sábado, 3 de febrero de 2024

RICARDO VAQUERANO: “EN EL SALVADOR, LA PRESIDENCIA ES UNA AGENCIA DE PUBLICIDAD CON NAYIB BUKELE. TÉMANLE EN PERÚ”

El periodista de investigación resalta la mejora en la seguridad en El Salvador, atribuida a la reducción de la actividad de las pandillas. No obstante, se cuestiona la falta de transparencia en los métodos empleados. Ricardo Vaquerano es uno de los periodistas de investigación más destacados en El Salvador. Estuvo al frente de la redacción de EL FARO cerca de una década. Es muy crítico de Bukele. Este domingo 4 de febrero se realizarán las elecciones generales 2024 en El Salvador, en medio de una polémica por la serie de cambios que permitieron al presidente Nayib Bukele optar por la reelección, prohibida en la nación centroamericana. Esto generó las protestas de opositores y abogados, quienes señalan que la medida es inconstitucional, ya que el cambio fue hecho por magistrados designados por un Congreso oficialista. Aunque todo apunta a que Bukele será elegido de nuevo como presidente, con más del 78%, según las últimas encuestas, su mandato ha estado marcado por una serie de denuncias por la vulneración de derechos humanos, como la detención a personas a quienes se les acusó de pertenecer a peligrosas pandillas, sin ningún tipo de pruebas. Asimismo, su Gobierno se ha caracterizado por una nula transparencia y persecución a sus opositores. Ante un nuevo período de Nayib Bukele como presidente, desde El Salvador el periodista de investigación y exjefe de redacción del medio El Faro Ricardo Vaquerano analiza para La República el futuro de su país en medio de una democracia cada vez más cuestionada, con Bukele en el apogeo de su poder. Hay muchos aspectos que reflexionar ante lo que le depara a su país en medio de una democracia cada vez más debilitada. -¿Cómo han sido estos últimos cinco años en El Salvador, bajo el mandato de Nayib Bukele? -Yo diría que hay personas, muy probablemente la gran mayoría, que están agradecidas por el retroceso de la actuación de las pandillas. Eso es un hecho innegable, y se respira una tranquilidad importante. Hoy puedes ir a lugares, incluso en el área metropolitana de San Salvador, a donde antes no se podía llegar. Dicho esto, hay que mencionar que no se sabe cómo ocurrió este milagro. Así como lo planteó el presidente; es decir, haciendo básicamente la misma cosa en materia de seguridad que hacían los Gobiernos anteriores, tuvo resultados totalmente diferentes, pero con un agregado: cerró todas las posibilidades de escrutinio ciudadano. Dijeron: “a partir de ahora yo cierro las cortinas y nadie va a poder escrutar qué estamos haciendo”. Sabemos que el Gobierno, sin pedirnos permiso, ha empezado a depredar el fondo de pensiones, estimado en alrededor de 10.000 millones de dólares. Además, yo creo que hay gente a la que el Estado ahora le tiene una deuda. En julio del 2023 aceptaron que, de las casi 70.000 personas capturadas y acusadas de pertenecer a pandillas, 7.000 estuvieron en prisión durante meses siendo inocentes. Se les construyó un perfil falso. -¿Podríamos decir que El Salvador está viviendo una democracia debilitada? -Sí, mira, democracia debilitada es una manera de decirlo. Yo creo que sería interesante hacer un recuento de derechos perdidos o en suspenso, porque el Gobierno en la práctica lo ha evitado. Y no me refiero al régimen de excepción, sino que desde antes ya teníamos problemas para la libre movilización. Tenemos dos tipos de públicos expectantes para la elección del próximo domingo: aquellos que tenemos alguna preocupación por la salud de la democracia y quienes le agradecen al presidente haber resuelto, según ellas, el problema de pandillas. Pero ¿qué costo hay detrás de este pacto? Mauricio Funes, que fue presidente de 2009 a 2014, durante algún tiempo resolvió el problema de pandillas. Sin embargo, el periódico El Faro reveló que lo que había detrás no era más que un pacto para la reducción de homicidios con bandas criminales. Hoy, todo parece estar calcado. Es cierto que deberíamos agradecer que no haya pérdida de vidas, pero, por otro lado, no sabemos si ya le debemos algo a la más poderosa organización criminal de México: el cártel de Jalisco Nueva Generación. El Faro nos vino a contar que el presidente estaba dispuesto a darle una millonada de dólares a este cartel mexicano a cambio de que le ayudaran a capturar a un jefe de la principal pandilla salvadoreña de la MS-13. -Uno los puntos más criticables de la reelección de Bukele son los cambios en las leyes para permitirlo. ¿Cómo afecta esto a la democracia de El Salvador? -Para empezar, creo que ya hay una desaparición de algunos de los principales derechos políticos de la ciudadanía. Por ejemplo, el derecho a elegir a tus gobernantes no existe. En el papel, El Salvador va a elecciones generales este domingo 4 de febrero, pero en el caso de la presidencia, no se trata de una elección, porque para empezar la gente no tiene la posibilidad de escoger entre cuál es la opción que más le conviene o no. ¿Cómo puede haber elección si no hay manera de escrutar la eficacia del trabajo de este Gobierno? También se ha dedicado a criminalizar a la prensa. Dice que servimos a intereses internacionales, que somos pandilleros. Esa sí ha sido una política consistente de este Gobierno, la mentira para destruir reputaciones y criminalizar la disidencia. -Si bien algunos países, como Estados Unidos, mostraron su preocupación por la reelección de Bukele a la presidencia, ¿por qué cree que no hubo reacciones más fuertes? -Yo creo que pueden haber negociado algo. Estados Unidos pesa en las decisiones del Fondo Monetario Internacional, y El Salvador urge de un oxígeno financiero. La apuesta de bitcoin, que fue otra de las cosas tan oscuras de este Gobierno, jugó a los naipes con los fondos públicos para comprarlos. Cuando arrancaba el 2020, nos dijo “al final de este año bitcoin habrá alcanzado los 100.000 dólares”. Sin embargo, lo que vimos fue que bajó a US$20.000 y US$18.000. Todo es incierto, no sabemos en realidad quién gobierna. El Faro y otros medios, como revista Factum o Gato Encerrado, han hecho investigaciones tratando de ilustrar quiénes están detrás o a la par del presidente. Entre ellos, se encontró algunos asesores venezolanos, pero también gente con mala reputación. Si revisas expedientes judiciales, te aparecen vínculos con el crimen organizado. Me temo que el presidente, que ha dado señales de ser una persona muy resentida y vengativa, pueda dar pasos que hasta ahora no se atrevió. Que se sienta con suficiente poder después del 4 de febrero, en caso de que gane la reelección, y es el escenario más probable, de hacer algo como ejecutar una venganza. No se me ocurre a mí cómo Nayib Bukele va a querer soltar el Gobierno. -¿Ante un eventual nuevo mandato de Bukele, cree que más personas, como lo hizo Bertha María de León, quien alguna vez fue abogada del presidente, se vean obligadas a pedir asilo? Yo pienso que sí. Por ejemplo, la presión hacia algunos sectores de la academia, particularmente a los de la Universidad Centroamericana, creo que corren mucho riesgo. En la clase política y en la prensa también habrá más presión. La situación apremia y la disidencia está por ahí, pero cada vez se puede expresar menos. -Si bien la inseguridad se ha reducido, han aumentado los problemas económicos. ¿Cree que este puede ser el punto de inflexión en el Gobierno de Bukele? -A ver, el principal dolor de cabeza de la gente ahora en El Salvador es el económico. Ya sabemos que el Gobierno está teniendo dificultades, por ejemplo, para cumplir sus obligaciones de pago a algunos pequeños proveedores. El presidente acuñó la frase, cuando era candidato, de que “el dinero alcanza cuando nadie se lo roba”, pues ahora endeudó a El Salvador con más de 1.000 millones de dólares en cosa de un año. No le ha alcanzado la plata y esa crisis estallará. Pero habrá un momento en que la gente ya no va a soportar. Por ahora están disfrutando las promesas y la venta de ilusiones que sabe hacer Bukele, porque esta presidencia es, sobre todo, una agencia de publicidad con un poderoso comunicador, con el presidente Nayib Bukele. Témanle en Perú. -¿Usted cree que Nayib Bukele está siguiendo el camino de Alberto Fujimori en Perú y de Hugo Chávez en Venezuela? -Yo no pienso que sea como la receta precisa de ninguno de ellos, pero la receta básica, opino que sí. Nayib Bukele, a diferencia de personas estrictamente matonas como Daniel Ortega, tiene de nuevo una gran capacidad para comunicar y sabe dónde hay que tocar a las personas: no en el cerebro, sino en el corazón y en el estómago, provocar su furia para que tomen decisiones basadas en esas emociones. Si va a seguir exactamente lo que hizo Fujimori, pues no lo sé. Yo opino que él ya capturó todo lo que podía capturar en el Estado, porque lo tiene todo, incluso los Gobiernos municipales, el Instituto de Acceso a la Información Pública, la Contraloría, la Fiscalía o el Tribunal Supremo Electoral... Todo esto sin usar las armas, porque su arma, y quizás la más peligrosa, es la lengua, de la que solo salen sapos, culebras y mentiras. UN PAÍS QUE SUFRIÓ GUERRA CIVIL Y A LAS PANDILLAS El Salvador irá a comicios con Bukele como favorito, gracias a su “mano dura” contra las pandillas. Algunos puntos en este país de 20.742 km2 y 6,3 millones de habitantes: Guerra civil: sufrió desde 1980 una sangrienta guerra civil, debido a las injusticias sociales y represión militar, con 75.000 muertos y 7.000 desaparecidos. El 24 de marzo de 1980, un escuadrón asesinó al arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero. Homicidios en picada: fue uno de los países más violentos del continente, el 2023 cerró con una tasa de homicidios de 2,4 por cada 100.000 habitantes, según cifras oficiales. La drástica reducción es atribuida a la “guerra” contra las pandillas que Bukele lanzó en marzo del 2022. Más de 75.000 personas fueron arrestadas bajo un régimen que permite detenciones sin orden judicial y criticado por grupos de derechos humanos. Migración y remesas: un 29,8% de habitantes de El Salvador vive en pobreza y 8,7% en pobreza extrema, según CEPAL. Unos 3 millones de emigrados ayudan a sostener la economía del país con remesas, que fueron de US$8.181 millones en 2023, cerca del 26% del PIB.

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