Introducción
El socialismo es una ideología la
cual ha logrado desde su surgimiento grandes adeptos en el plano de las
ciencias sociales y la ciudadanía en general. Sus banderas de querer luchar por
la igualdad social, la justicia y estar a favor de los desvalidos indudablemente
le han granjeado apoyo de buena parte de la sociedad. Es lógico que, al
pretender defender tan nobles ideales, consigan tantos seguidores.
Se ha convertido más que en un
sistema coherente de planteamientos científicos, en una religión con promesa
del paraíso en la tierra. Sin embargo, las realidades han sido bien diferentes
a lo establecido dentro de esa ideología. Científicamente ha sido comprobado en
reiteradas oportunidades que las tesis de una economía colectivizada, sin
mercado y controlada por el Estado solamente logran acabar con el aparato
productivo y traer penuria a la población. Tal fueron los casos de Cuba y la
Unión soviética.
A pesar de eso, nunca se ha
dejado de lado la premisa elemental dentro de los diferentes planteamientos
socialistas, de que el capitalismo es el responsable de la pobreza en el mundo,
de la explotación del hombre por el hombre. El socialismo ha tenido siempre
diferentes vertientes, unas más radicales como la versión leninista
estalinista.
La social democracia intentó ser
una vía intermedia, aplicar políticas para redistribuir la riqueza y regular el
capital privado con fuerte intervención del Estado, pero sin pretender eliminar
la propiedad privada ni fomentar un odio de clases.
En la actualidad, ha surgido el
denominado socialismo del siglo XXI, como un vacuo intento luego de la
caída del muro de Berlín, de renovar las ideas socialistas, pero en el fondo
mantiene premisas similares a las versiones ortodoxas del marxismo.
Las naciones siguen siendo presas
de las ideas socialistas, sobre todo las del mundo subdesarrollado, deseosas de
buscar salidas utópicas a su condición social.
En el caso venezolano es evidente
como esta Nación intentó aplicar el llamado socialismo del siglo XXI con
resultados negativos para la sociedad.
Este
trabajo tiene como objetivo realizar una crítica a los planteamientos del
socialismo del siglo XXI).
Específicamente se analiza cómo ha sido su
aplicación en el caso venezolano y la consecuente crisis producida.
Es necesario demostrar la
inviabilidad del socialismo tanto en el plano epistémico, moral y práctico.
Para ello se ha recurrido a los principios teóricos del pensamiento político y
económico liberal.
Se
siguen los planteamientos de economistas como Hayek (2008), Mises (1968),
Rothbard (2006), Huerta (2001), entre otros, quienes demostraron lo pernicioso
de las políticas socialistas al pretender limitar la libertad de los hombres
con base en un supuesto ideal igualitarista.
Autores poco trabajados en la
realidad venezolana, donde no ha habido una adecuada explicación del
pensamiento liberal, y ha prevalecido en su lugar el predominio de ideas
marxistas o socialdemócratas en el ámbito académico y político.
Venezuela es una sociedad la
cual, a partir de la aparición de la renta petrolera, ha estado acostumbrada al
populismo, al despilfarro y a la corrupción, con una débil estructura
institucional, por eso fue presa de un proyecto autoritario cuya promesa era la
redención de los pobres.
Con sus particularidades, el
socialismo venezolano ha causado la debacle de la economía nacional, de la
misma manera como ocurrió con los experimentos precedentes.
El socialismo del siglo XXI:
crítica a una ideología
Es normal que las teorías sean
renovadas cada cierto tiempo para ajustarlas a las nuevas realidades. Los
ideólogos del socialismo no se rindieron luego de la caída de la Unión
Soviética y han intentado una vez más “purificar” los ideales de igualdad y justicia
social.
En el caso del socialismo, nunca
fue aceptada su inviabilidad, solamente reconocen algunos errores. De esa
forma, esas ideologías intentan rehabilitarse con supuestos “nuevos
planteamientos”, como afirma Froilán Ramos: “Las ideologías parecen tener ese halo
extraño capaz de poder mutar, de poder enredarse y autopresentarse como panacea
de los problemas, de ofrecer igualdad (aunque sea sólo en palabras)”
Las ideologías, si bien es cierto
están presentes en la política, en ciencia se debe reconocer que nublan el
juicio. Ya Giovanni Sartori explicaba que la ideología es el opio de la mente.
Entendiendo una ideología como un
conjunto de saberes basados en creencias e ideales que deforman la realidad, y
no en un conocimiento teórico y empírico bien fundamentado.
Aunque las ideologías como el
socialismo han mutado, es más en las apariencias, no en el fondo, y por eso
sigue siendo un proyecto inviable. No se acepta que un modelo antimercado, el
cual busque erradicar la propiedad privada, nunca podrá funcionar. Pero se
intenta vender algunas “novedades” en esas nuevas ideas socialistas.
Heinz Dieterich Steffan, fue
quien acuñó el término de socialismo del siglo XXI. Su nueva institucionalidad
está basada en cuatro puntos esenciales:
1. la
democracia participativa,
2. la
economía democráticamente planificada de equivalencias,
3. el
Estado no-clasista y, como consecuencia,
4. el
ciudadano racional-ético-estético
Nuevamente, es un proyecto
político-económico planteado para superar la “inoperancia de la sociedad
burguesa”. Son mantenidas ciertas posturas tradicionales tomadas del mismo
Marx, como el principio de la anarquía en la producción capitalista, así
también la imposibilidad del adecuado funcionamiento de una economía de mercado
porque:
“se trata de un sistema
asimétrico, es decir, la crematística produce inevitablemente la concentración
y centralización del capital y de la riqueza social, en pocas manos” (Dieterich).
Para superar la desigualdad en
los intercambios y evitar la concentración de riqueza en pocas manos, se
propone una economía de las equivalencias, fundamentando el valor de los
productos sobre el costo de producción y no sobre el valor subjetivo de los mismos,
esto con el fin de fomentar un intercambio igualitario para evitar la
especulación (Dieterich).
José Guerra crítica la economía
de las equivalencias de Dieterich debido a que es incapaz de explicar el valor
de las mercancías, el cual no se puede determinar mediante la equivalencia
entre valor de uso y valor de cambio, sino que los precios remiten a un
fenómeno más complejo.
La principal debilidad del
planteamiento de Dieterich, es su propuesta que en la economía equivalente no
habrá ningún mercado, porque el precio no resultará de la oferta y la demanda,
sino del valor de los bienes producidos y del salario (Dieterich). Sería una
vez más colocar el valor de los bienes con base en los costos de producción,
específicamente el valor del trabajo. Esto es en esencia la base de la teoría
económica marxista.
La escuela marginalista introdujo
el concepto de utilidad marginal como crítica a esa teoría clásica del valor,
la utilidad proporcionante del bien en cuestión a las personas, es decir, el
valor de uso, es esencialmente subjetivo y es definitorio del valor de los
productos (Menger). Es una relación de equilibrio oferta y demanda en términos
sencillos, basada en las subjetividades de los agentes económicos.
El mercado no es bueno o malo en
sí mismo, lo que hace es reflejar el valor de los bienes en función de una
realidad económica dada. Reparte beneficios con base en los méritos de los
individuos. Uno de los argumentos de Mises era lo imposible del cálculo
económico en el socialismo, porque la planificación económica por parte del
Estado impedía el funcionamiento de los mercados (Mises). Pero las tesis
marxistas buscan sobre todo la “justicia” en sus medidas económicas, aunque
estas no tengan efectividad. Por eso Dieterich, al proponer una economía de las
equivalencias, busca precisamente un intercambio “justo” e igualitario”.
No existe el precio “justo” o
“injusto”, el mercado simplemente refleja la realidad sobre el valor de un
producto. Pretender eliminar el mercado es lo más peligroso de esos
planteamientos.
Toda propuesta que pretenda ser
anti mercado, como las diferentes variantes del socialismo marxista, terminan
siendo proyectos antieconómicos, los cuales únicamente generan ruina a las
Naciones, demostrado en diversas oportunidades.
Como afirmaba Hayek, la
falta de libertad económica pronto lleva a la perdida de libertades políticas,
hasta seguir un camino de servidumbre (Hayek). Sustituir al mercado en la
mayoría de los casos por el Estado, favorece la formación de un poder
coercitivo y despótico. Ninguna economía puede funcionar adecuadamente
sin libertades.
Después de todo, los precios
bajos y el poder adquisitivo de los consumidores son resultado de una oferta
abundante favorecida por un mercado donde se permita la competencia. No por
nada es acusado el capitalismo de favorecer el consumismo, precisamente porque
eleva la capacidad de compra de la sociedad en general, incluyendo la clase
trabajadora, como ningún sistema económico ha podido hacerlo. Como explica
Carlos Rangel, el Capitalismo, lejos de empobrecer a las masas ha mejorado su
situación por encima de ninguna expectativa sensata jamás concebida. Además, ha
mejorado la situación de los pobres mucho más que la de los ricos (Rangel).
Es el aumento de la productividad
lo que mejora la economía de las naciones. Al no poder nunca imitar esas
capacidades productivas, el socialismo siempre condena el capitalismo como un
sistema promotor del materialismo y consumismo. Por tal razón, a veces se les
rinde culto a las sociedades tribales, toda la renovación de las ideas
marxistas en América Latina parten de las tradiciones indígenas para disfrazar
el nuevo impulso de lucha por el poder, sobre todo desarrolladas en Bolivia y
Ecuador. Se busca justificar un nuevo modo de vida en donde solamente sean
satisfechas las necesidades elementales
dentro de entornos comunitarios, ignorando las penurias y falta de
productividad de esas formas de producción comunitarias, inviables totalmente
con los actuales niveles de población.
El socialismo del siglo XXI no
esboza únicamente propuestas económicas inviables, sino también políticas.
Se propone una democracia
participativa para erradicar definitivamente la democracia liberal.
Para ello, se pretende establecer una democracia participativa diferente a las
del socialismo tradicional y la democracia liberal. Esta se basa, según
Dieterich, en los siguientes aspectos:
a) La
imposibilidad estructural de participación real del ciudadano dentro de la
democracia parlamentaria;
b) los
múltiples contenidos y mecanismos de la democracia real participativa,
practicados por la humanidad durante toda su historia;
c) la falta de
desarrollo de la democracia formal y participativa en el socialismo realmente
existente y,
d) la
aportación de las ciencias avanzadas al futuro democrática (Dieterich).
Ahora intentan darles
participación directa a las comunidades en la toma de decisiones. Pero en esas
propuestas es dejado de lado el principio de los méritos y la preparación para
participar en política. Lo que hacen las tesis socialistas es reivindicar el
hecho utópico de una sociedad comunitaria donde todos gobiernan y sean
gobernados al mismo tiempo. Por eso Dieterich propone formar un ciudadano
racional-éticoestético.
En defensa de la democracia
liberal, Luz Marina Barret argumenta:
Éste se
caracteriza por evitar toda imposición, colonización en las instituciones
públicas y generalización de cualquier idea sustantiva de la ética. El punto de
partida del sistema liberal es que, en las sociedades modernas o complejas,
existen diversas concepciones, incompatibles entre sí, de aquellos fines de la
acción que constituirían una vida buena o lograda, de manera que se vuelve un
problema creciente satisfacer las demandas de justicia de individuos con
diversas concepciones de la ética y, por lo tanto, con diferentes sistemas de
fines (Barret).
Imponer una ética es común en
todos los planteamientos marxistas-socialistas. El pluralismo no es tomado en
cuenta sino como consigna, pero en la práctica quieren
aplicar un estilo de vida y una
nueva racionalidad única. Según Dieterich para transformar la sociedad hay tres
caminos posibles:
“a) manipular
genéticamente al ser humano;
b) tratar de
crear al “hombre nuevo” y,
c) cambiar las
instituciones las cuales guían su actuación” (Dieterich).
El socialismo del siglo XXI opta
por el camino del cambio de las instituciones dentro de posibilidades reales
objetivas. Esto con el fin de, una vez establecida la economía de
equivalencias, lograr:
No cabe duda, que el fin
del egoísmo, de la codicia y de la explotación, que le
son inherentes al principio de equivalencia, conducirá a cambios tan profundos
en la manera de pensar y actuar, que después de su implantación general, será
posible hablar, en términos generales, de un nuevo ser humano (Dieterich).
Las instituciones son reformadas
y se crea una nueva ética para cumplir el otro objetivo de crear un Estado no
clasista, capaz de superar todas las desigualdades existentes en el plano
económico, racial y de género. Una vez más son retomadas las tesis del
igualitarismo, las cuales parecen dejar de lado los méritos individuales que
marcan diferencias económicas fundamentadas en el esfuerzo, la innovación y la
inversión.
Se hace constante énfasis en
destacar que no es un proyecto utópico sino con posibilidades objetivas para su
realización. Siempre llama la atención la idea de crear un “hombre
nuevo”, pero cuyas características son decididas por el Estado.
Como argumenta Rosaura Guerra,
En el contexto de una comunidad
política, pudiéramos decir que el hombre nuevo es, en esencia, el hombre ideal
para los líderes de procesos políticos radicales, o dicho de otro modo, un
individuo constituido por valores y actitudes ajustadas al logro de los
proyectos políticos por ellos impulsados (Guerra).
Desde el poder se decide cómo
debe ser ese hombre nuevo, por algo los totalitarismos siempre buscan modificar
la naturaleza humana.
Es dejada de lado la libertad de
elección por parte de los individuos, para intentar homogenizar a toda la sociedad
con relación a un modelo político utópico. Con respecto a eso, plantea Luz
Marina Barret lo siguiente: “Por definición, las utopías de carácter político
están constituidas por esta clase de ideales éticos sustantivos y presuponen
que todo el mundo es identificado con sus fines de acción o su concepción
particular de la vida buena” (Barret).
En teoría se busca la felicidad,
la realización personal, la cooperación entre los hombres. Pero el capitalismo
no es opuesto a la realización de tales objetivos, pero salva las libertades
individuales para decidir sobre su proyecto de vida.
Desde esas posturas socialistas
es planteado que el modo de producir del capitalismo es explotador, por eso
todo empieza por el hecho de buscar nuevas formas de producción más
“humanitarias” y reeducar a los hombres.
Contrario a esas ideas, es tan
acertada y vigente la afirmación de Popper, cuando señala que buena parte de la
crítica al capitalismo desde las visiones socialistas, más allá de sus
fundamentos teóricos, en realidad es un cuestionamiento moral a sus principios
básicos:
La condenación marxista del
capitalismo es, en esencia, una condenación moral. Se condena al sistema por su
cruel injusticia intrínseca combinada con la completa justicia y corrección
«formales» que lleva aparejadas. Se condena al sistema porque al forzar al
explotador a esclavizar a los explotados, les priva a ambos de libertad (Popper).
Ante esos principios es
asumido que la miseria de las grandes mayorías es debido a la explotación de la
burguesía.
El marxismo hizo grandes
cuestionamientos a la desigualdad, pero sin hacer estudios minuciosos acerca de
sus causas, solamente, ha estado limitado a culpar al capitalismo.
A pesar de sus pueriles análisis,
ha sido muy exitoso en responsabilizar al liberalismo de buena parte de los
males de la humanidad, debido a su “ausencia de moralidad” por el deseo de
obtener ganancias.
De hecho, uno de los más grandes
errores del socialismo, como expresa Rafael Termes, es “netamente
antropológico: la negación de la libertad del hombre” (Termes).
El socialismo es un
proyecto que pretende con sus ideas alcanzar la igualdad, pero termina
eliminando la libertad de los hombres.
Si se lee con cuidado el capital
o el manifiesto al partido comunista de Marx, realmente el socialismo promueve
la expoliación de la propiedad privada.
La propiedad es la raíz de toda
la desigualdad social, por eso es tan importante erradicarla. La propiedad
privada fue producto de la expropiación de una minoría constituida por la
burguesía, hacia una mayoría como era las clases trabajadoras, pero en el
socialismo debía invertirse esa relación y ahora la mayoría se encargaría de
expropiar a la minoría. De ahí su famosa frase “hay que expropiar a los
expropiadores” (Marx).
Sin importar si la propiedad pase
a manos directamente de los trabajadores o de una burocracia estatal,
(argumento utilizado por algunos para afirmar que no ha habido socialismos
reales porque no se le dio el poder al pueblo obrero realmente), Lo
cierto es que la columna vertebral del planteamiento socialista marxista es la
progresiva erradicación de la propiedad privada hasta llegar al comunismo.
Una economía basada en la
expropiación y el robo al capital privado indiferentemente de la forma de
propiedad o producción adoptada después, solamente puede ocasionar ruina y
desinversión acelerada.
Ninguna economía se ha
desarrollado de manera aislada y sin inversión privada.
Sin libertad económica no puede
haber progreso como la historia lo ha demostrado. El socialismo del siglo XXI
sigue siendo de corte marxista, no hay nada de novedoso en sus ideas como bien
explican Axel Kaiser y Gloria Álvarez: “El socialismo del siglo XXI no es más
que la misma mitología antimperialista, antiliberal, proteccionista y marxista
que llevó a América Latina a la miseria y al conflicto durante buena parte del
siglo XX” (Kaiser y Álvarez).
La persistencia de ciertos
intelectuales en renovar ideologías donde ya han probado su ineficacia es
recurrente.
Como argumenta Paul Johnson: “Una
de las principales lecciones de nuestro trágico siglo, que ha visto tantos
millones de vidas humanas sacrificadas en proyectos para mejorar el destino de
la humanidad es: cuidado con los intelectuales” (Johnson). Leonardo Favio
Osorio Bohórquez Telos
Los intelectuales como cualquier
persona están sujeto a equivocaciones, pero es deber de una ética científica
reconocer los errores. Por lo tanto, el marxismo y el socialismo han sido
convertidos más en una ideología que en una ciencia, se han consolidado como
creencia y no como raciocinio, porque han sido incapaces de aceptar como ha
sido comprobado en la realidad, que sus hipótesis no han funcionado.
A pesar de los males causados a
la humanidad por el socialismo, todavía hay quienes defienden esas ideas. En
Venezuela se ha aplicado las ideas del socialismo del siglo XXI aparentemente
como un modelo pensado para el beneficio de las mayorías, pero cuyas
consecuencias han sido una terrible pobreza para sus ciudadanos. Crisis de la
sociedad venezolana y el socialismo en Venezuela con Hugo Chávez y continua con
Nicolás Maduro.
La historia del socialismo en
Venezuela es muy compleja, desde el principio fue percibida como una amenaza
para la estabilidad de la Nación. Las ideas socialistas fueron prohibidas en
Venezuela desde la época de Gómez, hasta que el Partido Comunista fue legalizado
por el presidente Medina Angarita.
Acción democrática también fue un
partido con inclinaciones socialistas, pero optó por la social democracia, con
un programa de gobierno el cual no buscaba la lucha de clases ni erradicar la
propiedad privada, como si pretendía el partido comunista. Los comunistas
también fueron perseguidos en tiempos de Pérez Jiménez como los demás partidos
políticos. Luego, con el inicio de la democracia, el Partido Comunista de
Venezuela se fue a la clandestinidad debido a su exclusión en la firma del
pacto de Punto fijo, y formó una guerrilla con el fin de alcanzar el poder.
Desde un principio es evidente
que no se trataba de una opción política democrática. No fue intentada la
convivencia, sino simplemente, llegar al poder por la fuerza. La guerrilla no
logró prosperar en Venezuela como en Colombia. Luego de la política de indultos
de Caldera en la década de los 70 se intentaba incorporar a los exguerrilleros
a la vida nacional. Sin embargo, los comunistas siguieron conspirando, y
tuvieron gran expansión ideológica en las universidades venezolanas.
De igual forma, el populismo
aplicado por gobiernos socialdemócratas y social cristianos representados por
los partidos políticos Acción Democrática y COPEI, respectivamente, alentaron
el surgimiento de ese tipo de planteamientos socialistas, al promover la idea
de la necesidad de que el Estado redistribuya la riqueza para generar justicia
social, pese a que ambos partidos, como expresa Aníbal Romero, fueron “un
intento de superar los extremos representados por el socialismo marxista y las
versiones más radicales del individualismo liberal” (Romero).
En la práctica las
políticas orientadas a reducir la pobreza y a elevar el gasto público
degeneraron en populismo.
La política era vista como un
medio de enriquecimiento, y la sociedad esperaba vivir de las dádivas del
Estado. Esto fue así tanto en el caso de buena parte de las élites económicas
como de la población en general. Esto lleva a Aníbal Romero a hablar de la
miseria del populismo en Venezuela, cuyos resultados fueron:
Crecimiento notable del
parasitismo empresarial -a través de dádivas, créditos y contratos
preferenciales del Estado-, y de la demagogia hacia el sector obrero a través
de legislación tendiente a garantizar una estabilidad y niveles de salarios
ficticios, basados no en la productividad de las empresas sino el ingreso
proveniente del petróleo (Romero).
Una vez el modelo rentista agotó
sus posibilidades de expansión, la sociedad venezolana cayó presa de un líder
populista que les prometía resolver todos sus problemas y culpaba a los
partidos políticos de la situación de miseria de buena parte de la población.
Chávez ofrecía acabar con el
sistema de partidos como expresión moderna de la política, además de terminar
con las injusticias y desigualdades sociales. Como expresa, Nelly Arenas, en el
proyecto chavista, materializar ese sueño igualitario implica cuestionar la
democracia representativa, cuyos procedimientos han sido sistemáticamente
violentados por el gobierno, que ha preservado solo aquellos que hasta ahora le
ha resultado muy complicado eliminar (Arenas).
Hugo Chávez intentó desde siempre
acabar con la democracia, pero lo hizo de manera paulatina. Chávez logra ganar
la presidencia en 1998, y desde el comienzo Leonardo Favio Osorio Bohórquez mostraba
ser un gobierno de carácter autoritario. Pero al principio intentaba mantener
una fachada democrática.
Por eso era planteado instaurar
una democracia protagónica y participativa para el ejercicio del poder desde la
Constitución de 1999, aunque todavía no era reconocido abiertamente el
pretender instituir un modelo socialista. Pero desde siempre el gobierno aplicó
políticas antiliberales, como el control de cambios, de precios, y la
promulgación de leyes habilitantes. Con el tiempo radicalizaría su proyecto.
Ya en el 2005 Chávez se declara
seguidor del proyecto del socialismo del siglo XXI, con la idea de nueva
democracia, el cual era un intento por revitalizar el “legado socialista” al
diferenciarlo del soviético o el cubano.
En apariencia, es una
socialización de la toma de decisiones dentro de la comunidad. Pero las formas
del llamado poder popular materializado en organizaciones como los consejos
comunales, siempre fueron controladas desde el Estado central.
Lo cierto es que la población
venezolana buscaba un cambio radical, o más bien la revitalización del
populismo, y fue plegada a una propuesta la cual, una vez más, ofrecía hacer
una revolución, como era consigna característica de los caudillos venezolanos
en el siglo XIX.
Solamente una sociedad en
descomposición y con una débil institucionalidad podía elegir a un fallido
militar golpista. Pero el chavismo no se convirtió solamente en un régimen
autoritario ni dictatorial convencional, hoy en día es evidente cómo era pretendido
desde un principio el establecer un sistema totalitario como ocurrió en los
modelos socialistas del siglo XX cuyas secuelas fueron terribles.
Sus resultados fueron
opresión, hambrunas en masa, y el exilio de personas emigrando en busca de
mejores niveles de vida.
Esto lo demuestra Stéphane
Courtois en el libro negro del comunismo cuando reseña los estragos de esos
modelos en los pueblos donde fue aplicado (Courtois). La historia demostraba la
ineficacia de construir economías anti mercado, con predominio del Estado en el
control y manejo de los medios de producción.
A pesar de esa realidad
comprobada, Chávez pretendía instaurar el socialismo que contó en sus comienzos
con buena parte de apoyo de la sociedad venezolana. Sus largas cadenas y las
constantes movilizaciones de masas eran realizadas en función de consolidar su
liderazgo.
Los proyectos totalitarios poseen
altos niveles de movilización, como expresa Juan José Linz, a diferencia de los
meramente autoritarios, los cuales cuentan con una participación limitada (Linz).
Las constantes marchas y movilizaciones
ayudaban a fomentar los antagonismos sociales y la confrontación con los
adversarios políticos del chavismo, que eran asumidos en el discurso político
como los enemigos de toda la Nación.
El gobierno representa, en
teoría, los intereses de los desfavorecidos.
Estas manipulaciones del
socialismo son bien explicadas por María Mata: “En la Venezuela socialista,
soñada como un sueño de igualdad, el gobierno se ha convertido en el detentor
exclusivo de los intereses colectivos, y esta sumisión de la sociedad al
Estado compromete la esencia misma de la Democracia…” (Mata).
Al declararse
antidemocrático desde sus orígenes, la oposición es excluida de la nueva
propuesta política.
Se asumía la política como una
relación amigo-enemigo, como planteara Carl Schmitt (Schmitt). Un proyecto
socialista, el cual desde siempre mostró su rostro autoritario y excluyente,
aspiraba a la sumisión del ciudadano a los intereses colectivos determinados
por el Estado.
A pesar de su ambigüedad, desde
el comienzo el socialismo del siglo XXI no se puede asumir como un proyecto
indeterminado como expresa Alfredo Ramos, aunque lógicamente mezcle ideas
confusas, y no se base en un sistema coherente teóricamente expresado. López
Maya expone que el concepto de socialismo del siglo XXI en su inicio, y sobre
todo durante la campaña electoral de Chávez...fue fundamentalmente un concepto
hueco, donde cada cual como elector interpretó como quiso” (López).
Es cierto que el socialismo del
siglo XXI genera ambigüedad en el electorado, incluso entre quienes apoyan el
chavismo, pero si tiene claras líneas ideológicas en el sentido de la
consolidación de un control del Estado de la economía y la sociedad en general,
la búsqueda del hombre nuevo, la manipulación de la realidad para construir una
nueva utopía de felicidad y prosperidad general para los excluidos.
Las ideologías como el socialismo
totalitario son construcciones míticas de la realidad, no basada en hechos o en
una racionalidad instrumental, sino en la visión utópica de la búsqueda de la
igualdad, pero en un escenario que acaba con la libertad y la prosperidad.
Entenderlo de esa manera ofrece mejores posibilidades de comprender el fenómeno
político venezolano. José Blanco acierta al plantear que: la semántica del
socialismo del siglo XXI no representa una teoría reflexiva racional del
sistema que le permita describir adecuadamente sus problemas, sino que por el contrario
se trata de un dispositivo de inmunización frente a las irritaciones del
entorno. El socialismo del siglo XXI sirve para dibujar un futuro presente en
el cual se posan las expectativas de una mejor vida (Blanco).
Es una ideología mítica e
utópica de búsqueda de la igualdad y el bien común pero cuyos resultados son
siempre negativos.
El gobierno siempre tuvo claro
cuál sería el norte de sus políticas, la cercanía y continuas muestras de
admiración de Chávez al régimen cubano era un claro indicativo.
Entre más fue ganando poder, el
chavismo decide radicalizar abiertamente su proyecto socialista, ante eso
acentuó sus políticas económicas empobrecedoras, las cuales acorralaron la
propiedad privada y el mercado, como en todos los proyectos marxistas socialistas
llevados a cabo a lo largo de la historia.
La opresión de los
controles económicos y la ruina de la economía venezolana
Milton Friedman argumentaba en su texto la
libertad de elegir, sobre la tiranía de los controles y su impacto negativo en
la economía (Friedman y Friedman). El problema de eliminar el mercado es
precisamente que les quitan el poder de decisión a los individuos. Igualmente,
se les indica a los empresarios qué deben producir.
La historia ha demostrado en
reiteradas oportunidades lo pernicioso de los controles económicos, entre más
opresivos más daños generan a la economía. Como explican Robert Schuettinger y
Eamonn Butler, en los últimos 46 siglos, por lo menos, El socialismo del siglo
XXI y la crisis de la sociedad venezolana 48 los gobiernos de todo el mundo han
tratado, de tiempo en tiempo, de fijar salarios y precios.
Cuando sus esfuerzos fracasaban,
como sucedía usualmente, los gobiernos echaban la culpa de ello a la
perversidad y deshonestidad de sus súbditos, más que a la ineficacia de la
política oficial. Las mismas tendencias subsisten hoy (Schuettinger y Butler).
De la misma forma Murray Rothbard
analiza en su texto para una economía con sentido, lo perjudicial de la
fijación de precios a lo largo de la historia:
“En todas las épocas, en
todas las culturas, los controles de precios nunca han funcionado. Siempre han
fracasado” (Rothbard).
La confrontación Estado-sector
privado que trae la fijación de precios ha generado crisis económicas a lo
largo de la historia. Los discursos políticos de los socialistas en contra de
los ricos empresarios son para justificar las acciones violatorias de la
propiedad privada. Ya Rand advertía: “todo aquel que diga que ser rico es malo
es un saqueador” (Rand). De esa manera, los gobiernos, con la excusa de aplicar
políticas redistributivas, empezaron a saquear constantemente la empresa
privada con diferentes medidas.
Se le quita al que produce,
para darle a quien no produce.
Es atacada constantemente la
propiedad privada a través de esos controles. Esto lo hizo el gobierno chavista
con su política de control de precios y control de cambio a partir del 2003.
Por tal razón, el proyecto
chavista siempre buscó controlar y afectar la propiedad privada.
Los controles del Estado fueron
percibidos por los economistas liberales desde siempre como una seria amenaza
para el libre mercado, y era visto como acciones contraproducentes como
explicaba Mises:
“El
intervencionismo económico, supone que la autoridad pública, procura establecer
para las mercancías, los servicios y los tipos de interés unos precios
distintos de los que para ellos hubiera fijado un mercado libre de trabas”
(Mises).
El pretender controlar los
mercados por medio de la intervención de las autoridades para fijar precios,
salarios e intereses, hacía retroceder la tasa de beneficios y la inversión
productiva.
Ahora tienen más vigencia los
pensamientos de Mises en su obra “el socialismo”, donde bien explica lo
perjudicial de los controles como parte de los mecanismos aplicados por el
socialismo para progresivamente acabar con la propiedad privada:
Si el Estado se asegura una
influencia siempre más importante sobre el objeto y los métodos de la
producción, si exige una parte cada vez más grande del beneficio de la
producción, la correspondiente al propietario se ve restringida de día en día,
y, finalmente, Sólo le queda a este ultimo la palabra propiedad, vacía de
sentido, pues la propiedad misma ha pasado enteramente a manos del Estado
(Mises).
Es evidente, como bien señala Mises, el fijar
controles es un atentado a la propiedad, sobre todo cuando se mantiene como una
política permanente y no transitoria, como hizo el chavismo, porque desde
siempre su objetivo era acabar con la propiedad para instaurar el socialismo,
aun antes de declararse abiertamente como un gobierno socialista.
El reconocimiento a la propiedad
privada va más allá de una mera formalidad jurídica, se debe sancionar su libre
uso y usufructo. Por consiguiente, las políticas tomadas por el chavismo son
fiel reflejo de las ideas socialistas ortodoxas, con políticas cada vez más
radicales en la medida que controlaba mejor las instituciones y concentraba el
poder.
Se les indicaba cada vez más a
las empresas qué bienes debían producir y su precio de venta al público, y el
Estado a veces directamente era encargado de la distribución de la producción.
Se propuso primeramente debilitar
la propiedad privada por medio de los controles de precio y de cambio. Luego,
ya a partir del 2008, fue asumida una política mucho más agresiva de
expropiación o confiscaciones directas de las empresas, que pasaron a manos del
Estado.
Las consecuencias han sido las
mismas históricamente suscitadas: ineficiencia, corrupción y la progresiva
escasez de bienes y servicios proporcionados tradicionalmente, por las empresas
privadas.
Las industrias expropiadas pasan
a constituirse en un motín del saqueo, para el disfrute de los políticos que
logran establecer su control sobre las mismas.
La escasez era el resultado
lógico, y se dio el fenómeno conocido popularmente como bachaqueo, es decir,
revendedores de productos regulados.
Parte de la ciudadanía al no
conocer cómo funciona la economía, responsabilizaron a los llamados bachaqueros
del alza de los precios de los artículos de primera necesidad.
La historia económica ha
demostrado una premisa elemental: ante los controles surgen los mercados
paralelos.
Es lo que Huerta denomina como el
surgimiento de una economía oculta a partir de las políticas socialistas: “La
aparición, por tanto, de una sociedad o economía oculta, sumergida o
«irregular» es una característica inseparable del socialismo, y aparece siempre,
en la medida y en las áreas en que éste ejerza su actividad coactiva” (Huerta).
Esa economía oculta expresa los rezagos de una economía libre, la cual intenta
vulnerar los controles estatales.
El precio del dólar en Venezuela
por ejemplo, era reflejado a través del portal dólar today u otros portales
electrónicos, cuya tasa de cotización siempre ha estado muy por encima del
valor fijado por el gobierno. Sus altos precios muestran la realidad de un
mercado donde no hay confianza ni libertad.
Ante la escasez de bienes debido
a esos controles, los precios forzosamente terminan por aumentar ante una
oferta incapaz de cubrir la demanda. Decir que la culpa de la inflación en
Venezuela es del llamado bachaquero o de dólar today, es desconocer los fundamentos
claves de la teoría económica, es confundir causas con consecuencias.
Huerta (2001), nuevamente nos
explica por qué las políticas socialistas generan tales niveles de escasez de
bienes:
El socialismo provoca de
manera generalizada y a todos los niveles sociales un agudo problema de
escasez.
La razón básica de este fenómeno radica en que
la coacción institucional elimina de raíz la posibilidad de que la enorme
fuerza del ingenio empresarial humano se dedique sistemáticamente a descubrir
los estados de escasez así como a buscar nuevas y más efectivas formas de
eliminarlos. Por otro lado, la imposibilidad de calcular económicamente los
costes lleva, como hemos visto, a dilapidar gran parte de los recursos
productivos en inversiones sin sentido lo cual ahonda y agrava aún más el
problema de los escases (Huerta).
La falta de libre mercado
impide que los recursos sean administrados correctamente y sean incentivadas
las actividades productivas.
De hecho, cuando es establecido un control
sobre un producto, el empresario deja de producirlo para sustituirlo por otro
bien con mejores ventajas y oportunidades de ganancia. Ante esa realidad, el
Estado está forzosamente obligado a controlar cada vez más mayor cantidad de
bienes y servicios.
Luego con la excusa de que el
empresario no quiere producir los bienes necesitados por el pueblo se procede a
la apropiación directa de las empresas. Posteriormente, ante la escasez,
comienzan a inventar otras excusas, como el acaparamiento de bienes.
Debido a la incertidumbre
constante ante políticas tomadas por las autoridades y una inflación cada vez
mayor, el acaparamiento termina siendo otra consecuencia natural de los
controles, como bien explica Huerta: “…los agentes económicos acaparan y guardan
todos los bienes y recursos que pueden, pues la escasez sistemática hace
inseguro y errático el adecuado suministro de bienes, servicios y factores de
producción” (Huerta).
El acaparamiento señalado a
algunos negocios en Venezuela es una medida de prevención tomada por los
comerciantes ante posibles incrementos en el precio de mercancías, por eso
prefieren retener los productos para en poco tiempo poderlos vender a precios más
elevados.
Es la alta inflación e
incertidumbre lo cual impulsa la especulación en torno al incremento cada vez
mayor de precios.
Como argumenta Mises, la economía
es necesariamente especulación, porque está organizada en función de un
porvenir incierto. La especulación es el nexo intelectual que une los diversos
actos económicos a este conjunto inteligente el cual es la economía (Mises).
La especulación y el
acaparamiento son medidas de prevención utilizadas por los comerciantes
impulsados por la misma dinámica del mercado.
Los precios no bajan por
decretos ni amenazas, esto solamente genera más desconfianza e incrementa aún
más el precio de los bienes.
La escasez es el resultado natural
del control de precios y de cambio. Un informe del Banco Central de Venezuela
en el 2012 señala que el índice que mide la escasez en el Área Metropolitana de
Caracas con base al monitoreo de 33 productos-, “ cerraron con niveles de
escasez grave, que superan el 40% (Banco Central de Venezuela).
Las largas colas en los
supermercados para adquirir bienes regulados de primera necesidad evidencian
una sociedad depauperada.
Las medidas de aumento salarial
terminan perjudicando a los trabajadores y empresarios por igual. Son
incrementos nominales más no reales y causan más inflación al ser financiados a
través de la emisión monetaria por parte del Banco Central de Venezuela.
Sánchez Melean explica lo desacertado de las políticas económicas del gobierno
y su arbitrariedad:
Una economía se maneja con
decisiones acertadas de política macroeconómica, y no con órdenes arbitrarias o
imposibles de cumplirse, como la de fijar precios a más de medio millón de
bienes y servicios sustituyendo al mercado.
Cada día es más cierto, que la
economía planificada centralmente y además militarizada como en Venezuela, es
un rotundo fracaso (Sánchez).
El problema es querer aplicar
nuevamente un modelo ineficiente, anti mercado, el cual únicamente provoca una
crisis aguda con el fin de eliminar la libertad de los individuos. Las cifras
son contundentes, el Banco Central de Venezuela publicó que al cierre del año
2015 la inflación acumulada era de 180,9%, la más alta de nuestra historia
(Banco Central de Venezuela, 2015).
Actualmente se está en un proceso
hiperinflacionario del cual se desconocen cifras oficiales. Según el Fondo
Monetario Internacional para finales del 2018 la inflación venezolana podría
llegar a 1.000.000 %.
La recesión económica también ha
sido muy fuerte. Según estimaciones de la firma Eco-analítica, el PIB
venezolano ha retrocedido en los últimos años:
La caída del producto interno
Bruto en los últimos años ha sido muy fuerte, y se espera que en el 2018 sea
estrepitosa. Aunque no se ha erradicado completamente la empresa privada, no
hay duda que ese es el objetivo final de todas las políticas del Estado desde
que llegó el chavismo al poder.
El programa de ajuste lanzado
recientemente por Nicolás Maduro a partir de la reconversión monetaria entrada
en vigencia el 20 de agosto del 2018, implica más control del Estado y
persecución a la empresa privada.
Los controles acaban con la
economía como se ha demostrado, esto provoca el cierre acelerado de empresas.
Las economías más controladas por
el Estado como Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador, naciones pioneras en la
aplicación del socialismo del siglo XXI, tuvieron un ingreso per cápita muy
inferior al de los países con más libertad económica como Chile, Uruguay,
Colombia y Perú.
Venezuela es el país
latinoamericano con menor grado de libertad, y en el ranking ocupa el puesto
179, solamente detrás de Corea del norte.
El contraste en cuanto a calidad
de vida entre Chile y Venezuela por ejemplo, son evidentes.
A mayor libertad económica
mejor es la tasa de crecimiento.
Ante el fracaso del socialismo
del siglo XXI en América Latina, siempre son culpados otros, como plantean Axel
Kaiser y Gloria Álvarez al explicar la trampa del populismo en Latinoamérica:
“Esta obsesión por culpar a otros
sigue estando tan viva como nunca y es una característica decisiva de los
movimientos populistas que han llevado a la ruina a países de América Latina”
(Kaiser y Álvarez).
En el caso de Venezuela son
culpables la guerra económica, el imperialismo, la burguesía interna, entre
otros, para ocultar las fallas del modelo político.
El problema de fondo es la
aplicación de ese modelo socialista que en sus diferentes matices siempre busca
eliminar el mercado y eso provoca ruina a las Naciones.
Pero el socialismo busca
mantener nuevos mecanismos de control.
El socialismo y la trampa de las
políticas sociales Las llamadas políticas sociales han sido convertidas en la
punta de lanza de los defensores del modelo socialista. En teoría, el
socialismo marxista, tanto del siglo XXI como el tradicional, siempre aboga por
la solidaridad, por la ayuda a los más necesitados, por el igualitarismo social
y el colectivismo. Un modelo el cual debe favorecer a los desvalidos, a
diferencia del Estado burgués, que defiende los “intereses del capital”.
Por tal razón, se le da tanta
importancia a crear una nueva ética, la cual no promueva el deseo de ganancia
sino la solidaridad entre las personas, ayudar a los necesitados.
Todo eso suena muy bien en
la teoría, pero en la práctica resulta algo completamente diferente.
Uno de los principales argumentos
plantea que la mayoría y más importantes avances de la revolución bolivariana
han sido conseguidos precisamente en el terreno social.
No obstante, muchas políticas
sociales no son realmente nuevas y ya fueron aplicadas durante la
socialdemocracia, pero el chavismo intentó reimpulsarlas y hacerlas llegar a
más ciudadanos.
En Europa y Estados Unidos
existen políticas sociales dirigidas a los más vulnerables. Pero ese Estado de
bienestar genera grandes gastos a los gobiernos. Murray Rothbard, al analizar
la economía de los Estados Unidos y sus políticas sociales, explica los males
producidos por esto a la sociedad:
Los economistas están
particularmente alarmados por al hecho de que, cuanto más se subvenciona
cualquier producto, servicio o condición, más habrá de ese producto, servicio y
condición.
Podemos tener a tanta gente
cobrando ayudas sociales como estemos dispuestos a pagar. (Rothbard)
Las políticas de asistencia
social, lejos de acabar con la pobreza, solamente logran un incremento de la
demanda de personas solicitando esas ayudas.
A pesar que en Estados Unidos y
Europa existe una mayor cultura del trabajo y de superación personal, no por
eso deja de haber individuos quienes deseen vivir del Estado en lugar de
trabajar.
En el caso venezolano, con la
renta petrolera ha sido fomentada desde muchas décadas atrás la ilusión de ser
una Nación rica, en consecuencia, los ciudadanos se creen con derecho a
demandar cada vez más subsidios por parte del gobierno.
El actual gobierno bolivariano ha explotado al
máximo esa mentalidad populista del pueblo venezolano, y busca expandir las
ayudas sociales a cada vez mayor cantidad de personas. Eso solamente implica
aceptar que no hay un plan estructural para resolver el problema de la pobreza,
y por consiguiente, es necesario un mayor número de familias dependientes de
las ayudas estatales.
El control político es lo
fundamental.
Lissette González y Tito Lacruz
realizan un balance de las políticas sociales del gobierno en el 2008 y
concluyen que las misiones sociales tienen un carácter improvisado y que su
principal objetivo es la movilización política (González y Lacruz).
Las misiones educativas tenían la finalidad de
uniformar la mentalidad y posición de los ciudadanos en favor del régimen.
Nunca se trató de ayudar a
la población, sino se trataba de mantener controladas a las personas.
Según Montesquieu, la desgracia
de una República es que se entronicen en ella los amaños: esto acontece cuando
ha sido corrompido el pueblo a fuerza de dinero: cesa entonces de apasionarse y
se aficiona a las dádivas, mas no a los negocios (Montesquieu).
La crisis de la sociedad venezolana pasa
entonces por esa cultura del paternalismo de Estado, la cual no permite su
superación personal.
El objetivo real de esas
políticas por parte del gobierno bolivariano es chantajear y controlar a la
población con fines clientelares, es sabido que es más fácil dominar una
sociedad sobre la base de la necesidad.
Al arruinar progresivamente la
economía privada, los venezolanos requieren cada vez mayores subsidios del
gobierno para poder sobrevivir, eso sobre todo ante el aumento desmedido de la
hiperinflación.
De esa manera, fueron creadas
políticas como las bolsas de comida, las Misiones Adulto Mayor, Madres del
Barrio, y otra serie de medidas dirigidas supuestamente a los más necesitados.
Eso solamente hace que la
pobreza se multiplique en la sociedad venezolana.
Por supuesto, el gasto púbico ha sido elevado
exponencialmente al mantener cada vez mayores sectores de la población de
manera improductiva.
El fracaso de esas misiones
sociales, se reflejan en el aumento de la pobreza.
El instituto Nacional de
Estadística señala que 33,1% de los hogares estaban en condición de pobreza por
ingresos para el primer semestre del 2015.
En el primer semestre de 2014, el
porcentaje era de 29,4%.
Entre el 2014 y 2015 unos 318.238
hogares pasaron a la pobreza y se alcanzó una cifra total de 2.434.035.
Desde el primer semestre del 2006
no se registraba en el país una cifra de pobreza de estas dimensiones.
El INE reconoce que para la
primera mitad del 2015 el 9,3% de los hogares estaban en condición de pobreza
extrema, esto representa un aumento de casi un punto porcentual en comparación
con el 2014 (Infobae).
En los últimos años ni el Banco
Central de Venezuela ni el INE publican cifras oficiales, como intento de
ocultar la realidad. Pero eso demuestra el fracaso de un proyecto socialista.
Las misiones no son una
solución real a los problemas sociales.
Mientras más aumenta la pobreza
más se usan esas políticas sociales como chantaje político.
En el gobierno de Nicolás Maduro
fueron llevadas al paroxismo esas prácticas clientelares.
Los bonos dados a través del
Carnet de la Patria, demuestran cómo una población depauperada intenta ser
controlada por medio de las ayudas del gobierno.
Hannah Arendt explica cómo el
totalitarismo reduce a los hombres a sus funciones básicas de subsistencia, es
decir, a nivel de su animalidad natural, despojándolos de todas las garantías
políticas que los reivindican como ciudadanos (Arendt).
El hombre deja de exigir
derechos, comienza simplemente a buscar medios para sobrevivir dentro de una
catástrofe social y económica.
Liberar a los individuos de esa
dependencia de las ayudas estatales permitirá realmente construir una economía
productiva la cual dependa es de la innovación y emprendimiento de sus
ciudadanos.
Emancipar al hombre del dominio del Estado y la
miseria del socialismo es fundamental.
Conclusión
El socialismo, desde sus orígenes
europeos, tanto en el plano teórico como en el empírico, siempre ha probado su
inviabilidad, teniendo resultados perniciosos para las mayorías.
Más que una ideología de la
redención ha sido un instrumento para la dominación de las masas a través de su
manipulación política.
El llamado socialismo del siglo
XXI mantiene los postulados clásicos del marxismo, a pesar de querer revestirlo
de un carácter democrático.
Pero sostiene los principios de
un modelo económico anti mercado para crear una economía de las equivalencias,
para en teoría buscar los intercambios igualitarios, cuyos resultados nunca
funcionan en la práctica.
El gobierno bolivariano ha estado
basado en esos ideales, pese a que Dieterich planteara que en Venezuela nunca
fue aplicado realmente un socialismo del siglo XXI.
Pero termina siendo nuevamente
una excusa, cuando es instaurado un modelo en el cual efectivamente se intenta
acabar con la economía de mercado y con el sistema de democracia liberal, como
ha sucedido en Venezuela, y provoca resultados desastrosos, se dice entonces
que no se aplicó correctamente los principios del socialismo tal como ocurrió
en la Unión Soviética.
Por eso este trabajo parte
primeramente de una crítica al socialismo como modelo económico-político, que
es el problema de fondo, no su mala aplicación o incorrecta interpretación,
pese a los matices y particularidades los cuales ciertamente han existido.
Sin un mercado libre no hay
inversión y desarrollo, esto solamente produce mayor aumento de la pobreza como
han sostenido acertadamente los economistas liberales como Mises y Hayek.
La política de control de
precios, de cambio, las expropiaciones, las políticas sociales, todo forma
parte de un plan deliberado y orquestado para eliminar progresivamente la
libertad de los individuos y someterlos a los controles del Estado.
Las mismas formas del llamado
poder popular para ejercer la democracia directa no son más que otra manera de
control sobre las comunidades.
Superando las ideas socialistas,
será posible construir una economía próspera, con libertades políticas y
económicas, al tener un Estado limitado en sus competencias, con
fortalecimiento de las instituciones para abandonar definitivamente la búsqueda
de utopías irrealizables y líderes redentores los cuales solamente crean nuevas
formas de opresión.