Procesados y condenados presos |
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Vivimos un caso inédito en la
política peruana y que probablemente no ha ocurrido tampoco en otros países en
muchos años: los tres últimos Jefe de Estado de nuestro país viven hoy en
ascuas, procesados -con claro y definido fundamento- por graves cargos de
corrupción y otros.
Se trata de los mandatarios
que tuvieron en sus manos las riendas del Poder en nuestro país entre 1985 y el
2011, es decir, durante 26 años. Fue -de acuerdo a la versión oficial- un
“prolongado periodo democrático”, pero realmente reflejó lo que comúnmente se
llama el imperio de la Cleptocracia.
Hay que deslindar, con
delicadeza de cirujano para extraer de ese escenario un periodo breve: los
siete meses de gestión del Presidente Valentín Paniagua Corazao, que asumió el
gobierno no por voluntad popular sino por decisión parlamentaria en noviembre
del 2000, y lo condujo hasta julio del 2001, cuando lo entregó a Toledo, uno de
los encausados hoy. Paniagua, fue honrado.
Se trata de asuntos distintos.
También de etapas diferentes de la vida institucional. Pero en el fondo,
corresponden a un mismo estilo de gestión, aquel que lleva a los presidentes
electos a colocar piloto automático en la nave oficial, y dejar que ésta se
desplace sola en el marco del modelo impuesto por el Fondo Monetario y el Banco
Mundial, mientras ellos hacen de las suyas.
De los casos en cuestión, el
más grave corresponde a Alberto Fujimori, porque en suma cuatro rasgos
complementarios: dictadura inapelable, corrupción generalizada, violación sistemática
de los Derechos Humanos y sometimiento servil a los planes del FMI, y la
CIA.
Como se recuerda, Alberto
Fujimori fue electo por voluntad ciudadana en 1990 y dio un vollteretazo
espectacular a muy poco de iniciada su gestión: Había prometido formalmente
enfrentar la política de “Shock” alentada por la derecha, y resolvió, aplicarla
en dosis de caballo.
La expresión más dramática del
hecho fue el mensaje de su ministro de economía, Juan Carlos Hurtado Miller,
quien luego de anunciar los “reajustes de precios” acordados, pidió que Dios
proteja a los peruanos, porque su gobierno los había dejado en el mayor
desamparo.
Hoy, Hurtado Miller -prófugo
de la justicia durante once años- goza de una inaudita “detención
domiciliaria”, como si no fuera responsable casi de nada. Abierta protección y
amparo, le brinda la clase dominante.
Fue el suyo el “ajuste” neo
liberal en materia de política económica. Pero a él le sucedieron las reformas
laborales ideadas bajo el pretexto de “desregular las relaciones de trabajo” y
que arrasaron todos los derechos de los trabajadores y sus conquistas sociales
alcanzadas a lo largo de los últimos cien años. Y se sumó a eso, la denominada
“estrategia antisubversiva” que fue una política de exterminio brutal que hoy
la “gran prensa” comparte y saluda.
Por eso el núcleo de
acusaciones contra Fujimori es múltiple y deja muy corta la sentencia que
cumple el reo: 25 años en un centro recreacional de la Policía, no constituye
una sanción, sino un notable nivel de impunidad.
No obstante, el propio
Fujimori, su entorno familiar que conserva significativos niveles de Poder
económico y político; su partido, hoy llamado impúdicamente “Fuerza Popular”;
la Mafia corrupta y el 80% de los medios de comunicación liderados por “El
Komercio”; lo amparan y se unen a la campaña por su liberación. Por lo demás, “el chinito de la yuca” tiene Servicio
de Internet, muro de Facebook, correo electrónico y Twitter. Se comunica con el
mundo sin restricción alguna. Es un privilegiado mondo y lirondo.
Su liberación sería, por
cierto, el primer paso. Obtenida, vendría el
segundo: el reconocimiento nacional por su gestión que, como dicen los
suyos, “sacó al país de la crisis, y lo pacificó”. En otras palabras, acabó con la inflación
gracias al gigantesco “paquetazo” y terminó con el terrorismo porque éste desapareció.
Tal hecho ocurrió, sin embargo porque fueron suspendidas las acciones de ese
corte, ejecutadas por la estructura armada del Estado contra la población. En
otras palabras, los autores de las principales acciones terroristas dejaron de
implementarlas, y entonces el terrorismo se esfumó.
El sustento de esa propuesta
parte de diversas facetas. Una de ellas, es la necesidad de “construir la
unidad nacional”. La otra, la exigencia de “dejar el pasado atrás”. En otras
palabras, renunciar a “la venganza” y forjar un “proceso de reconciliación
nacional”. ¡Seductoras palabras, por cierto!
La idea tiene una base muy
simple: asegura que el gobierno de Fujimori tuvo “aciertos y errores”. Los
“errores”, fueron excesos. Y los aciertos, decisivos. No importa, entonces. Por
lo demás, todos los gobiernos del mundo tienen aciertos y errores ¿no es así?
Lo importante -aseguran- es que nos colocó en un sitial “alto” en la región. Y
en éste, como en todos los casos, “la ingratitud es mala consejera”.
Es claro que las cosas no son
de ese modo. Millones de peruanos fueron lanzados por años a la pobreza más
absoluta. Perdieron bienes, viviendas, postas médicas, hospitales y escuelas.
Millares quedaron sin puesto de trabajo y sin empleo. Miles fueron
encarcelados, torturados o asesinados. Poblaciones enteras, fueron arrasadas. Y
el cerebro de los peruanos dejó de pensar influido por los mensajes que la
prensa “chicha” y a TV “basura”, nos daban día a día.
Ninguna gratitud le
corresponde. Simplemente condena justa y merecida a quien, puesto en evidencia,
fugó del país para ponerse a buen recaudo en la patria de sus ancestros donde
tentó una carrera política que lo condujo a la derrota. Allí, entre sus
paisanos, fue por lana y salió trasquilado. Y volvió aquí, por más lana.
Y tiene todas las de perder. Recientemente el Poder Judicial vio el
caso de los escuadrones de la muerte que funcionaron durante su primera
gestión, entre 1985 y 1990. Y hoy la Mega Comisión que preside el congresista
Sergio Tejada, lo investiga por delitos muy graves de distinto orden, pero
vinculados al narcotráfico, a la “guerra sucia” y al usufructo de los bienes
del Estado en provecho propio, personal y aún
familiar.
ambién García -que tiene un
mundo de plata en sus manos- está desesperado y recurre a maniobras de todo
tipo para salvarse. Se niega a ser investigado, presenta recursos legales,
recusa a la comisión que lo tiene entre ojos, ataca al congresista Tejada con
alevosía y ventaja, y se muestra como víctima de una “venganza política”
asegurando que lo que buscan es inhabilitarlo para que no pueda ser candidato
el 2016. Su máxima aspiración -la suya y la de los suyos- es competir en esos
comicios y “pasar” a la segunda vuelta con Keiko Fujimori. Podría lograrlo.
Recursos, no le faltan.
Por lo demás, tiene a su disposición
buena parte del tinglado del Poder: Autoridades de primer nivel en el Poder
Judicial, la Defensoría del Pueblo, el Tribunal Constitucional, el Ministerio
Público y el Poder Legislativo, lo amparan con descaro y desvergüenza en
procura de “blanquear” su imagen y librarla de los graves cargos que
afronta. Incluso los medios de
comunicación elogian sus “calidades de Estadista” y su “probada experiencia”.
En otras palabras, le auguran éxito en sus propósitos.
Alejandro Toledo es el
tercero. Presidente entre el 2001 y el 2006, ahora anda envuelto en un
frangollo que lo tiene atenazado: no sabe explicar de dónde sacó plata para
comprar inmensas viviendas ni ostentosas oficinas. Sus explicaciones, confusas
y contradictorias, no convencen a nadie.
Curiosamente a él, ni a sus
ministros, se les acusa por lo que podría denominarse “delitos de gestión”. No
dicen que robaron al Estado, ni que tomaron recursos del Tesoro Público. Dicen
solamente que él tiene mucha plata, y que no sabe, ni puede, explicar por qué,
ni de dónde. Y en eso, está enredado.
Hay que recordar un caso: en
su momento, una hoy ex Presidenta de Panamá, la señora Mireya Moscoso, apareció
con una pila de dólares en sus cuentas. Tampoco supo explicar el origen de su
extraña fortuna. Después se supo que había recibido jugosos depósitos
provenientes de los Estados Unidos porque liberó a Luis Posada Carriles, el
terrorista cubano- americano que estaba detenido en Panamá. La recompensaron,
sin duda. ¿No podría ser algo así lo de Toledo? Después de todo, sirvió a los
yanquis contra Cuba con el mismo ahínco y servilismo que la Moscoso. Pero
Toledo, como la panameña, no puede revelar el origen de su fortuna, y por eso
miente y miente.
Lo real, es que tenemos tres
ex Presidentes en salmuera y la ciudadanía exige, en todos los casos,
investigación seria y sanción. ¡Y vaya que tiene razón! (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra
Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe
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