ATILIO ALBERTO BORON |
ATILIO BORÓN.
Decíamos hace unos pocos días que el
fiasco con que terminó la operación “ayuda humanitaria” intensificaría la
agresividad de la Casa Blanca por la vía de atentados y sabotajes
selectivamente planificados para ocasionar el mayor daño posible a la población
y, de ese modo, desatar lo que según los expertos de la CIA y el Departamento
de Estado sería un masivo levantamiento popular en contra del gobierno de
Nicolás Maduro. (ver dicha nota titulada: “Trump: la impotencia y la furia”, en
https://www.pagina12.com.ar/179699-trump-la-impotencia-y-la…
o también en http://www.atilioboron.com.ar/…/trump-la-impotencia-y-la-fu…
y en ).
Algunos
críticos pretendieron descalificar nuestro análisis aduciendo que quienes
impidieron que llegara la “ayuda humanitaria” fueron los colectivos chavistas.
Pero ahora, con un inexplicable retraso, el propio New York Times confirmó lo
que quienes estuvimos en esos momentos en Venezuela supimos de inmediato: que
el ataque a esa pretendida ayuda -que no era tal sino materiales para futuros
atentados o brotes de violencia- fue obra de los mercenarios contratados por la
oposición que de ese modo procuraron destruir las pruebas de sus mentiras y la
exposición de sus designios. Cabe resaltar que, como ocurriera en tantas otras
ocasiones este lumpenaje mercenario es exaltado por la prensa del sistema cual
si fueran virtuosos combatientes por la libertad generosamente financiados con
dinero de los contribuyentes estadounidenses y, en este caso, la descarada
complicidad del narcogobierno colombiano. En suma, una iniciativa análoga a la
que la CIA organizara en Bengasi para facilitar el ataque a Gadafi en Libia en
2011. El periódico neoyorquino publica esa noticia en sus ediciones en lengua
inglesa y en castellano, y puede consultarse en (https://www.nytimes.com/…/03/10/venezuela-ayuda-incendiada/…
)
Numerosos informes y notas
aparecidas en estos últimos días confirman que el apagón fue precisamente
producto de un atentado informático, obra de hackers de alto nivel de
sofistificación técnica. No viene al caso dar mayores detalles del asunto pero
basta con decir que un artículo de la revista Forbes, insospechada de simpatías
chavistas, si bien dice que la causa más probable del apagón venezolano hayan
sido fallas y deficiencias en el mantenimiento de la red de represas no puede
descartarse que lo ocurrido hubiese sido parte de una operación del gobierno de
Estados Unidos dada la manifiesta beligerancia de la Casa Blanca en contra de
la República Bolivariana de Venezuela y la creciente importancia que la
ciberguerra ha adquirido en los círculos políticos y militares de Washington.
Según el autor de la nota, Kalev Leetaru, el “cyber first strike” tiene por
misión debilitar a un estado adversario como preparación del terreno para una
invasión convencional y el caos y la anarquía generados pueden forzar el
derrocamiento de un gobierno extranjero sin que éste pueda acusar a su agresor.
En artículo tiene un tono muy cauteloso, pese a lo cual no omite decir que “en
el caso de Venezuela la idea de que un gobierno como el de Estados Unidos pueda
interferir a distancia en su red eléctrica es completamente realística.” (https://www.forbes.com/…/could-venezuelas-power-outage-re…/…)
En efecto, el ataque se
dirigió al cerebro informatizado de todo el sistema eléctrico venezolano. Como
lo comenta un experto de ese país, El Guri es después de Itaipú la central
hidroeléctrica más grande de Sudamérica (Venezuela tiene aparte otra gran
represa, la de Macagua, también afectada por el ataque) y la cuarta a nivel mundial
y es controlada en su casi totalidad por sistemas robotizados de
apertura/cierre de compuertas del flujo hídrico que alimentan las turbinas
generadoras de electricidad. Los sofisticados protocolos de seguridad del
sistema, elaborados conjuntamente por la empresa estatal venezolana con otras
dos privadas de origen europeo, fueron rebasados por una ofensiva fenomenal de
“millones de incursiones por segundo de manera simultánea y multiubícua” que
lograron penetrar los sistemas de seguridad de la enorme represa. Esta no es
una tarea de aficionados, ni algo que Guaidó y sus rústicos compinches pudieran
haber hecho desde Venezuela. Esto es guerra cibernética, la guerra de quinta
generación cuyo objetivo es la destrucción física del territorio de una nación
y de la nación misma, la quiebra definitiva de una conciencia nacional y la
transformación de su hábitat en un páramo a ser reconstruido, parcialmente, por
las grandes transnacionales que se apoderan de aquél con el sólo fin de saquear
sus recursos naturales.
¿Paranoia, obsesión
antiestadounidense? Nada de eso. Un crimen de lesa humanidad; terrorismo puro y
duro meticulosamente planificado y perpetrado por Washington. En casos como
estos la investigación siempre procura establecer los móviles de un crimen, su
naturaleza e impacto, los instrumentos utilizados (el “arma homicida”) y las
pruebas correspondientes. Veamos. ¿Los móviles de Washington? Claros como el
agua. ¡Maduro debe irse, ya, braman Trump, Bolton, Pompeo, Abrams, Rubio! Y
para ello nada mejor que crear un caos indescriptible que afecte la totalidad
de la vida social porque en el mundo actual, desde la provisión de agua y la
iluminación hasta el acceso a la internet, la telefonía, el combustible, el
pago con tarjetas de débito o crédito, utilizar ascensores, movilizar el metro,
prácticamente todo depende de la energía eléctrica. Pompeo lo confesó en su
infame tuit del 7 de marzo a las 8:19 pm: “No Food. No Medicine. Now, No Power.
Next, No Maduro.” (No hay comida, no hay medicamentos. Ahora no hay electricidad.
Lo siguiente: no hay Maduro). O sea, el criminal ha manifestado sus
intenciones. El motivo está claramente establecido. ¿El arma homicida? La
ciberguerra, la aplicación militar de la informática, que no requiere instalar
en el territorio agredido ni un solo hombre. Se puede librar esa guerra de
quinta generación desde los bunkers ocultos en el desierto de Nevada, donde se
manejan los drones que siembran muerte y destrucción en todo el mundo. O desde
los refugios especiales en donde decenas de miles de hackers vigilan y
monitorean absolutamente todo, inclusive las cuentas privadas de los
gobernantes amigos de Washington. Recordar el caso Angela Merkel a comienzos de
este año. ¿Pruebas? Todavía no las hay, pero son muchos los gobiernos y las organizaciones
que a su vez están vigilando y monitoreando lo que la Casa Blanca hace y
deshace. Y más pronto que tarde las pruebas aparecerán, para sorpresa de los
engreídos imperialistas que se creen invulnerables. Pero a falta de pruebas hay
presunciones muy bien fundadas de que allí reside la banda criminal responsable
del atentado contra Venezuela. Misma a la cual se subordina por completo la
“oposición democrática” de ese país ante el silencio cómplice de los medios
hegemónicos y los desacreditados custodios de la democracia y los valores de la
república, agrupados en el nauseabundo Cartel de Lima.
El sabotaje eléctrico es una
versión perfeccionada de los proyectos de desestabilización y golpes de estado
que el gobierno de Estados Unidos ha aplicado desde siempre. Tomemos el caso
del plan concebido para acabar con la izquierda en El Salvador en la década de
los ochentas. Según testificara ante el Senado Robert White, un ex embajador de
EEUU en ese país, “los de Miami explicaron …. que para reconstruir el país
primero había que echarlo totalmente abajo: se tenía que hundir la economía, el
desempleo tenía que ser masivo, había que acabar con el gobierno y había que
poner en el poder a un ‘buen’ oficial que llevase a cabo una limpieza completa
matando a trescientos, cuatrocientas o quinientas mil personas. … ¿Quiénes son
esos locos y cómo actúan? … Los más importantes son seis (empresarios)
inmensamente ricos… Traman conjuras, organizan reuniones constantemente y dan
instrucciones a XX”. ( Ver Oliver Stone y Peter Kuznick, Historia no oficial de
Estados Unidos (Buenos Aires: El Ateneo, La Feria de los Libros, 2015, p. 630.)
El gobierno de Estados Unidos, en nombre de la burguesía imperial, busca hacer
exactamente lo mismo, pero apelando a un armamento muchísimo más perverso, si
cabe, para demoler la economía y destruir la sociedad venezolanas para luego
reconstruirlas para su exclusivo beneficio. Como hicieron en Irak, en Libia,
como trataron de hacer en Siria y en el Líbano. Y los “XX” de ahora son los
Guaidó, Borges, López, Machado, Ledezma, toda esa oposición cipaya y
vendepatria que en un imperdonable e inolvidable alarde de ignominia aplaude el
terrorismo que Washington descarga sobre tu propio pueblo.
¿Prevalecerá el
imperio en su afán no sólo de acabar con el gobierno de Maduro sino de hacer lo
propio con la nación venezolana, con la patria de Bolívar, de Miranda, de
Zamora, de Chávez? No creo. Hay un dato significativo que abona mi esperanzada
respuesta: en el fragor de un ataque brutal, masivo y persistente como el
actual no se ha registrado ni un solo saqueo, ni un solo disturbio, ninguna
bandera blanca agitándose para confesar su rendición. Inclusive en los barrios
del Este de Caracas hay una tensa calma pero nada más. Hasta ahora la promoción
del caos y la violencia ha fracasado, y esto es una gran noticia. Y una lección
importante, que habla de enjundia de ese bravo pueblo al que le canta el himno
nacional de Venezuela y que no se doblegará ante el criminal ataque de Estados
Unidos. Mientras tanto, sería bueno que la fiscalía de la Corte Penal
Internacional iniciara una investigación sobre la responsabilidad que le cabe
al gobierno de Estados Unidos en la comisión de delitos de lesa humanidad como
los que actualmente padece el pueblo de Venezuela.
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