Fujimori se ha levantado de su lecho, después de lo
que ha llamado la trampa del indulto, para tratar de convertirse en el hombre
que nos escribe desde la prisión.
En la tienda naranja se piensa que había
un compromiso, por lo menos informal, para liberar al exdictador. Y sería para
eso que el susodicho armó toda la película del agravamiento de sus
enfermedades. Lo que se habría intercambiado de un lado a otro en esa etapa
nunca podrá conocerse del todo.
¿No era que estaba moribundo, que sus
hijos querían llevarlo a casa para que pudiera pasar allí sus últimos días y
que el peligro más inminente era que pudiera optar por suicidarse?
Por lo menos es lo que se dijo para
reclamar el indulto humanitario del gobierno, mientras se mostraban imágenes
del exdictador en camillas y camas hospitalarias entrando y saliendo de
clínicas locales, lo que influía en el sentimiento de mucha gente que pensaba
que se estaban ensañando con el pobre viejo enfermo.
Bueno, Humala ejerció su atribución de
evaluar los informes médicos y negó el indulto, lo que en vez de acelerar el
paquete de males que persiguen a Fujimori en su prisión-residencia de la
DIROES, ha producido el milagro de levantar al casi muerto, que ya no circula
por espacios médicos, y al que parece habérsele desatado una necesidad
irrefrenable por la comunicación.
De las dolorosas memorias desde su
encierro, el llamado “chino” pasó a reclamar ser entrevistado por medios amigos
y hasta consideró un programa con sus patas de RPP. Pero como la cosa no avanzó
mucho por ese lado, a pesar del entusiasmo de Raúl Vargas, la alternativa fue convertirse
en un actor de las redes sociales.
El preso que escribe en twitter
Y ahí lo tenemos. Un moribundo
alardeando desde el twitter: “Más barato les habría salido a Nadine y Ollanta
indultarme. Les habría resuelto la incontrolable inseguridad interna sin ningún
compromiso”. Vaya, o sea que una vez fuera se acababan los movimientos hospitalarios
y el gobierno podría contar con un consultor gratuito e infalible para asuntos
de seguridad.
Por supuesto que todavía hay mucha
gente que recuerda que en los más de diez años de gobierno fujimorista, casi nueve
con control absoluto de las instituciones estatales, se acabó la delincuencia,
que solo volvió cuando empezó a haber demasiada democracia. ¿Quién no sabe que
en los 90 no habían choros en las calles dispuestos
a arrebatar las carteras y los
celulares, secuestradores al paso para vaciar las cuentas de ahorro, ni narcos
sacando drogas en aviones presidenciales, ni bandas organizadas capaces de
imponerse sobre ciudades enteras, ni sicarios matando por encargos, etc.?
Y todo porque el “chino” tiene la mano
dura, nunca huye ante el peligro y no se hace el enfermo. Claro que de su mensaje
se pueden sacar otras lecciones. Por ejemplo que el tema de su condena debería
evaluarse en costobeneficio.
Lo que el Estado debe pagar para
mantener una cárcel con un solo preso y el ahorro que significaría
Fujimori en la calle, como asesor ad
honorem, viviendo de sus rentas colocadas en algún lugar del mundo. Un emplazamiento
a Nadine y Ollanta (en ese orden) para que vayan haciendo cuentas.
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Otro concepto es que, según dice, ya no
le interesa terminar en Japón, donde se refugió varios años y al que Abugattás
propuso expulsarlo para librarse de su presencia. Antes quiso ser senador
japonés y protegerse en ese país. Pero ahora dice que es por “miedo” que lo quieren
mandar muy lejos. Y sigue: “Celebro ocho años en reclusión, con maltratos,
calumnias, más la trampa del indulto…” Muy extraño, porque fuera de su
situación privilegiada de pintor, jardinero y escritor de memorias y
provocaciones, no hay maltratos que se le conozcan, pero de lo que sí se ha
olvidado en redondo es de su supuesta enfermedad terminal. Ya no es el problema
de su prisión, sino el de sentirse sacado de la política, a la
que cree que volvería triunfal si
lograse su libertad.
Un punto aparte merece la calificación
de “trampa del indulto” que es usada por Alberto Kenya Fujimori y su entorno
como si ya fuera una verdad. Lo que quiere decir es que en la tienda naranja se
piensa que había un compromiso, por lo menos informal, para liberar al
exdictador. Y sería para eso que el susodicho armó toda la película del
agravamiento de sus enfermedades, los hijos distribuyeron las fotos y Nakazaki
organizó el alegato legal que tenía como centro desechar los informes técnicos
y convertir el asunto en una pura decisión política del Presidente.
Lo que se habría intercambiado de un
lado a otro en esa etapa nunca podrá conocerse del todo. Así como no se sabrá
qué presiones recibió Humala desde dentro del gobierno y de personalidades
influyentes para no dar
el paso, frente al cual indudablemente
vaciló por largo tiempo. El desenlace, por lo que se ve, ha irritado mucho más
al prisionero que a su partido y a su abogado. Al punto que lo que se está
viendo es un “chino” funcionando cada vez más por su cuenta, más necesitado de
comunicarse y de mostrar al gobierno y al país lo que se perdieron por mantenerlo
en la prisión.
Miércoles
de Política
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