El libro empieza recordando cómo
en Ayacucho Cipriani se identificó de inmediato con las Fuerzas Armadas
Fernando Rospigliosi Analista político
Desde que llegó a Ayacucho en
1988 –fue nombrado obispo de esa diócesis en 1995–, Juan Luis Cipriani se hizo
conocido nacionalmente por sus opiniones francas y a veces bruscas sobre
asuntos que tenían que ver no solo con la religión y la fe sino con la política.
Luis Pásara y Carlos
Indacochea acaban de publicar un libro sobre el polémico prelado, “Cipriani
como actor político” (IEP 2014), donde analizan su participación en la vida
pública y el significado del Opus Dei –organización a la que pertenece– en la
Iglesia Católica y la sociedad.
El libro empieza recordando
cómo en Ayacucho Cipriani, a diferencia de otros religiosos, se identificó de
inmediato con las Fuerzas Armadas, en momentos en que los militares eran
acusados de graves violaciones a los derechos humanos, y se convirtió en un
ardoroso defensor del gobierno de Alberto Fujimori.
Son famosas algunas de sus
frases, como cuando se refirió en una entrevista con “Caretas” a la
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos como “esa cojudez”. O el cartel que
puso en el obispado de una región que soportó el más alto número de
desaparecidos, torturados y ejecutados extrajudicialmente por las fuerzas del
orden: “Aquí no se atienden reclamos de derechos humanos”.
Respecto uno de los asuntos
más relevantes y sensibles de la década de 1990, dijo: “El caso La Cantuta está
siendo utilizado políticamente y bajo el pretexto de la defensa de los derechos
humanos se está dando el último intento de atropellar la libertad del pueblo
peruano”.
Y poco después, sobre los
desaparecidos, “lo cierto es que los agarraron en una emboscada o un
enfrentamiento y se los bajaron”, que era precisamente la versión oficial –y
falsa– sobre los secuestrados de La Cantuta y muchos otros: se habían ido con
los terroristas y muerto en combate.
El libro concluye que en
Ayacucho Cipriani estableció una alianza duradera con el gobierno de Fujimori y
no solo asesoró a las autoridades civiles y militares, sino que desempeñó él
mismo responsabilidades propias de la función gubernamental.
Una de las razones de esta
implicación de Cipriani es su pertenencia al Opus Dei, al que se define de raíz
autoritaria emparentado con el franquismo a cuya sombra prosperó.
El libro narra cómo el
fundador del Opus Dei, José María Escrivá Albás, un modesto cura provinciano
proveniente de una familia arruinada, hizo carrera a partir de la Guerra Civil
española, cuando conoció a Francisco Franco, cultivó el favor de ricos y aristócratas
y, lo más importante, de los jerarcas del movimiento.
Paralelamente con su ascenso,
cambió su nombre por el de Josemaría Escrivá de Balaguer y adquirió el título
de marqués.
El Opus Dei logró un éxito
impresionante en la España franquista al captar a civiles ricos e influyentes
–en 1973 dos tercios del gabinete de Franco pertenecían a la Obra– y
desarrollar empresas y centros educativos con un peculiar sistema: no
pertenecen al Opus Dei sino a sus miembros, que son controlados estrechamente
por la organización.
Desde fines de los 70,
desaparecida la dictadura franquista, el OD recibió un nuevo impulso del Papa
conservador Juan Pablo II, que lo convirtió en la única prelatura personal de
la Iglesia Católica y nombró un número desproporcionado de obispos de esa
organización en relación con su tamaño. En el Perú son aproximadamente el 20 %
del total. También designó al primer cardenal de la Obra, Juan Luis Cipriani,
luego de haberlo nombrado arzobispo de Lima y primado del Perú.
Por último, el libro detalla
las batallas de Cipriani para imponer a la sociedad y al Estado sus
particulares puntos de vista, oponiéndose al aborto y el control de la
natalidad, al divorcio y la unión civil (los homosexuales son “personas
enfermas o degeneradas que requieren atención médica especializada”).
Los autores rescatan la
interesante idea de Cipriani sobre la familia: “Dios pone al papá por encima de
los hijos y lo hace respetable […] La mamá dispone del buen funcionamiento de
la casa. Ese es el mensaje de Dios. El papá es la autoridad de todo el proyecto
de la familia. […] La mamá […] corrige el carácter de los hijos, prepara las
fiestas de cumpleaños, vela porque la ropa esté limpia, pone adornos y flores
en las distintas habitaciones…”.
En suma, un libro muy sugestivo
sobre un personaje relevante.
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