle rasgándose las vestiduras, protestando, no la mamá de ‘Maldito Cris’ ni la abuelita del temible ‘Caracol’, sino Marisol Pérez Tello, quien escribió: ‘Me cuesta entender a las personas que quieren para nuestro país gobiernos similares al salvadoreño para enfrentar los problemas estructurales del Perú. 
Mi sorpresa fue mayor al escuchar al presidente del Poder Judicial, Javier Arévalo, señalar que hay cosas que imitar en materia de seguridad’. 
Para los que no saben, Pérez Tello fue ministra de Justicia en el gobierno de PPK. Durante su gestión, las cárceles siguieron siendo ‘universidades del crimen’. 
El gobierno no debe caer en la retórica, tiene que actuar. 
No esperemos que la colectividad empiece a armarse y busque hacer justicia con sus propias manos.
  Hay que pararlo ya. 
Necesitamos un verdadero Bukele, uno que combata el crimen organizado a favor de la ciudadanía, no un psicópata fantoche y drogadicto como Antauro Humala. Apago el televisor.
 PERUANOS HARTOS DE LA OLA CRIMINAL 
La delincuencia en el Perú llega a niveles del Colombia de Pablo Escobar y el México de los cárteles de Juárezy Sinaloa. El domingo vi el reportaje del empresario huancavelicano Machiavelli Laura Lume, asesinado sin piedad por una banda de secuestradores venezolanos solo porque trató de escapar. 
Me da rabia y mucha impotencia escuchar llorar a su viuda y decir que ha perdido a su compañero de vida. 
El delito de este próspero emprendedor fue hacer empresa en este país dominado ahora por sanguinarios criminales que se burlan de las leyes ante la pasividad del gobierno. 
¿Así puede salir adelante un país? 
Me pongo en la sufrida piel también de esos miles de sacrificados padres de familia que se van a trabajar todo el día para poder mantener a sus hijos y darles una buena educación escolar y universitaria, pero hoy ven que su sacrificio lo destruyen en segundos los malditos ‘raqueteros’, miserables delincuentes que no dudan en apretar el gatillo. 
En cualquier punto de la ciudad se producen robos y asesinatos. 
Sea en San Juan de Lurigancho, Villa El Salvador o Puente Piedra. 
No solo los estudiantes son víctimas, también pasajeros de cúster y ómnibus, así como cambistas. Además de farmacias, spas, gimnasios, bodegas, grifos, casas de barrios populares, residencias y condominios. 
No solo en San Martín de Porres, Callao, sino también en Miraflores y San Isidro, en los mismos centros comerciales. 
Los malditos ‘marcas’ todos los días emboscan a comerciantes y empresarios que retiran fuertes cantidades en entidades financieras. 
Están dispuestos a matar a la más mínima resistencia. 
En el Callao sigue el baño de sangre con ajustes de cuentas por cupos de construcción civil, extorsiones y guerras entre mafias que controlan el tráfico de drogas en contenedores ‘preñados’ de cocaína. 
Los sicarios siguen actuando impunemente y hasta asesinan a mujeres, comerciantes de mercados, por rencillas laborales o enfrentamientos sentimentales. 
Estos hasta ponen avisos ‘publicitando’ su vil ‘profesión’. 
La delincuencia en el país llega a niveles de Colombia y México Me da pena decirlo, pero la delincuencia en el país está llegando a niveles comparables con la Colombia de los tiempos de Pablo Escobar y México del reino de los cárteles de la droga, como el de Sinaloa o Juárez. 
Pero me parece que la violencia que hoy reina impunemente en el país lo abarca todo. 
Pablo Escobar era una mezcla del ‘Chapo’ Guzmán con Abimael Guzmán. 
Era el más poderoso narco que inundaba de cocaína a Estados Unidos y cuando el Estado decidió enfrentarlo, el capo le declaró la guerra y desató un baño de sangre con sus coches bomba y atentados con los que instauró el terror, asesinando policías, jueces y políticos. 
Pero allí no andaban bandas de criminales en autos por todos los distritos de las ciudades del país, matando a estudiantes, secretarias, madres de familia, gente honrada que regresa de noche de sus trabajos, solo para robarles una mochila o un celular que después lo van a vender a 50 soles en Las Malvinas. 
¿Qué clase de locura es esa? 
Aquí, en Lima, no estamos seguros ni en San Isidro o Miraflores. 
No estás seguro ni en un restaurante cinco tenedores o en un chifa de barrio, donde ingresan los delincuentes con revólver en mano para matar por encargo o desvalijar la caja y a los comensales, ¡delante de niños! 
Me siento como el personaje de esa extraordinaria cinta de Sidney Lumet: ‘Network, poder que mata’, ganadora del Oscar a la mejor película en 1976. 
El conductor de un noticiero de TV, Howard Beale (Peter Finch), es despedido por bajo rating. Antes de irse, le dan la oportunidad de decir adiós en vivo. 
Allí aprovecha y se manda un fulminante discurso criticando las miserias de la sociedad norteamericana, sobre todo en ciudades como Nueva York, Chicago, Los Ángeles, donde los pandilleros y terroristas hacen de las suyas. 
Termina su furibundo mensaje haciendo un llamado a todos los televidentes para que salgan por sus ventanas y griten: ¡¡Estoy más que harto, y no quiero seguir soportándolo!! 
Increíblemente, se abren todas las ventanas de las grandes ciudades y la gente sale a protestar, en medio de la tormenta, ese grito de indignación e impotencia. 
El rating se dispara y vuelve a su trabajo. 
Así me siento y esta columna también es un grito de protesta de todos los ciudadanos. 
¡¡Estamos más que hartos, y no queremos seguir soportando esta desbocada espiral de violencia delincuencial!!

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