Disfrazado de Andrajoso |
¿Han visto el “look” con el
que se presentó a la primera audiencia de su nuevo juicio? Simplemente como un
viejito andrajoso, greñudo, de esos que piden caridad en la puerta de las
iglesias. ¿Se le acabaron los ternos, le
han robado sus camisas y corbatas y hasta los lentes? En la próxima vez ¿se
presentará en paños menores y en sayonaras? Habrá que preguntarle a sus
asesores de imagen: su médico de cabecera, Aguinaga, y a su nuevo abogado. ¿Qué
se hizo del soberbio y engreído acusado que elegante y a voz en cuello gritaba en
el primer juicio: “¡Soy inocente!”? ¿Y del “valiente” que pisaba cadáveres en
la embajada de su patria? Ahora quiere aparecer, porque le conviene, un guiñapo
humano abandonado, que no tiene ni quién le ayude a vestirse. ¿Y sus hijos,
partidarios, y las fans que lo cuidaban hasta altas horas de la madrugada ¿para
qué le baje la presión? ¿Ya lo abandonaron? ¿Qué pretendía midiéndose él mismo
la presión delante de los jueces? ¿Es que él no está bajo un tratamiento para
hipertensos y no hay quien le dé una pastillita de enalapril antes de ir a la
audiencia? ¿O es que estamos ante un
burdo teatro para impresionar a tontos? El Tribunal debiera poner fin de una
buena vez estas deplorables pantomimas.
Los sainetes y los comediantes
tienen su lugar: el teatro o el circo. Cuando salga libre tendrá allí un
excelente futuro. Pero mientras tanto el respeto a los jueces y a la ciudadanía
que desea una justicia rápida y severa, necesita ver procesos ejemplares y no
farsas que solo merecen el vituperio público.
Miles sufrimos de hipertensión
pero a nadie se nos ocurre que ese pueda ser un motivo para privilegios
penitenciarios ni menos para chantajear con gritos y aspavientos cuando no se
cumplen caprichos como lo ha hecho prepotentemente el condenado agrediendo
verbalmente a los empleados el INPE y las enfermeras. Ahora nadie podrá decirle
nada porque le “sube la presión”.
Grosero chantaje.
Lamentable el papel de los
hijos tratando de justificar esta parodia que a nadie, que no sea un cándido,
le ha causado pena sino risa, no han mostrado ni asomo de dignidad. Bueno,
tampoco se puede pedir peras al olmo: “de tal palo tal astilla”.
Desgraciadamente, por conveniencias políticas, desde el comienzo el trato dado a Fujimori como
inculpado primero y como condenado después, no ha sido el que correspondía legalmente a su condición de
tal. Todos han sido privilegios y tolerancia clamorosa. Le dieron la mano y se
fue hasta el codo. Siempre queriendo salir con la suya. ¡Qué distinto casos similares
como el del exdictador Videla en Argentina quien ahora después de su
fallecimiento en una cárcel común, ni en su pueblo natal quieren que se
entierre su cadáver! Muertos sin tumba.
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