Hay un viejo adagio que afirma que más que preocuparse por lo que ocurrirá en el último año de gobierno, hay que tomar todas las precauciones respecto a lo que pasará en el penúltimo. Ya llevamos varios meses en la pre-despedida de Alan García y poco a poco nos damos cuenta que nos la está volviendo a hacer. ¿Alguien puede creer que obras por cientos de millones de dólares se pueden comenzar ahora y terminar antes del 28 de julio de 2011? El presidente parece tan convencido de ello, como hace un tiempo lo estaba que la economía iba a crecer 6% este año. Pero los suspicaces tienden a pensar otra cosa. Y es que bajo la cobertura de la marcha acelerada, se debilitan los controles y se facilitan los arreglos bajo la mesa.
Una característica del penúltimo año es precisamente que ya no hay tiempo para armar nuevos proyectos y establecer prioridades. Por eso es ahora Palacio el que dice donde se pondrá el dinero, que puede ser para el tren eléctrico, el nuevo hospital del niño o la compra de tanques. Es posible que esta lista se incremente, pero de cualquier modo se trata de varios cientos de millones de dólares para desembolsar en cortos tiempos y con autoridades de supervisión altamente discutibles. Ahora es quizás que se puede ver con más claridad lo que estaba en juego en el tema del nombramiento del nuevo contralor que tomó varios mese de fines del 2008 y comienzos del 2009, que en algún momento pudo haber concluido en la designación de una falsa ingeniera y que terminó en un anodino personaje que hasta ahora no es mucho mejor que nada.
En realidad hay veces en que se siente la tentación de decir que lo que hubo de transicional entre 2000 y 2006, fue el aprendizaje de cómo pasar de la corrupción fujimorista con su sistema de doble gobierno: visible e invisible (que luego salió en los videos), y sus autoridades duras y cínicas como el ex contralor Caso Lay (prófugo), la ex fiscal Nélida Colán y otros, la prensa con silencio comprado, etc.; a uno donde con la misma voluntad de corrupción y continuismo, había que actuar de manera más abierta , donde la autoridad de control era aún más cínica y ladina, pero aparentemente menos dura, cuyo personaje emblemático es el ex contralor Matute, hoy alto comisionado anticorrupción y socio de Javier Velásquez Quesquén, donde la prensa levanta escándalos todos los días, pero la clave es cómo se escogen los escándalos y contra quién se dirigen las campañas y que han encontrado en el parlamento el distractivo preciso para evitar las cuestiones de fondo.
Un ejemplo de lo que decimos lo hemos tenido este año con la concesión de Paita y el Proyecto Taboada (aguas residuales de Lima), ambos con severos cuestionamientos técnicos e informes “previos”, con “salvedades” de parte de la Contraloría, elaborados a pedido del Ejecutivo, para convalidar decisiones tomadas. Un típico caso de sí, pero no, que trata de salvar responsabilidades y no de cautelar el patrimonio nacional, y que se está repitiendo en el caso de los tanques chinos, donde se dice que la decisión está tomada, pero que la Contraloría va a cumplir con su informe, que en realidad debería haber existido para que la decisión se tome o no se tome, porque se le ha asignado carácter vinculante y de cautela del interés de la sociedad. Ni que decir del papel de la gran prensa, que por ejemplo sigue tomando como una majadería la denuncia de que los concesionarios supuestamente portugueses - peruanos de Paita, esconden la presencia de un expansivo grupo portuario chileno, que el verdadero interesado en el negocio. ¿Será cierto, lo que se dice, que uno de los periódicos que con más ahínco se juega a ocultar los puntos oscuros de esta privatización, ha tenido a su director asociado con una muy bien pagada consultoría sobre el tema. ¿Y qué pensar sobre el tren? ¿Por qué nadie plantea la pregunta del millón (de muchos millones) de si la asignación de este proyecto fue en realidad una toma y daca para retirar las apelaciones en el caso Taboada y dejárselo a los españoles? ¿Se acuerdan que uno de gaffes de Allison fue denunciar un soborno relacionado con Taboada, que no se atrevió a explicitar?
Puede convenirse en una cosa, que al llegar al penúltimo año se acaban los tiempos para las obras grandes y los compromisos con aquellas empresas que según Alan García son las únicas que valen la pena. Así que la danza de las inversiones estando por acabarse se vuelve más riesgosa que nunca. Pero hay un problema adicional. Y es que en este penúltimo año también se están perdiendo las formas y las más caras para usar los mecanismos judiciales para limpiar la corrupción ya detectada. Nos referimos al visible arreglo con los fujimoristas para facilitar la liberación de sus puntales y al propio manejo tramposo que se está haciendo de los casos de los petroaudios y el chuponeo. Efectivamente el tiempo se acaba y ha llegado el momento de liberar al general Chacón y a los militares montesinistas, así como de empezar a arreglar con los Crousillat y la mafia de la prensa de los 90. Y también de enterrar los petroaudios en la confusión jurídica (declararlos pruebas ilegales y presumir que los delitos “no se cometieron”), mientras García desfila por el despacho de la jueza Martínez en calidad de casi única víctima del chuponeo, sin que la magistrada de marras se atreva en ningún momento a poner sobre la mesa las relaciones de Business Track y el gobierno, que es la madre de muchas batallas de estos últimos años.
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