Ronald Gamarra
La República
Domingo, 16 de septiembre de
2012
El 19 de marzo de 1998 el
entonces congresista Rafael Rey votó a favor del proyecto de ley oficialista
presentado por el fujimorista Daniel Espichán Tumay para conmutar penas a
terroristas arrepentidos. El proyecto de ley contaba con dictamen favorable de la
Comisión de Justicia presidida por el fujimorista Óscar Medelius, y de la
Comisión de Derechos Humanos presidida por el fujimorista Anselmo Revilla.
Junto a Rafael Rey, también
votaron por la aprobación de esta ley Martha Chávez, Víctor Joy Way, José Barba
Caballero, Luz Salgado, Dennis Vargas Marín, Carlos Torres y Torres Lara, Edith
Mellado, Ricardo Marcenaro… y todo el resto de la plana mayor y menor de la
bancada de Fujimori y Montesinos.
En el debate, el fujimorista
Anselmo Revilla sostuvo que la “ley de arrepentimiento... tuvo como objetivo
lograr la reinserción del delincuente terrorista a la sociedad”. El fujimorista
Espichán alegó que “este proyecto de ley... no tiene otra finalidad que
resolver el problema de las personas arrepentidas” y que “debería conmutarse la
pena a 378 sentenciados”. El fujimorista Gilberto Siura dijo: “Me satisface de
manera especial que hoy se esté planteando la posibilidad de la conmutación de
penas”. El fujimorista Róger Amuruz
señaló que “un terrorista arrepentido tiene la oportunidad de
reintegrarse a la sociedad”. El fujimorista Campos Baca concluyó que “el
proyecto merece un aplauso”.
El proyecto se convirtió así
en la Ley 26940, promulgada el 13 de abril de 1998 por Alberto Fujimori, con el
refrendo de Alberto Pandolfi Arbulú como presidente del Consejo de Ministros, y
Alfredo Quispe Correa como ministro de Justicia.
Los fujimoristas gustan
presentarse como los “duros” que jamás hicieron concesión alguna al terrorismo,
pero no es verdad. Es más, hicieron concesiones inútiles que pusieron en las
calles a supuestos “arrepentidos”, que en realidad en nada sustancial
colaboraron o solo se dedicaron a calumniar a personas inocentes. Qué mayor
símbolo de concesiones inútiles que aquella celebración del cumpleaños de Abimael
Guzmán, donde Fujimori y Montesinos se presentaron personalmente con una torta
de chantilly para el genocida.
Esta semana Ketín Vidal,
Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro dejaron muy claro que el régimen
fujimorista fue esencialmente ajeno a los esfuerzos y al éxito del GEIN. La
estrategia del fujimorismo era el grupo Colina. Si el GEIN no hubiese capturado
a Abimael Guzmán, masacres como la de Barrios Altos y La Cantuta se habrían
generalizado bajo la batuta del SIN manejado por el asesor personal del
presidente.
El GEIN les era ajeno. Por eso
lo disolvieron unas semanas después de la captura de Guzmán. Ketín Vidal fue
trasladado a un puesto administrativo, Benedicto Jiménez a dictar clases y
Marco Miyashiro a una dependencia policial común en Chiclayo. No les importó
infligir con ese acto mezquino un duro golpe a la tarea de acabar de inmediato
con los remanentes terroristas, precisamente esos que hasta hoy, veinte años
después, nos golpean en el VRAEM y el Huallaga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario