lunes, 24 de febrero de 2025

EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI Y LA CRISIS DE LA SOCIEDAD VENEZOLANA



Introducción

El socialismo es una ideología la cual ha logrado desde su surgimiento grandes adeptos en el plano de las ciencias sociales y la ciudadanía en general. Sus banderas de querer luchar por la igualdad social, la justicia y estar a favor de los desvalidos indudablemente le han granjeado apoyo de buena parte de la sociedad. Es lógico que, al pretender defender tan nobles ideales, consigan tantos seguidores.

Se ha convertido más que en un sistema coherente de planteamientos científicos, en una religión con promesa del paraíso en la tierra. Sin embargo, las realidades han sido bien diferentes a lo establecido dentro de esa ideología. Científicamente ha sido comprobado en reiteradas oportunidades que las tesis de una economía colectivizada, sin mercado y controlada por el Estado solamente logran acabar con el aparato productivo y traer penuria a la población. Tal fueron los casos de Cuba y la Unión soviética.

A pesar de eso, nunca se ha dejado de lado la premisa elemental dentro de los diferentes planteamientos socialistas, de que el capitalismo es el responsable de la pobreza en el mundo, de la explotación del hombre por el hombre. El socialismo ha tenido siempre diferentes vertientes, unas más radicales como la versión leninista estalinista.

La social democracia intentó ser una vía intermedia, aplicar políticas para redistribuir la riqueza y regular el capital privado con fuerte intervención del Estado, pero sin pretender eliminar la propiedad privada ni fomentar un odio de clases.

En la actualidad, ha surgido el denominado socialismo del siglo XXI, como un vacuo intento luego de la caída del muro de Berlín, de renovar las ideas socialistas, pero en el fondo mantiene premisas similares a las versiones ortodoxas del marxismo.

Las naciones siguen siendo presas de las ideas socialistas, sobre todo las del mundo subdesarrollado, deseosas de buscar salidas utópicas a su condición social.

En el caso venezolano es evidente como esta Nación intentó aplicar el llamado socialismo del siglo XXI con resultados negativos para la sociedad.

Este trabajo tiene como objetivo realizar una crítica a los planteamientos del socialismo del siglo XXI).

 Específicamente se analiza cómo ha sido su aplicación en el caso venezolano y la consecuente crisis producida.

Es necesario demostrar la inviabilidad del socialismo tanto en el plano epistémico, moral y práctico. Para ello se ha recurrido a los principios teóricos del pensamiento político y económico liberal.

Se siguen los planteamientos de economistas como Hayek (2008), Mises (1968), Rothbard (2006), Huerta (2001), entre otros, quienes demostraron lo pernicioso de las políticas socialistas al pretender limitar la libertad de los hombres con base en un supuesto ideal igualitarista.

Autores poco trabajados en la realidad venezolana, donde no ha habido una adecuada explicación del pensamiento liberal, y ha prevalecido en su lugar el predominio de ideas marxistas o socialdemócratas en el ámbito académico y político.

Venezuela es una sociedad la cual, a partir de la aparición de la renta petrolera, ha estado acostumbrada al populismo, al despilfarro y a la corrupción, con una débil estructura institucional, por eso fue presa de un proyecto autoritario cuya promesa era la redención de los pobres.

Con sus particularidades, el socialismo venezolano ha causado la debacle de la economía nacional, de la misma manera como ocurrió con los experimentos precedentes.

El socialismo del siglo XXI: crítica a una ideología

Es normal que las teorías sean renovadas cada cierto tiempo para ajustarlas a las nuevas realidades. Los ideólogos del socialismo no se rindieron luego de la caída de la Unión Soviética y han intentado una vez más “purificar” los ideales de igualdad y justicia social.

En el caso del socialismo, nunca fue aceptada su inviabilidad, solamente reconocen algunos errores. De esa forma, esas ideologías intentan rehabilitarse con supuestos “nuevos planteamientos”, como afirma Froilán Ramos: “Las ideologías parecen tener ese halo extraño capaz de poder mutar, de poder enredarse y autopresentarse como panacea de los problemas, de ofrecer igualdad (aunque sea sólo en palabras)”

Las ideologías, si bien es cierto están presentes en la política, en ciencia se debe reconocer que nublan el juicio. Ya Giovanni Sartori explicaba que la ideología es el opio de la mente.

Entendiendo una ideología como un conjunto de saberes basados en creencias e ideales que deforman la realidad, y no en un conocimiento teórico y empírico bien fundamentado.

Aunque las ideologías como el socialismo han mutado, es más en las apariencias, no en el fondo, y por eso sigue siendo un proyecto inviable. No se acepta que un modelo antimercado, el cual busque erradicar la propiedad privada, nunca podrá funcionar. Pero se intenta vender algunas “novedades” en esas nuevas ideas socialistas.

Heinz Dieterich Steffan, fue quien acuñó el término de socialismo del siglo XXI. Su nueva institucionalidad está basada en cuatro puntos esenciales:

1.      la democracia participativa,

2.      la economía democráticamente planificada de equivalencias,

3.      el Estado no-clasista y, como consecuencia,

4.      el ciudadano racional-ético-estético

Nuevamente, es un proyecto político-económico planteado para superar la “inoperancia de la sociedad burguesa”. Son mantenidas ciertas posturas tradicionales tomadas del mismo Marx, como el principio de la anarquía en la producción capitalista, así también la imposibilidad del adecuado funcionamiento de una economía de mercado porque:

“se trata de un sistema asimétrico, es decir, la crematística produce inevitablemente la concentración y centralización del capital y de la riqueza social, en pocas manos” (Dieterich).

Para superar la desigualdad en los intercambios y evitar la concentración de riqueza en pocas manos, se propone una economía de las equivalencias, fundamentando el valor de los productos sobre el costo de producción y no sobre el valor subjetivo de los mismos, esto con el fin de fomentar un intercambio igualitario para evitar la especulación (Dieterich).

José Guerra crítica la economía de las equivalencias de Dieterich debido a que es incapaz de explicar el valor de las mercancías, el cual no se puede determinar mediante la equivalencia entre valor de uso y valor de cambio, sino que los precios remiten a un fenómeno más complejo.

La principal debilidad del planteamiento de Dieterich, es su propuesta que en la economía equivalente no habrá ningún mercado, porque el precio no resultará de la oferta y la demanda, sino del valor de los bienes producidos y del salario (Dieterich). Sería una vez más colocar el valor de los bienes con base en los costos de producción, específicamente el valor del trabajo. Esto es en esencia la base de la teoría económica marxista.

La escuela marginalista introdujo el concepto de utilidad marginal como crítica a esa teoría clásica del valor, la utilidad proporcionante del bien en cuestión a las personas, es decir, el valor de uso, es esencialmente subjetivo y es definitorio del valor de los productos (Menger). Es una relación de equilibrio oferta y demanda en términos sencillos, basada en las subjetividades de los agentes económicos.

El mercado no es bueno o malo en sí mismo, lo que hace es reflejar el valor de los bienes en función de una realidad económica dada. Reparte beneficios con base en los méritos de los individuos. Uno de los argumentos de Mises era lo imposible del cálculo económico en el socialismo, porque la planificación económica por parte del Estado impedía el funcionamiento de los mercados (Mises). Pero las tesis marxistas buscan sobre todo la “justicia” en sus medidas económicas, aunque estas no tengan efectividad. Por eso Dieterich, al proponer una economía de las equivalencias, busca precisamente un intercambio “justo” e igualitario”.

No existe el precio “justo” o “injusto”, el mercado simplemente refleja la realidad sobre el valor de un producto. Pretender eliminar el mercado es lo más peligroso de esos planteamientos.

Toda propuesta que pretenda ser anti mercado, como las diferentes variantes del socialismo marxista, terminan siendo proyectos antieconómicos, los cuales únicamente generan ruina a las Naciones, demostrado en diversas oportunidades.

Como afirmaba Hayek, la falta de libertad económica pronto lleva a la perdida de libertades políticas, hasta seguir un camino de servidumbre (Hayek). Sustituir al mercado en la mayoría de los casos por el Estado, favorece la formación de un poder coercitivo y despótico. Ninguna economía puede funcionar adecuadamente sin libertades.

Después de todo, los precios bajos y el poder adquisitivo de los consumidores son resultado de una oferta abundante favorecida por un mercado donde se permita la competencia. No por nada es acusado el capitalismo de favorecer el consumismo, precisamente porque eleva la capacidad de compra de la sociedad en general, incluyendo la clase trabajadora, como ningún sistema económico ha podido hacerlo. Como explica Carlos Rangel, el Capitalismo, lejos de empobrecer a las masas ha mejorado su situación por encima de ninguna expectativa sensata jamás concebida. Además, ha mejorado la situación de los pobres mucho más que la de los ricos (Rangel).

Es el aumento de la productividad lo que mejora la economía de las naciones. Al no poder nunca imitar esas capacidades productivas, el socialismo siempre condena el capitalismo como un sistema promotor del materialismo y consumismo. Por tal razón, a veces se les rinde culto a las sociedades tribales, toda la renovación de las ideas marxistas en América Latina parten de las tradiciones indígenas para disfrazar el nuevo impulso de lucha por el poder, sobre todo desarrolladas en Bolivia y Ecuador. Se busca justificar un nuevo modo de vida en donde solamente sean satisfechas las necesidades  elementales dentro de entornos comunitarios, ignorando las penurias y falta de productividad de esas formas de producción comunitarias, inviables totalmente con los actuales niveles de población.

El socialismo del siglo XXI no esboza únicamente propuestas económicas inviables, sino también políticas.

Se propone una democracia participativa para erradicar definitivamente la democracia liberal. Para ello, se pretende establecer una democracia participativa diferente a las del socialismo tradicional y la democracia liberal. Esta se basa, según Dieterich, en los siguientes aspectos:

a) La imposibilidad estructural de participación real del ciudadano dentro de la democracia parlamentaria;

b) los múltiples contenidos y mecanismos de la democracia real participativa, practicados por la humanidad durante toda su historia;

c) la falta de desarrollo de la democracia formal y participativa en el socialismo realmente existente y,

d) la aportación de las ciencias avanzadas al futuro democrática (Dieterich).

Ahora intentan darles participación directa a las comunidades en la toma de decisiones. Pero en esas propuestas es dejado de lado el principio de los méritos y la preparación para participar en política. Lo que hacen las tesis socialistas es reivindicar el hecho utópico de una sociedad comunitaria donde todos gobiernan y sean gobernados al mismo tiempo. Por eso Dieterich propone formar un ciudadano racional-éticoestético.

En defensa de la democracia liberal, Luz Marina Barret argumenta:

Éste se caracteriza por evitar toda imposición, colonización en las instituciones públicas y generalización de cualquier idea sustantiva de la ética. El punto de partida del sistema liberal es que, en las sociedades modernas o complejas, existen diversas concepciones, incompatibles entre sí, de aquellos fines de la acción que constituirían una vida buena o lograda, de manera que se vuelve un problema creciente satisfacer las demandas de justicia de individuos con diversas concepciones de la ética y, por lo tanto, con diferentes sistemas de fines (Barret).

Imponer una ética es común en todos los planteamientos marxistas-socialistas. El pluralismo no es tomado en cuenta sino como consigna, pero en la práctica quieren

aplicar un estilo de vida y una nueva racionalidad única. Según Dieterich para transformar la sociedad hay tres caminos posibles:

 

“a) manipular genéticamente al ser humano;

b) tratar de crear al “hombre nuevo” y,

c) cambiar las instituciones las cuales guían su actuación” (Dieterich).

El socialismo del siglo XXI opta por el camino del cambio de las instituciones dentro de posibilidades reales objetivas. Esto con el fin de, una vez establecida la economía de equivalencias, lograr:

No cabe duda, que el fin del egoísmo, de la codicia y de la explotación, que le son inherentes al principio de equivalencia, conducirá a cambios tan profundos en la manera de pensar y actuar, que después de su implantación general, será posible hablar, en términos generales, de un nuevo ser humano (Dieterich).

Las instituciones son reformadas y se crea una nueva ética para cumplir el otro objetivo de crear un Estado no clasista, capaz de superar todas las desigualdades existentes en el plano económico, racial y de género. Una vez más son retomadas las tesis del igualitarismo, las cuales parecen dejar de lado los méritos individuales que marcan diferencias económicas fundamentadas en el esfuerzo, la innovación y la inversión.

Se hace constante énfasis en destacar que no es un proyecto utópico sino con posibilidades objetivas para su realización. Siempre llama la atención la idea de crear un “hombre nuevo”, pero cuyas características son decididas por el Estado.

 Como argumenta Rosaura Guerra,

En el contexto de una comunidad política, pudiéramos decir que el hombre nuevo es, en esencia, el hombre ideal para los líderes de procesos políticos radicales, o dicho de otro modo, un individuo constituido por valores y actitudes ajustadas al logro de los proyectos políticos por ellos impulsados (Guerra).

Desde el poder se decide cómo debe ser ese hombre nuevo, por algo los totalitarismos siempre buscan modificar la naturaleza humana.

Es dejada de lado la libertad de elección por parte de los individuos, para intentar homogenizar a toda la sociedad con relación a un modelo político utópico. Con respecto a eso, plantea Luz Marina Barret lo siguiente: “Por definición, las utopías de carácter político están constituidas por esta clase de ideales éticos sustantivos y presuponen que todo el mundo es identificado con sus fines de acción o su concepción particular de la vida buena” (Barret).

En teoría se busca la felicidad, la realización personal, la cooperación entre los hombres. Pero el capitalismo no es opuesto a la realización de tales objetivos, pero salva las libertades individuales para decidir sobre su proyecto de vida.

Desde esas posturas socialistas es planteado que el modo de producir del capitalismo es explotador, por eso todo empieza por el hecho de buscar nuevas formas de producción más “humanitarias” y reeducar a los hombres.

Contrario a esas ideas, es tan acertada y vigente la afirmación de Popper, cuando señala que buena parte de la crítica al capitalismo desde las visiones socialistas, más allá de sus fundamentos teóricos, en realidad es un cuestionamiento moral a sus principios básicos:

La condenación marxista del capitalismo es, en esencia, una condenación moral. Se condena al sistema por su cruel injusticia intrínseca combinada con la completa justicia y corrección «formales» que lleva aparejadas. Se condena al sistema porque al forzar al explotador a esclavizar a los explotados, les priva a ambos de libertad (Popper).

Ante esos principios es asumido que la miseria de las grandes mayorías es debido a la explotación de la burguesía.

El marxismo hizo grandes cuestionamientos a la desigualdad, pero sin hacer estudios minuciosos acerca de sus causas, solamente, ha estado limitado a culpar al capitalismo.

A pesar de sus pueriles análisis, ha sido muy exitoso en responsabilizar al liberalismo de buena parte de los males de la humanidad, debido a su “ausencia de moralidad” por el deseo de obtener ganancias.

De hecho, uno de los más grandes errores del socialismo, como expresa Rafael Termes, es “netamente antropológico: la negación de la libertad del hombre” (Termes).

El socialismo es un proyecto que pretende con sus ideas alcanzar la igualdad, pero termina eliminando la libertad de los hombres.

Si se lee con cuidado el capital o el manifiesto al partido comunista de Marx, realmente el socialismo promueve la expoliación de la propiedad privada.

La propiedad es la raíz de toda la desigualdad social, por eso es tan importante erradicarla. La propiedad privada fue producto de la expropiación de una minoría constituida por la burguesía, hacia una mayoría como era las clases trabajadoras, pero en el socialismo debía invertirse esa relación y ahora la mayoría se encargaría de expropiar a la minoría. De ahí su famosa frase “hay que expropiar a los expropiadores” (Marx).

Sin importar si la propiedad pase a manos directamente de los trabajadores o de una burocracia estatal, (argumento utilizado por algunos para afirmar que no ha habido socialismos reales porque no se le dio el poder al pueblo obrero realmente), Lo cierto es que la columna vertebral del planteamiento socialista marxista es la progresiva erradicación de la propiedad privada hasta llegar al comunismo.

Una economía basada en la expropiación y el robo al capital privado indiferentemente de la forma de propiedad o producción adoptada después, solamente puede ocasionar ruina y desinversión acelerada.

Ninguna economía se ha desarrollado de manera aislada y sin inversión privada.

Sin libertad económica no puede haber progreso como la historia lo ha demostrado. El socialismo del siglo XXI sigue siendo de corte marxista, no hay nada de novedoso en sus ideas como bien explican Axel Kaiser y Gloria Álvarez: “El socialismo del siglo XXI no es más que la misma mitología antimperialista, antiliberal, proteccionista y marxista que llevó a América Latina a la miseria y al conflicto durante buena parte del siglo XX” (Kaiser y Álvarez).

La persistencia de ciertos intelectuales en renovar ideologías donde ya han probado su ineficacia es recurrente.

Como argumenta Paul Johnson: “Una de las principales lecciones de nuestro trágico siglo, que ha visto tantos millones de vidas humanas sacrificadas en proyectos para mejorar el destino de la humanidad es: cuidado con los intelectuales” (Johnson). Leonardo Favio Osorio Bohórquez Telos

Los intelectuales como cualquier persona están sujeto a equivocaciones, pero es deber de una ética científica reconocer los errores. Por lo tanto, el marxismo y el socialismo han sido convertidos más en una ideología que en una ciencia, se han consolidado como creencia y no como raciocinio, porque han sido incapaces de aceptar como ha sido comprobado en la realidad, que sus hipótesis no han funcionado.

A pesar de los males causados a la humanidad por el socialismo, todavía hay quienes defienden esas ideas. En Venezuela se ha aplicado las ideas del socialismo del siglo XXI aparentemente como un modelo pensado para el beneficio de las mayorías, pero cuyas consecuencias han sido una terrible pobreza para sus ciudadanos. Crisis de la sociedad venezolana y el socialismo en Venezuela con Hugo Chávez y continua con Nicolás Maduro.

La historia del socialismo en Venezuela es muy compleja, desde el principio fue percibida como una amenaza para la estabilidad de la Nación. Las ideas socialistas fueron prohibidas en Venezuela desde la época de Gómez, hasta que el Partido Comunista fue legalizado por el presidente Medina Angarita.

Acción democrática también fue un partido con inclinaciones socialistas, pero optó por la social democracia, con un programa de gobierno el cual no buscaba la lucha de clases ni erradicar la propiedad privada, como si pretendía el partido comunista. Los comunistas también fueron perseguidos en tiempos de Pérez Jiménez como los demás partidos políticos. Luego, con el inicio de la democracia, el Partido Comunista de Venezuela se fue a la clandestinidad debido a su exclusión en la firma del pacto de Punto fijo, y formó una guerrilla con el fin de alcanzar el poder.

Desde un principio es evidente que no se trataba de una opción política democrática. No fue intentada la convivencia, sino simplemente, llegar al poder por la fuerza. La guerrilla no logró prosperar en Venezuela como en Colombia. Luego de la política de indultos de Caldera en la década de los 70 se intentaba incorporar a los exguerrilleros a la vida nacional. Sin embargo, los comunistas siguieron conspirando, y tuvieron gran expansión ideológica en las universidades venezolanas.

De igual forma, el populismo aplicado por gobiernos socialdemócratas y social cristianos representados por los partidos políticos Acción Democrática y COPEI, respectivamente, alentaron el surgimiento de ese tipo de planteamientos socialistas, al promover la idea de la necesidad de que el Estado redistribuya la riqueza para generar justicia social, pese a que ambos partidos, como expresa Aníbal Romero, fueron “un intento de superar los extremos representados por el socialismo marxista y las versiones más radicales del individualismo liberal” (Romero).

En la práctica las políticas orientadas a reducir la pobreza y a elevar el gasto público degeneraron en populismo.

La política era vista como un medio de enriquecimiento, y la sociedad esperaba vivir de las dádivas del Estado. Esto fue así tanto en el caso de buena parte de las élites económicas como de la población en general. Esto lleva a Aníbal Romero a hablar de la miseria del populismo en Venezuela, cuyos resultados fueron:

Crecimiento notable del parasitismo empresarial -a través de dádivas, créditos y contratos preferenciales del Estado-, y de la demagogia hacia el sector obrero a través de legislación tendiente a garantizar una estabilidad y niveles de salarios ficticios, basados no en la productividad de las empresas sino el ingreso proveniente del petróleo (Romero).

Una vez el modelo rentista agotó sus posibilidades de expansión, la sociedad venezolana cayó presa de un líder populista que les prometía resolver todos sus problemas y culpaba a los partidos políticos de la situación de miseria de buena parte de la población.

Chávez ofrecía acabar con el sistema de partidos como expresión moderna de la política, además de terminar con las injusticias y desigualdades sociales. Como expresa, Nelly Arenas, en el proyecto chavista, materializar ese sueño igualitario implica cuestionar la democracia representativa, cuyos procedimientos han sido sistemáticamente violentados por el gobierno, que ha preservado solo aquellos que hasta ahora le ha resultado muy complicado eliminar (Arenas).

Hugo Chávez intentó desde siempre acabar con la democracia, pero lo hizo de manera paulatina. Chávez logra ganar la presidencia en 1998, y desde el comienzo Leonardo Favio Osorio Bohórquez mostraba ser un gobierno de carácter autoritario. Pero al principio intentaba mantener una fachada democrática.

Por eso era planteado instaurar una democracia protagónica y participativa para el ejercicio del poder desde la Constitución de 1999, aunque todavía no era reconocido abiertamente el pretender instituir un modelo socialista. Pero desde siempre el gobierno aplicó políticas antiliberales, como el control de cambios, de precios, y la promulgación de leyes habilitantes. Con el tiempo radicalizaría su proyecto.

Ya en el 2005 Chávez se declara seguidor del proyecto del socialismo del siglo XXI, con la idea de nueva democracia, el cual era un intento por revitalizar el “legado socialista” al diferenciarlo del soviético o el cubano.

En apariencia, es una socialización de la toma de decisiones dentro de la comunidad. Pero las formas del llamado poder popular materializado en organizaciones como los consejos comunales, siempre fueron controladas desde el Estado central.

Lo cierto es que la población venezolana buscaba un cambio radical, o más bien la revitalización del populismo, y fue plegada a una propuesta la cual, una vez más, ofrecía hacer una revolución, como era consigna característica de los caudillos venezolanos en el siglo XIX.

Solamente una sociedad en descomposición y con una débil institucionalidad podía elegir a un fallido militar golpista. Pero el chavismo no se convirtió solamente en un régimen autoritario ni dictatorial convencional, hoy en día es evidente cómo era pretendido desde un principio el establecer un sistema totalitario como ocurrió en los modelos socialistas del siglo XX cuyas secuelas fueron terribles.

Sus resultados fueron opresión, hambrunas en masa, y el exilio de personas emigrando en busca de mejores niveles de vida.

Esto lo demuestra Stéphane Courtois en el libro negro del comunismo cuando reseña los estragos de esos modelos en los pueblos donde fue aplicado (Courtois). La historia demostraba la ineficacia de construir economías anti mercado, con predominio del Estado en el control y manejo de los medios de producción.

A pesar de esa realidad comprobada, Chávez pretendía instaurar el socialismo que contó en sus comienzos con buena parte de apoyo de la sociedad venezolana. Sus largas cadenas y las constantes movilizaciones de masas eran realizadas en función de consolidar su liderazgo.

Los proyectos totalitarios poseen altos niveles de movilización, como expresa Juan José Linz, a diferencia de los meramente autoritarios, los cuales cuentan con una participación limitada (Linz).

 Las constantes marchas y movilizaciones ayudaban a fomentar los antagonismos sociales y la confrontación con los adversarios políticos del chavismo, que eran asumidos en el discurso político como los enemigos de toda la Nación.

El gobierno representa, en teoría, los intereses de los desfavorecidos.

Estas manipulaciones del socialismo son bien explicadas por María Mata: “En la Venezuela socialista, soñada como un sueño de igualdad, el gobierno se ha convertido en el detentor exclusivo de los intereses colectivos, y esta sumisión de la sociedad al Estado compromete la esencia misma de la Democracia…” (Mata).

Al declararse antidemocrático desde sus orígenes, la oposición es excluida de la nueva propuesta política.

Se asumía la política como una relación amigo-enemigo, como planteara Carl Schmitt (Schmitt). Un proyecto socialista, el cual desde siempre mostró su rostro autoritario y excluyente, aspiraba a la sumisión del ciudadano a los intereses colectivos determinados por el Estado.

A pesar de su ambigüedad, desde el comienzo el socialismo del siglo XXI no se puede asumir como un proyecto indeterminado como expresa Alfredo Ramos, aunque lógicamente mezcle ideas confusas, y no se base en un sistema coherente teóricamente expresado. López Maya expone que el concepto de socialismo del siglo XXI en su inicio, y sobre todo durante la campaña electoral de Chávez...fue fundamentalmente un concepto hueco, donde cada cual como elector interpretó como quiso” (López).

Es cierto que el socialismo del siglo XXI genera ambigüedad en el electorado, incluso entre quienes apoyan el chavismo, pero si tiene claras líneas ideológicas en el sentido de la consolidación de un control del Estado de la economía y la sociedad en general, la búsqueda del hombre nuevo, la manipulación de la realidad para construir una nueva utopía de felicidad y prosperidad general para los excluidos.

Las ideologías como el socialismo totalitario son construcciones míticas de la realidad, no basada en hechos o en una racionalidad instrumental, sino en la visión utópica de la búsqueda de la igualdad, pero en un escenario que acaba con la libertad y la prosperidad. Entenderlo de esa manera ofrece mejores posibilidades de comprender el fenómeno político venezolano. José Blanco acierta al plantear que: la semántica del socialismo del siglo XXI no representa una teoría reflexiva racional del sistema que le permita describir adecuadamente sus problemas, sino que por el contrario se trata de un dispositivo de inmunización frente a las irritaciones del entorno. El socialismo del siglo XXI sirve para dibujar un futuro presente en el cual se posan las expectativas de una mejor vida (Blanco).

Es una ideología mítica e utópica de búsqueda de la igualdad y el bien común pero cuyos resultados son siempre negativos.

El gobierno siempre tuvo claro cuál sería el norte de sus políticas, la cercanía y continuas muestras de admiración de Chávez al régimen cubano era un claro indicativo.

Entre más fue ganando poder, el chavismo decide radicalizar abiertamente su proyecto socialista, ante eso acentuó sus políticas económicas empobrecedoras, las cuales acorralaron la propiedad privada y el mercado, como en todos los proyectos marxistas socialistas llevados a cabo a lo largo de la historia.

La opresión de los controles económicos y la ruina de la economía venezolana

 Milton Friedman argumentaba en su texto la libertad de elegir, sobre la tiranía de los controles y su impacto negativo en la economía (Friedman y Friedman). El problema de eliminar el mercado es precisamente que les quitan el poder de decisión a los individuos. Igualmente, se les indica a los empresarios qué deben producir.

La historia ha demostrado en reiteradas oportunidades lo pernicioso de los controles económicos, entre más opresivos más daños generan a la economía. Como explican Robert Schuettinger y Eamonn Butler, en los últimos 46 siglos, por lo menos, El socialismo del siglo XXI y la crisis de la sociedad venezolana 48 los gobiernos de todo el mundo han tratado, de tiempo en tiempo, de fijar salarios y precios.

Cuando sus esfuerzos fracasaban, como sucedía usualmente, los gobiernos echaban la culpa de ello a la perversidad y deshonestidad de sus súbditos, más que a la ineficacia de la política oficial. Las mismas tendencias subsisten hoy (Schuettinger y Butler).

De la misma forma Murray Rothbard analiza en su texto para una economía con sentido, lo perjudicial de la fijación de precios a lo largo de la historia:

“En todas las épocas, en todas las culturas, los controles de precios nunca han funcionado. Siempre han fracasado” (Rothbard).

La confrontación Estado-sector privado que trae la fijación de precios ha generado crisis económicas a lo largo de la historia. Los discursos políticos de los socialistas en contra de los ricos empresarios son para justificar las acciones violatorias de la propiedad privada. Ya Rand advertía: “todo aquel que diga que ser rico es malo es un saqueador” (Rand). De esa manera, los gobiernos, con la excusa de aplicar políticas redistributivas, empezaron a saquear constantemente la empresa privada con diferentes medidas.

Se le quita al que produce, para darle a quien no produce.

Es atacada constantemente la propiedad privada a través de esos controles. Esto lo hizo el gobierno chavista con su política de control de precios y control de cambio a partir del 2003.

Por tal razón, el proyecto chavista siempre buscó controlar y afectar la propiedad privada.

Los controles del Estado fueron percibidos por los economistas liberales desde siempre como una seria amenaza para el libre mercado, y era visto como acciones contraproducentes como explicaba Mises:

“El intervencionismo económico, supone que la autoridad pública, procura establecer para las mercancías, los servicios y los tipos de interés unos precios distintos de los que para ellos hubiera fijado un mercado libre de trabas” (Mises).

El pretender controlar los mercados por medio de la intervención de las autoridades para fijar precios, salarios e intereses, hacía retroceder la tasa de beneficios y la inversión productiva.

Ahora tienen más vigencia los pensamientos de Mises en su obra “el socialismo”, donde bien explica lo perjudicial de los controles como parte de los mecanismos aplicados por el socialismo para progresivamente acabar con la propiedad privada:

Si el Estado se asegura una influencia siempre más importante sobre el objeto y los métodos de la producción, si exige una parte cada vez más grande del beneficio de la producción, la correspondiente al propietario se ve restringida de día en día, y, finalmente, Sólo le queda a este ultimo la palabra propiedad, vacía de sentido, pues la propiedad misma ha pasado enteramente a manos del Estado (Mises).

 Es evidente, como bien señala Mises, el fijar controles es un atentado a la propiedad, sobre todo cuando se mantiene como una política permanente y no transitoria, como hizo el chavismo, porque desde siempre su objetivo era acabar con la propiedad para instaurar el socialismo, aun antes de declararse abiertamente como un gobierno socialista.

El reconocimiento a la propiedad privada va más allá de una mera formalidad jurídica, se debe sancionar su libre uso y usufructo. Por consiguiente, las políticas tomadas por el chavismo son fiel reflejo de las ideas socialistas ortodoxas, con políticas cada vez más radicales en la medida que controlaba mejor las instituciones y concentraba el poder.

Se les indicaba cada vez más a las empresas qué bienes debían producir y su precio de venta al público, y el Estado a veces directamente era encargado de la distribución de la producción.

Se propuso primeramente debilitar la propiedad privada por medio de los controles de precio y de cambio. Luego, ya a partir del 2008, fue asumida una política mucho más agresiva de expropiación o confiscaciones directas de las empresas, que pasaron a manos del Estado.

Las consecuencias han sido las mismas históricamente suscitadas: ineficiencia, corrupción y la progresiva escasez de bienes y servicios proporcionados tradicionalmente, por las empresas privadas.

Las industrias expropiadas pasan a constituirse en un motín del saqueo, para el disfrute de los políticos que logran establecer su control sobre las mismas.

La escasez era el resultado lógico, y se dio el fenómeno conocido popularmente como bachaqueo, es decir, revendedores de productos regulados.

Parte de la ciudadanía al no conocer cómo funciona la economía, responsabilizaron a los llamados bachaqueros del alza de los precios de los artículos de primera necesidad.

La historia económica ha demostrado una premisa elemental: ante los controles surgen los mercados paralelos.

Es lo que Huerta denomina como el surgimiento de una economía oculta a partir de las políticas socialistas: “La aparición, por tanto, de una sociedad o economía oculta, sumergida o «irregular» es una característica inseparable del socialismo, y aparece siempre, en la medida y en las áreas en que éste ejerza su actividad coactiva” (Huerta). Esa economía oculta expresa los rezagos de una economía libre, la cual intenta vulnerar los controles estatales.

El precio del dólar en Venezuela por ejemplo, era reflejado a través del portal dólar today u otros portales electrónicos, cuya tasa de cotización siempre ha estado muy por encima del valor fijado por el gobierno. Sus altos precios muestran la realidad de un mercado donde no hay confianza ni libertad.

Ante la escasez de bienes debido a esos controles, los precios forzosamente terminan por aumentar ante una oferta incapaz de cubrir la demanda. Decir que la culpa de la inflación en Venezuela es del llamado bachaquero o de dólar today, es desconocer los fundamentos claves de la teoría económica, es confundir causas con consecuencias.

Huerta (2001), nuevamente nos explica por qué las políticas socialistas generan tales niveles de escasez de bienes:

El socialismo provoca de manera generalizada y a todos los niveles sociales un agudo problema de escasez.

 La razón básica de este fenómeno radica en que la coacción institucional elimina de raíz la posibilidad de que la enorme fuerza del ingenio empresarial humano se dedique sistemáticamente a descubrir los estados de escasez así como a buscar nuevas y más efectivas formas de eliminarlos. Por otro lado, la imposibilidad de calcular económicamente los costes lleva, como hemos visto, a dilapidar gran parte de los recursos productivos en inversiones sin sentido lo cual ahonda y agrava aún más el problema de los escases (Huerta).

La falta de libre mercado impide que los recursos sean administrados correctamente y sean incentivadas las actividades productivas.

 De hecho, cuando es establecido un control sobre un producto, el empresario deja de producirlo para sustituirlo por otro bien con mejores ventajas y oportunidades de ganancia. Ante esa realidad, el Estado está forzosamente obligado a controlar cada vez más mayor cantidad de bienes y servicios.

Luego con la excusa de que el empresario no quiere producir los bienes necesitados por el pueblo se procede a la apropiación directa de las empresas. Posteriormente, ante la escasez, comienzan a inventar otras excusas, como el acaparamiento de bienes.

Debido a la incertidumbre constante ante políticas tomadas por las autoridades y una inflación cada vez mayor, el acaparamiento termina siendo otra consecuencia natural de los controles, como bien explica Huerta: “…los agentes económicos acaparan y guardan todos los bienes y recursos que pueden, pues la escasez sistemática hace inseguro y errático el adecuado suministro de bienes, servicios y factores de producción” (Huerta).

El acaparamiento señalado a algunos negocios en Venezuela es una medida de prevención tomada por los comerciantes ante posibles incrementos en el precio de mercancías, por eso prefieren retener los productos para en poco tiempo poderlos vender a precios más elevados.

Es la alta inflación e incertidumbre lo cual impulsa la especulación en torno al incremento cada vez mayor de precios.

Como argumenta Mises, la economía es necesariamente especulación, porque está organizada en función de un porvenir incierto. La especulación es el nexo intelectual que une los diversos actos económicos a este conjunto inteligente el cual es la economía (Mises).

La especulación y el acaparamiento son medidas de prevención utilizadas por los comerciantes impulsados por la misma dinámica del mercado.

Los precios no bajan por decretos ni amenazas, esto solamente genera más desconfianza e incrementa aún más el precio de los bienes.

La escasez es el resultado natural del control de precios y de cambio. Un informe del Banco Central de Venezuela en el 2012 señala que el índice que mide la escasez en el Área Metropolitana de Caracas con base al monitoreo de 33 productos-, “ cerraron con niveles de escasez grave, que superan el 40% (Banco Central de Venezuela).

Las largas colas en los supermercados para adquirir bienes regulados de primera necesidad evidencian una sociedad depauperada.

Las medidas de aumento salarial terminan perjudicando a los trabajadores y empresarios por igual. Son incrementos nominales más no reales y causan más inflación al ser financiados a través de la emisión monetaria por parte del Banco Central de Venezuela. Sánchez Melean explica lo desacertado de las políticas económicas del gobierno y su arbitrariedad:

Una economía se maneja con decisiones acertadas de política macroeconómica, y no con órdenes arbitrarias o imposibles de cumplirse, como la de fijar precios a más de medio millón de bienes y servicios sustituyendo al mercado.

Cada día es más cierto, que la economía planificada centralmente y además militarizada como en Venezuela, es un rotundo fracaso (Sánchez).

El problema es querer aplicar nuevamente un modelo ineficiente, anti mercado, el cual únicamente provoca una crisis aguda con el fin de eliminar la libertad de los individuos. Las cifras son contundentes, el Banco Central de Venezuela publicó que al cierre del año 2015 la inflación acumulada era de 180,9%, la más alta de nuestra historia (Banco Central de Venezuela, 2015).

Actualmente se está en un proceso hiperinflacionario del cual se desconocen cifras oficiales. Según el Fondo Monetario Internacional para finales del 2018 la inflación venezolana podría llegar a 1.000.000 %.

La recesión económica también ha sido muy fuerte. Según estimaciones de la firma Eco-analítica, el PIB venezolano ha retrocedido en los últimos años:

La caída del producto interno Bruto en los últimos años ha sido muy fuerte, y se espera que en el 2018 sea estrepitosa. Aunque no se ha erradicado completamente la empresa privada, no hay duda que ese es el objetivo final de todas las políticas del Estado desde que llegó el chavismo al poder.

El programa de ajuste lanzado recientemente por Nicolás Maduro a partir de la reconversión monetaria entrada en vigencia el 20 de agosto del 2018, implica más control del Estado y persecución a la empresa privada.

Los controles acaban con la economía como se ha demostrado, esto provoca el cierre acelerado de empresas.

Las economías más controladas por el Estado como Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador, naciones pioneras en la aplicación del socialismo del siglo XXI, tuvieron un ingreso per cápita muy inferior al de los países con más libertad económica como Chile, Uruguay, Colombia y Perú.

Venezuela es el país latinoamericano con menor grado de libertad, y en el ranking ocupa el puesto 179, solamente detrás de Corea del norte.

El contraste en cuanto a calidad de vida entre Chile y Venezuela por ejemplo, son evidentes.

A mayor libertad económica mejor es la tasa de crecimiento.

Ante el fracaso del socialismo del siglo XXI en América Latina, siempre son culpados otros, como plantean Axel Kaiser y Gloria Álvarez al explicar la trampa del populismo en Latinoamérica:

“Esta obsesión por culpar a otros sigue estando tan viva como nunca y es una característica decisiva de los movimientos populistas que han llevado a la ruina a países de América Latina” (Kaiser y Álvarez).

En el caso de Venezuela son culpables la guerra económica, el imperialismo, la burguesía interna, entre otros, para ocultar las fallas del modelo político.

El problema de fondo es la aplicación de ese modelo socialista que en sus diferentes matices siempre busca eliminar el mercado y eso provoca ruina a las Naciones.

Pero el socialismo busca mantener nuevos mecanismos de control.

El socialismo y la trampa de las políticas sociales Las llamadas políticas sociales han sido convertidas en la punta de lanza de los defensores del modelo socialista. En teoría, el socialismo marxista, tanto del siglo XXI como el tradicional, siempre aboga por la solidaridad, por la ayuda a los más necesitados, por el igualitarismo social y el colectivismo. Un modelo el cual debe favorecer a los desvalidos, a diferencia del Estado burgués, que defiende los “intereses del capital”.

Por tal razón, se le da tanta importancia a crear una nueva ética, la cual no promueva el deseo de ganancia sino la solidaridad entre las personas, ayudar a los necesitados.

Todo eso suena muy bien en la teoría, pero en la práctica resulta algo completamente diferente.

Uno de los principales argumentos plantea que la mayoría y más importantes avances de la revolución bolivariana han sido conseguidos precisamente en el terreno social.

No obstante, muchas políticas sociales no son realmente nuevas y ya fueron aplicadas durante la socialdemocracia, pero el chavismo intentó reimpulsarlas y hacerlas llegar a más ciudadanos.

En Europa y Estados Unidos existen políticas sociales dirigidas a los más vulnerables. Pero ese Estado de bienestar genera grandes gastos a los gobiernos. Murray Rothbard, al analizar la economía de los Estados Unidos y sus políticas sociales, explica los males producidos por esto a la sociedad:

Los economistas están particularmente alarmados por al hecho de que, cuanto más se subvenciona cualquier producto, servicio o condición, más habrá de ese producto, servicio y condición.

Podemos tener a tanta gente cobrando ayudas sociales como estemos dispuestos a pagar. (Rothbard)

Las políticas de asistencia social, lejos de acabar con la pobreza, solamente logran un incremento de la demanda de personas solicitando esas ayudas.

A pesar que en Estados Unidos y Europa existe una mayor cultura del trabajo y de superación personal, no por eso deja de haber individuos quienes deseen vivir del Estado en lugar de trabajar.

En el caso venezolano, con la renta petrolera ha sido fomentada desde muchas décadas atrás la ilusión de ser una Nación rica, en consecuencia, los ciudadanos se creen con derecho a demandar cada vez más subsidios por parte del gobierno.

 El actual gobierno bolivariano ha explotado al máximo esa mentalidad populista del pueblo venezolano, y busca expandir las ayudas sociales a cada vez mayor cantidad de personas. Eso solamente implica aceptar que no hay un plan estructural para resolver el problema de la pobreza, y por consiguiente, es necesario un mayor número de familias dependientes de las ayudas estatales.

El control político es lo fundamental.

Lissette González y Tito Lacruz realizan un balance de las políticas sociales del gobierno en el 2008 y concluyen que las misiones sociales tienen un carácter improvisado y que su principal objetivo es la movilización política (González y Lacruz).

 Las misiones educativas tenían la finalidad de uniformar la mentalidad y posición de los ciudadanos en favor del régimen.

Nunca se trató de ayudar a la población, sino se trataba de mantener controladas a las personas.

Según Montesquieu, la desgracia de una República es que se entronicen en ella los amaños: esto acontece cuando ha sido corrompido el pueblo a fuerza de dinero: cesa entonces de apasionarse y se aficiona a las dádivas, mas no a los negocios (Montesquieu).

 La crisis de la sociedad venezolana pasa entonces por esa cultura del paternalismo de Estado, la cual no permite su superación personal.

El objetivo real de esas políticas por parte del gobierno bolivariano es chantajear y controlar a la población con fines clientelares, es sabido que es más fácil dominar una sociedad sobre la base de la necesidad.

Al arruinar progresivamente la economía privada, los venezolanos requieren cada vez mayores subsidios del gobierno para poder sobrevivir, eso sobre todo ante el aumento desmedido de la hiperinflación.

De esa manera, fueron creadas políticas como las bolsas de comida, las Misiones Adulto Mayor, Madres del Barrio, y otra serie de medidas dirigidas supuestamente a los más necesitados.

Eso solamente hace que la pobreza se multiplique en la sociedad venezolana.

 Por supuesto, el gasto púbico ha sido elevado exponencialmente al mantener cada vez mayores sectores de la población de manera improductiva.

El fracaso de esas misiones sociales, se reflejan en el aumento de la pobreza.

El instituto Nacional de Estadística señala que 33,1% de los hogares estaban en condición de pobreza por ingresos para el primer semestre del 2015.

En el primer semestre de 2014, el porcentaje era de 29,4%.

Entre el 2014 y 2015 unos 318.238 hogares pasaron a la pobreza y se alcanzó una cifra total de 2.434.035.

Desde el primer semestre del 2006 no se registraba en el país una cifra de pobreza de estas dimensiones.

El INE reconoce que para la primera mitad del 2015 el 9,3% de los hogares estaban en condición de pobreza extrema, esto representa un aumento de casi un punto porcentual en comparación con el 2014 (Infobae).

En los últimos años ni el Banco Central de Venezuela ni el INE publican cifras oficiales, como intento de ocultar la realidad. Pero eso demuestra el fracaso de un proyecto socialista.

Las misiones no son una solución real a los problemas sociales.

Mientras más aumenta la pobreza más se usan esas políticas sociales como chantaje político.

En el gobierno de Nicolás Maduro fueron llevadas al paroxismo esas prácticas clientelares.

Los bonos dados a través del Carnet de la Patria, demuestran cómo una población depauperada intenta ser controlada por medio de las ayudas del gobierno.

Hannah Arendt explica cómo el totalitarismo reduce a los hombres a sus funciones básicas de subsistencia, es decir, a nivel de su animalidad natural, despojándolos de todas las garantías políticas que los reivindican como ciudadanos (Arendt).

El hombre deja de exigir derechos, comienza simplemente a buscar medios para sobrevivir dentro de una catástrofe social y económica.

Liberar a los individuos de esa dependencia de las ayudas estatales permitirá realmente construir una economía productiva la cual dependa es de la innovación y emprendimiento de sus ciudadanos.

Emancipar al hombre del dominio del Estado y la miseria del socialismo es fundamental.

Conclusión

El socialismo, desde sus orígenes europeos, tanto en el plano teórico como en el empírico, siempre ha probado su inviabilidad, teniendo resultados perniciosos para las mayorías.

Más que una ideología de la redención ha sido un instrumento para la dominación de las masas a través de su manipulación política.

El llamado socialismo del siglo XXI mantiene los postulados clásicos del marxismo, a pesar de querer revestirlo de un carácter democrático.

Pero sostiene los principios de un modelo económico anti mercado para crear una economía de las equivalencias, para en teoría buscar los intercambios igualitarios, cuyos resultados nunca funcionan en la práctica.

El gobierno bolivariano ha estado basado en esos ideales, pese a que Dieterich planteara que en Venezuela nunca fue aplicado realmente un socialismo del siglo XXI.

Pero termina siendo nuevamente una excusa, cuando es instaurado un modelo en el cual efectivamente se intenta acabar con la economía de mercado y con el sistema de democracia liberal, como ha sucedido en Venezuela, y provoca resultados desastrosos, se dice entonces que no se aplicó correctamente los principios del socialismo tal como ocurrió en la Unión Soviética.

Por eso este trabajo parte primeramente de una crítica al socialismo como modelo económico-político, que es el problema de fondo, no su mala aplicación o incorrecta interpretación, pese a los matices y particularidades los cuales ciertamente han existido.

Sin un mercado libre no hay inversión y desarrollo, esto solamente produce mayor aumento de la pobreza como han sostenido acertadamente los economistas liberales como Mises y Hayek.

La política de control de precios, de cambio, las expropiaciones, las políticas sociales, todo forma parte de un plan deliberado y orquestado para eliminar progresivamente la libertad de los individuos y someterlos a los controles del Estado.

Las mismas formas del llamado poder popular para ejercer la democracia directa no son más que otra manera de control sobre las comunidades.

Superando las ideas socialistas, será posible construir una economía próspera, con libertades políticas y económicas, al tener un Estado limitado en sus competencias, con fortalecimiento de las instituciones para abandonar definitivamente la búsqueda de utopías irrealizables y líderes redentores los cuales solamente crean nuevas formas de opresión.

viernes, 21 de febrero de 2025

Agustín Laje Arrigoni es un escritor, conferencista, y politólogo argentino de extrema derecha

 



AGUSTÍN LAJE

Agustín Laje Arrigoni es un escritor, conferencista, y politólogo argentino de extrema derecha. Es fundador y presidente de la Fundación Libre, un think tank​ de ideología conservadora.​ Laje ha promovido puntos de vista considerados homofóbicos.​ Es opositor de la eutanasia, del matrimonio igualitario, de la adopción homoparental, y del aborto incluso en casos de violación. Es uno de los principales promotores latinoamericanos de la teoría conspirativa de extrema derecha llamada marxismo cultural.

Inicios y estudios

Laje nació el 16 de enero de 1989 en CórdobaArgentina. Sus primeros escritos sobre política fueron en el año 2006, publicando en la sección «Carta de lectores» del diario La Nación; posteriormente redactó columnas en el diario La Nueva Provincia,​ y tuvo participaciones en otros medios de prensa como La PrensaInfobaeLa Voz del InteriorPerfil y la revista Forbes.

Comenzó la carrera de ingeniería en sistemas en el Instituto Universitario Aeronáutico. Mientras estudiaba esa carrera, publicó su primera obra, Los mitos setentistas: Mentiras fundamentales sobre la década del 70. Este libro le permitió obtener una beca para estudiar contraterrorismo en el Centro William J. Perry de la National Defense University, en Washington D. C., una institución del Departamento de Defensa de los Estados Unidos ​Cuando regresó a Argentina en 2011, abandonó la carrera de ingeniería. En 2020, se tituló como magíster en filosofía por la Universidad de Navarra.

Trayectoria

En 2013, junto al escritor Nicolás Márquez, publicó Cuando el relato es una farsa: la respuesta al relato kirchnerista, donde critica la postura del kirchnerismo sobre la última dictadura de Argentina.​ El libro fue rechazado por organismos de derechos humanos locales y organizaciones de apoyo a los juicios por delitos de lesa humanidad, los que lo repudiaron y lograron cancelar su presentación en Bahía Blanca.

En 2016, también junto a Márquez, publicaron en la Unión Editorial El libro negro de la nueva izquierda: Ideología de género o subversión cultural. En él critican el feminismo de tercera ola y la «ideología de género», elementos que consideran herramientas del marxismo cultural. Una de las polémicas que generó este libro se originó al afirmar que una corriente feminista estaba apoyando al movimiento activista pedófilo.​ Por este motivo la actriz y conductora Malena Pichot lo entrevistó en un programa radial, generando un debate que se hizo viral en las redes sociales.​ También participó junto a Márquez en un debate con la locutora Patricia del Río, en la emisora radial peruana

En 2018, la presentación del libro en el marco de la 44.ª edición de la Feria del Libro provocó el rechazo de organismos de derechos humanos, organizaciones sociales y políticas, que se expresaron mediante «cantos y consignas referidas al negacionismo, el odio y la discriminación que promueven estos autores».19

Episodios controvertidos

En agosto de 2018, en una conferencia junto con Nicolás Márquez en un colegio secundario de la provincia de Neuquén, tuvieron una confrontación con los estudiantes debido a que hicieron declaraciones consideradas como homofóbicas y discriminatorias. Márquez en respuesta dijo: «La homofobia es una construcción idiomática de carácter peyorativo para desacreditar a todo aquel que opine que un hombre vestido de mujer no es una mujer».2021​ Estos dichos fueron objetivo de una declaración de repudio por parte de diputados nacionales, que tildaron a la charla como discriminatoria y ofensiva con la comunidad LGBTIQ.

El 13 de junio de 2019, Laje y Márquez iban a dar una conferencia llamada El peligro de los falsos derechos: Deconstruyendo el feminismo y la ideología de género en la Universidad La Salle (Ciudad de México). Dicha conferencia fue cancelada luego de que más de ciento treinta alumnos de la universidad firmaran una carta pidiendo su cancelación.

Crítica e ideología

Las ideas de Laje han sido catalogadas como ultraconservadoras, de ultraderecha24​ y antifeministas por diferentes medios de comunicación . Las declaraciones de Laje han sido consideradas como machistas, racistas y LGBTfóbicas en varias oportunidades. Laje se considera a sí mismo de derechapaleolibertario​ minarquistaantifeminista.​ Es activista provida, por ende, está en contra de despenalizar el aborto inducido y la eutanasia. Laje define la «ideología de género» como un conjunto de «[...] ideas anticientíficas que, con fines políticos autoritarios, desarraiga de la sexualidad humana su naturaleza y tiende a explicarla exclusivamente a partir de la cultura. Así, nuestra realidad sexual, como hombres o mujeres, sería una mera construcción social, anulando nuestras determinaciones naturales».​ Ha expresado su repudio hacia varios pensadores y escritores, entre ellos Judith Butler o Simone de Beauvoir, a quien denomina como «vocera del filicidio». Esto generó varias críticas por parte de diversos grupos de feministas.

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