César Hildebrandt
Es muy gracioso todo esto. Como sucedió que Susan Hoefken escondió el pulmón de la muestra en torno al cuerpo humano y le mintió al país hasta la vergüenza, entonces sale el doctor García a decir que el Perú fue calumniado y que Hoefken es peruana “de casualidad” y que debería renunciar a la nacionalidad que ha traicionado.
Y la ministra Aráoz, que es martillera pública de lo que queda del Perú en el remate leonino impuesto por García, sale a decir lo mismo: que la Hoefken no es patriota y que nos ha hecho un daño irreparable, inmenso, indignante.
Como si Susan Hoefken no fuera una peruanaza de Eisha, una criollaza de Punta Hermosa y una votante potencial de García o Fujimori.
De comprobarse plenamente, la historia de la mentira de Susan Hoefken es tan o más repugnante que el robo que no ocurrió y que fue comentado por toda la prensa internacional como “robo primerizo”, a pesar de que en Australia, como se ha sabido ayer, alguien se había robado, en el 2007, un tobillo de la misma exposición y en esa ocasión no hubo ni mentira ni retorno.
En todo caso, la señorita Hoefken ha demostrado –como si eso fuera necesario- que en el Perú la pendejada es arte de frente de clases, cosmogonía horizontal y sistema de antivalores que va del taxista que se cruza en rojo al banquero que va al SIN a pedirle favores judiciales a Montesinos.
García parece haber querido decir que la reputación del Perú estaba en manos de Susan Hoefken. Y que, como Susan Hoefken es tan pericota como algunos de sus ministros, entonces, ¡uf!, nos salvamos, éramos limpios, arriba Perú, no nos ganan Zambo Cavero, no nos ganan.
¿Acaso Susan Hoefken no encarna, con apellido importado y alma criolla, la afición nacional por la trampa y el cuento?
Salida de un colegio privado limeño, educada con los valores carniceros de buena parte de la clase media alta, pasante de una universidad limeñísima, ¿en qué se diferencia Susan Hoefken del candidato presidencial que miente para ganar, de los que han urdido el fraude de Paita, del ex ministro de Salud que hizo desaparecer 830 cajas de documentos administrativos y contables?
¿Quién es peor? ¿La neumónica Hoefken o el petrolero “Bieto” Químper? ¿Lapidamos a la Hoefken y condecoramos a Rómulo León? ¿O sólo lo olvidamos, como quiere García?
Susan Hoefken tiene la naricita respingada y el pelito claro de la beautiful people. Pero ha crecido en un país donde los presidentes roban y/o matan.
Y en donde Doe Run se burla del Perú, la publicidad miente sin pausa, los impuestos suelen ser burlados, la prensa esconde todo lo que puede, nadie resulta responsable político de la mutua matanza de Bagua, el aeródromo de Collique se vende en contra de la ley, el Instituto Nacional de Estadística es obligado a mentir para favorecer al gobierno, no hay un solo preso por la porquería de Convial en el Callao, un comentarista económico de RPP figura como socio de cobranzas de César Gutiérrez, se nombra a un ministro que apareció cayéndose de borracho y que terminó recibiendo plata negra de Business Track.
Y no sigo para no aburrir y para no rendirle homenaje a Leo Spitzer y a su definición de la enumeración caótica.
De modo que estemos claros: Susan Hoefken es una mentirosa. Pero es más peruana que la mazamorra morada.
Tan peruana como el doctor García que, a pesar de tener bienes inmuebles en París o Bogotá, siempre será vecino de este país nuestro al que le debe tanto y donde ha tenido una experiencia tan enriquecedora.
Es muy gracioso todo esto. Como sucedió que Susan Hoefken escondió el pulmón de la muestra en torno al cuerpo humano y le mintió al país hasta la vergüenza, entonces sale el doctor García a decir que el Perú fue calumniado y que Hoefken es peruana “de casualidad” y que debería renunciar a la nacionalidad que ha traicionado.
Y la ministra Aráoz, que es martillera pública de lo que queda del Perú en el remate leonino impuesto por García, sale a decir lo mismo: que la Hoefken no es patriota y que nos ha hecho un daño irreparable, inmenso, indignante.
Como si Susan Hoefken no fuera una peruanaza de Eisha, una criollaza de Punta Hermosa y una votante potencial de García o Fujimori.
De comprobarse plenamente, la historia de la mentira de Susan Hoefken es tan o más repugnante que el robo que no ocurrió y que fue comentado por toda la prensa internacional como “robo primerizo”, a pesar de que en Australia, como se ha sabido ayer, alguien se había robado, en el 2007, un tobillo de la misma exposición y en esa ocasión no hubo ni mentira ni retorno.
En todo caso, la señorita Hoefken ha demostrado –como si eso fuera necesario- que en el Perú la pendejada es arte de frente de clases, cosmogonía horizontal y sistema de antivalores que va del taxista que se cruza en rojo al banquero que va al SIN a pedirle favores judiciales a Montesinos.
García parece haber querido decir que la reputación del Perú estaba en manos de Susan Hoefken. Y que, como Susan Hoefken es tan pericota como algunos de sus ministros, entonces, ¡uf!, nos salvamos, éramos limpios, arriba Perú, no nos ganan Zambo Cavero, no nos ganan.
¿Acaso Susan Hoefken no encarna, con apellido importado y alma criolla, la afición nacional por la trampa y el cuento?
Salida de un colegio privado limeño, educada con los valores carniceros de buena parte de la clase media alta, pasante de una universidad limeñísima, ¿en qué se diferencia Susan Hoefken del candidato presidencial que miente para ganar, de los que han urdido el fraude de Paita, del ex ministro de Salud que hizo desaparecer 830 cajas de documentos administrativos y contables?
¿Quién es peor? ¿La neumónica Hoefken o el petrolero “Bieto” Químper? ¿Lapidamos a la Hoefken y condecoramos a Rómulo León? ¿O sólo lo olvidamos, como quiere García?
Susan Hoefken tiene la naricita respingada y el pelito claro de la beautiful people. Pero ha crecido en un país donde los presidentes roban y/o matan.
Y en donde Doe Run se burla del Perú, la publicidad miente sin pausa, los impuestos suelen ser burlados, la prensa esconde todo lo que puede, nadie resulta responsable político de la mutua matanza de Bagua, el aeródromo de Collique se vende en contra de la ley, el Instituto Nacional de Estadística es obligado a mentir para favorecer al gobierno, no hay un solo preso por la porquería de Convial en el Callao, un comentarista económico de RPP figura como socio de cobranzas de César Gutiérrez, se nombra a un ministro que apareció cayéndose de borracho y que terminó recibiendo plata negra de Business Track.
Y no sigo para no aburrir y para no rendirle homenaje a Leo Spitzer y a su definición de la enumeración caótica.
De modo que estemos claros: Susan Hoefken es una mentirosa. Pero es más peruana que la mazamorra morada.
Tan peruana como el doctor García que, a pesar de tener bienes inmuebles en París o Bogotá, siempre será vecino de este país nuestro al que le debe tanto y donde ha tenido una experiencia tan enriquecedora.
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