Los argumentos de Augusto Álvarez Rodrich (AAR) sobre por
qué el Congreso no sirve para la reforma tributaria, de donde sigue que hay que
darle al Ejecutivo (el MEF) facultades legislativas a pesar del riesgo de que
terminemos lamentando la decisión, son tres: mediocridad, corrupción e
ineficiencia. Pero si eso es así, habría que empezar más bien a discutir en
serio el cierre del Congreso ya que cualquiera materia que caiga en sus manos
estará atacada de estos males y producirá el peor resultado.
La presunción al lado de ellos es, por supuesto, que en
el gobierno y especialmente en las “islas de excelencia” de la economía (entre
ellas la propia SUNAT) están los expertos, los honestos y los eficientes que
harán la chamba. Esto es mucho más ideológico que otra cosa, sobre todo en la
presunción de “no corrupción”, basada en que los expertos ganan tanto dinero
que no necesitan ganar más, lo que ha sido probado ene veces como falso.
Pero aquello de la “expertise” debería ser la marca de los equipos técnicos
del Congreso, o de otra forma no habría jamás un mínimo balance de poder.
Justamente lo que trata de probar Castilla a todos con los que se encuentra,
empezando por el presidente, es que él tiene el
monopolio del saber, como ya se lo hizo conocer hace poso al Contralor
cuando quiso fiscalizarlo y le recomendó que mandara a sus técnicos para
capacitarlos.
Claro si n el MEF están los que hacen las leyes incluidas
las tributarias, los que negocian los contratos, los que cobran impuestos, los
que trabajan con los bancos, los que desembolsan para los sectores, los que
deciden sobre los bienes públicos, etc., entonces como diría Vargas Llosa vamos
camino a la dictadura perfecta, pero en nombre del Estado de Derecho.
El Congreso se creó para limitarle al monarca las
posibilidades de decidir por su cuenta los impuestos que le cobraría a los
súbditos, por eso sus intenciones debían ser explicitadas ante la
representación del pueblo la que decidía, sin aceptar cuentos de expertos, lo
que debía hacerse. Un Congreso que capitula a su potestad de controlar los
impuesto es un fantoche que tal vez esté reconociendo que desde la Constitución
de 1993, es exactamente lo que AAR piensa de él.
El caso que anotamos hace algunos días sobre la ley de
presupuesto, en la que el Congreso le impone a Castilla un plazo para fijar una
forma de pago de las deudas sociales derivadas de sentencias judiciales
pendientes de cumplimiento, muestra como el tipo respeta los fueros
parlamentarios. ¿Ustedes creen que porque dice que no moverá las tasas es como
para quedarse tranquilo?, ¿o porque Ollanta dijo en la “hoja de ruta” que no
habrían más impuestos esto le parará la mano recaudadora?, ¿entonces para qué
estudiaban un impuesto especial a las remuneraciones, mientras no quieren tocar
los ingresos del capital?
En este asunto de las facultades tributarias se está
jugando el mito de la tecnoburocracia que sirve a todos los gobiernos porque
son los únicos eficientes y los que lucen tantos títulos de universidades
extranjeras que el cándido de la revocatoria se rinde a sus pies. Pero Álvarez
es más inteligente que eso y debido a ello ve riesgos que exigirían un pacto
explícito de no mentir en cuento a las tasas y de pre-publicar las nuevas
normas, que es como pedirle al lobo que no se coma las gallinas después que lo
dejan entrar al corral. .
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