Que a Lourdes Flores la salgan a defender la señora Beatriz Merino y el señor Luis Castañeda Lossio es algo que no debería calmarla.
La señora Merino alguna vez se defendió a sí misma después de cometer un hecho que, desde la perspectiva de la administración pública, fue muy impropio.
Y en cuanto al señor Castañeda Lossio, algún día se sabrá de qué tamaños fueron las uñas de su administración, hasta dónde llegó la mano larga de sus incondicionales con BMW a la puerta y a qué cuentas fueron a parar las groseras sobrevaluaciones de su concreto en marcha.
Yo no sé si el señor Cataño es un narco. Lo que sí sé –porque lo entrevisté hace dos días en el 11- es que no tiene ninguna –repito: ninguna- respuesta convincente.
Ni para explicar su fortuna ni para explicar sus cambios de identidad y ni siquiera para decirnos por qué tiene dos nombres (o un nombre y un alias) y por qué demonios se siente absuelto cuando lo absuelven con el nombre que dice que ya no es suyo.
¿Y este puede ser el propietario de una empresa aérea? ¿Alguien que demostró que no sabe sumar ni multiplicar y ni siquiera recordar el monto de los impuestos que pagó o la magnitud de sus ganancias como importador de autos y camiones usados?
Lourdes Flores es una mujer intachable. Hasta ahora.
La pregunta es bien sencilla. Si hay una investigación por lavado de dinero que ha sido archivada en primera instancia, ¿por qué no esperar a que ese archivamiento se confirme tras la apelación que ha formulado la procuradora antidrogas Sonia Medina?
Ya sabemos que Sonia Medina es una funcionaria que puede ser irresponsable y que, además, es adicta a los reflectores públicos y secreta servidora de los muy oscuros intereses de la DEA en el Perú. Y ya sabemos que ha trabajado siempre en pared con un periodista de “El Comercio” metido en más de una porquería.
Pero por eso mismo, ¿qué le cuesta esperar a Lourdes Flores que la limpieza judicial de su cliente y ahora socio se ratifique?
Porque eso de meter las manos al fuego por alguien que no sabe decir ni qué utilidades obtuvo en los últimos años es más que un riesgo: es una temeridad.
Puede ser que el señor Cataño balbucee incoherencias porque es muy tímido o porque tiene la memoria averiada y el carácter roto. Puede ser.
Pero Lourdes Flores Nano es demasiado importante para la política peruana como para estar al lado de alguien que ha dado muestras de tener tantos flancos vulnerables.
Si Cataño sale limpio, mejor para Lourdes. Y mejor para todos. Pero si se le descubre lo que algunos temen que pueda estar escondiendo, ¿cómo quedaremos los que hemos creído siempre –a ojos cerrados- en la decencia personal y política de la presidenta del Partido Popular Cristiano?
La señora Merino alguna vez se defendió a sí misma después de cometer un hecho que, desde la perspectiva de la administración pública, fue muy impropio.
Y en cuanto al señor Castañeda Lossio, algún día se sabrá de qué tamaños fueron las uñas de su administración, hasta dónde llegó la mano larga de sus incondicionales con BMW a la puerta y a qué cuentas fueron a parar las groseras sobrevaluaciones de su concreto en marcha.
Yo no sé si el señor Cataño es un narco. Lo que sí sé –porque lo entrevisté hace dos días en el 11- es que no tiene ninguna –repito: ninguna- respuesta convincente.
Ni para explicar su fortuna ni para explicar sus cambios de identidad y ni siquiera para decirnos por qué tiene dos nombres (o un nombre y un alias) y por qué demonios se siente absuelto cuando lo absuelven con el nombre que dice que ya no es suyo.
¿Y este puede ser el propietario de una empresa aérea? ¿Alguien que demostró que no sabe sumar ni multiplicar y ni siquiera recordar el monto de los impuestos que pagó o la magnitud de sus ganancias como importador de autos y camiones usados?
Lourdes Flores es una mujer intachable. Hasta ahora.
La pregunta es bien sencilla. Si hay una investigación por lavado de dinero que ha sido archivada en primera instancia, ¿por qué no esperar a que ese archivamiento se confirme tras la apelación que ha formulado la procuradora antidrogas Sonia Medina?
Ya sabemos que Sonia Medina es una funcionaria que puede ser irresponsable y que, además, es adicta a los reflectores públicos y secreta servidora de los muy oscuros intereses de la DEA en el Perú. Y ya sabemos que ha trabajado siempre en pared con un periodista de “El Comercio” metido en más de una porquería.
Pero por eso mismo, ¿qué le cuesta esperar a Lourdes Flores que la limpieza judicial de su cliente y ahora socio se ratifique?
Porque eso de meter las manos al fuego por alguien que no sabe decir ni qué utilidades obtuvo en los últimos años es más que un riesgo: es una temeridad.
Puede ser que el señor Cataño balbucee incoherencias porque es muy tímido o porque tiene la memoria averiada y el carácter roto. Puede ser.
Pero Lourdes Flores Nano es demasiado importante para la política peruana como para estar al lado de alguien que ha dado muestras de tener tantos flancos vulnerables.
Si Cataño sale limpio, mejor para Lourdes. Y mejor para todos. Pero si se le descubre lo que algunos temen que pueda estar escondiendo, ¿cómo quedaremos los que hemos creído siempre –a ojos cerrados- en la decencia personal y política de la presidenta del Partido Popular Cristiano?
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