¿Por qué la banda de Marco Tulio, conocida
como la de los revocadores de Lima y también como la de los enemigos de Susana,
no temen hacer el ridículo y son capaces de anunciar que irán al debate y
proponer nombres, y declarar luego que no lo harán y más tarde que asistirán
pero con delegación cambiada, para llegar finalmente con una sola ponente con
un texto escrito para leer aún en las réplicas, y terminar retirándola después
de dos vueltas de “debate”?
Por una razón casi evidente: porque imaginan
que la mayoría de votantes limeños son como ellos, que no respetan compromisos
o aceptan que la mentira es un recurso válido para alcanzar objetivos. El
propio Marco Tulio que el domingo estaba en televisión cuando no había quién
pusiera la cara por los revocadores aparte de Patricia Juárez, la secretaria de
Castañeda Lossio, decía que su infeliz frase sobre las mujeres que dicen NO y
terminan en Sí, había sido celebrada por muchas féminas. Algo así como que
estamos en un país en el que muchas mujeres son tan machistas como tantos
hombres.
Es verdad que lo que pasó el domingo en el
Jurado de Elecciones fue una falta de respeto, pero probablemente en sus
guaridas los jefes del Sí dirán que el canal 7, del Estado, no lo ve nadie en
la ciudad de Lima, y especialmente no lo hacen en los sectores Dy E a los que
están pidiéndole el voto. Los demás son “fans de Susana” como le espetó nada
menos que a Sol Carreño, de quién todos hubieran supuesto exactamente lo
opuesto. Tampoco interesa si se trató como trapo al Jurado de Elecciones y al
Tribunal Ético. Después de todo la propia campaña contra la alcaldesa es de un
irrespeto olímpico a la autoridad, a lo que se agrega que el JNE ya ha
inclinado varias veces la cabeza ante la prepotencia y vulgaridad revocadora y
el Tribunal se ha lavado las manos pilatescamente ante sus desmanes.
Estamos asistiendo a la institucionalización
del achoramiento en el terreno de la política, con medios de prensa que
justifican la fuga vergonzosa del domingo y la ausencia definitiva de motivos
para la revocatoria que deriva de ese acto, pero sobre todo con políticos e
intelectuales achorándose ellos mismos, como Castañeda y García que no pueden
no haber sabido del plan lee dos veces y después te quitas que le encargaron a
Patricia Juárez, o Vásquez Kunze que ahora es capaz de divertirse con las
payasadas sexuales de Marco Tulio Gutiérrez.
Resulta impresionante que unos, por cálculo político, y otros por
anteojeras ideológicas, hagan como que no se dan cuenta que la banda revocadora
está en los límites de la delincuencia, empujando una cultura del arrebato del
poder, del abuso sobre el otro y de la insolencia hacia las mujeres.
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