Se confirma que la raza le viene al galgo.
El decomiso policial de cien
kilogramos de cocaína pura en un almacén de la empresa exportadora Limasa, cuyo mayor propietario es el hoy congresista Kenyi Fujimori Higuchi, hijo del condenado por corrupción y delitos
de lesa humanidad, para quien pretende un írrito indulto humanitario, amerita que, de oficio, el
Congreso de la República inicie una investigación y que, en cuanto el
Ministerio Público denuncie el delito, el Poder Judicial emita una sentencia, a
la vez, severa y ejemplar.
No está lejos la época en que
el avión presidencial que utilizaba Alberto Fujimori tenía compartimentos para
camuflar drogas en circunstancias que su engreído Kenyi jugaba a la sombra del “tío”
Vladimiro Montesinos, quien –entre otras
ocupaciones de su asesoría pagada por los contribuyentes- ejercía la
sistemática recaudación de cupos para facilitar la salida del país de los
aviones de los narcotraficantes. También entonces se conoció que Keiko Fujimori abogó a través de una
empresa similar que, desde Chimbote, embarcaba drogas en contenedores para
otros productos.
La Policía Antidrogas –Dirandro-
sospecha que Limasa, constituida hace nueve años, estuvo llevando al extranjero
drogas de una red internacional, como quedó al descubierto en Febrero reciente
con la incautación, en Panamá, de un contenedor con veintiocho kilos de igual
cocaína pura que tiene el mayor precio en la ilícita comercialización. Hay
también otras evidencias que vinculan a Limasa -y por tanto a Kenyi Fujimori-
con la actividad mafiosa.
Esto explica que se oculte y
mantenga explicable silencio tras el hallazgo en su empresa del Callao, el 11
del mes en curso.
Los cien kilos de droga
encubierta en el contenedor, con destino a México, están valorizados en dos
millones y medio de dólares. La policía guarda reserva, pero ha trascendido que
se han producido numerosos embarques consignando otros “productos” que, en
realidad, eran estupefacientes.
La responsabilidad penal del
nada idóneo legislador, cuya hermana ya reinició en Cajamarca, en medio de la
coyuntura revocadora de Lima, su millonaria campaña presidencial –sacando provecho
del incumplimiento de las promesas de quien la derrotó en el 2011- es tan
nítida como su intermitente relación comercial con la empresa panameña Global
Strategy & Service. La actitud dolosa de Kenyi Fujimori salió a flote
cuando no consignó en su hoja congresal de vida a Limasa y su socio Miguel Ramírez Huamán, quien fuera candidato fujimorista al Congreso, le
enrostrara públicamente la mentira.
Los ciudadanos que, en algunos
casos, aportando nuestra respetabilidad apostamos por el cambio con dignidad y
la gran transformación, tenemos derecho a preguntarnos: ¿Hasta cuando
tendremos que soportar a delincuentes y farsantes en los poderes públicos?
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