viernes, 4 de octubre de 2013

EL MORIBUNDO QUE TWITTEA

Fujimori se ha levantado de su lecho, después de lo que ha llamado la trampa del indulto, para tratar de convertirse en el hombre que nos escribe desde la prisión.
En la tienda naranja se piensa que había un compromiso, por lo menos informal, para liberar al exdictador. Y sería para eso que el susodicho armó toda la película del agravamiento de sus enfermedades. Lo que se habría intercambiado de un lado a otro en esa etapa nunca podrá conocerse del todo.
¿No era que estaba moribundo, que sus hijos querían llevarlo a casa para que pudiera pasar allí sus últimos días y que el peligro más inminente era que pudiera optar por suicidarse?
Por lo menos es lo que se dijo para reclamar el indulto humanitario del gobierno, mientras se mostraban imágenes del exdictador en camillas y camas hospitalarias entrando y saliendo de clínicas locales, lo que influía en el sentimiento de mucha gente que pensaba que se estaban ensañando con el pobre viejo enfermo.
Bueno, Humala ejerció su atribución de evaluar los informes médicos y negó el indulto, lo que en vez de acelerar el paquete de males que persiguen a Fujimori en su prisión-residencia de la DIROES, ha producido el milagro de levantar al casi muerto, que ya no circula por espacios médicos, y al que parece habérsele desatado una necesidad irrefrenable por la comunicación.
De las dolorosas memorias desde su encierro, el llamado “chino” pasó a reclamar ser entrevistado por medios amigos y hasta consideró un programa con sus patas de RPP. Pero como la cosa no avanzó mucho por ese lado, a pesar del entusiasmo de Raúl Vargas, la alternativa fue convertirse en un actor de las redes sociales.
El preso que escribe en twitter
Y ahí lo tenemos. Un moribundo alardeando desde el twitter: “Más barato les habría salido a Nadine y Ollanta indultarme. Les habría resuelto la incontrolable inseguridad interna sin ningún compromiso”. Vaya, o sea que una vez fuera se acababan los movimientos hospitalarios y el gobierno podría contar con un consultor gratuito e infalible para asuntos de seguridad.
Por supuesto que todavía hay mucha gente que recuerda que en los más de diez años de gobierno fujimorista, casi nueve con control absoluto de las instituciones estatales, se acabó la delincuencia, que solo volvió cuando empezó a haber demasiada democracia. ¿Quién no sabe que en los 90 no habían choros en las calles dispuestos
a arrebatar las carteras y los celulares, secuestradores al paso para vaciar las cuentas de ahorro, ni narcos sacando drogas en aviones presidenciales, ni bandas organizadas capaces de imponerse sobre ciudades enteras, ni sicarios matando por encargos, etc.?
Y todo porque el “chino” tiene la mano dura, nunca huye ante el peligro y no se hace el enfermo. Claro que de su mensaje se pueden sacar otras lecciones. Por ejemplo que el tema de su condena debería evaluarse en costobeneficio.
Lo que el Estado debe pagar para mantener una cárcel con un solo preso y el ahorro que significaría
Fujimori en la calle, como asesor ad honorem, viviendo de sus rentas colocadas en algún lugar del mundo. Un emplazamiento a Nadine y Ollanta (en ese orden) para que vayan haciendo cuentas.
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Otro concepto es que, según dice, ya no le interesa terminar en Japón, donde se refugió varios años y al que Abugattás propuso expulsarlo para librarse de su presencia. Antes quiso ser senador japonés y protegerse en ese país. Pero ahora dice que es por “miedo” que lo quieren mandar muy lejos. Y sigue: “Celebro ocho años en reclusión, con maltratos, calumnias, más la trampa del indulto…” Muy extraño, porque fuera de su situación privilegiada de pintor, jardinero y escritor de memorias y provocaciones, no hay maltratos que se le conozcan, pero de lo que sí se ha olvidado en redondo es de su supuesta enfermedad terminal. Ya no es el problema de su prisión, sino el de sentirse sacado de la política, a la
que cree que volvería triunfal si lograse su libertad.
Un punto aparte merece la calificación de “trampa del indulto” que es usada por Alberto Kenya Fujimori y su entorno como si ya fuera una verdad. Lo que quiere decir es que en la tienda naranja se piensa que había un compromiso, por lo menos informal, para liberar al exdictador. Y sería para eso que el susodicho armó toda la película del agravamiento de sus enfermedades, los hijos distribuyeron las fotos y Nakazaki organizó el alegato legal que tenía como centro desechar los informes técnicos y convertir el asunto en una pura decisión política del Presidente.
Lo que se habría intercambiado de un lado a otro en esa etapa nunca podrá conocerse del todo. Así como no se sabrá qué presiones recibió Humala desde dentro del gobierno y de personalidades influyentes para no dar
el paso, frente al cual indudablemente vaciló por largo tiempo. El desenlace, por lo que se ve, ha irritado mucho más al prisionero que a su partido y a su abogado. Al punto que lo que se está viendo es un “chino” funcionando cada vez más por su cuenta, más necesitado de comunicarse y de mostrar al gobierno y al país lo que se perdieron por mantenerlo en la prisión.

Miércoles de Política

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