Augusto Alvarez Rodrich
Al final, la excarcelación de “don Bieto” es lo de menos.
Si la acrobacia argumental del Tribunal
Constitucional (TC) para excarcelar a
Alberto Quimper es un escándalo, más bochornosa es la parsimonia del Poder
Judicial (PJ) para darles impunidad a los “petroaudios”.
El TC declaró fundado el hábeas corpus presentado por
Quimper que sostenía que el PJ suspendió su arresto domiciliario sin que
–¡agárrese!– existiera una causal válida.
Hace un año, Quimper fue “ampayado” en un almuerzo en La
Bomboniere pero el TC dijo que solo “se había desviado de la ruta a su
domicilio” luego de cumplir una diligencia judicial.
Más allá de que Quimper sea una expresión exagerada de
que la pendejada es una ganzúa efectiva en la justicia peruana, debido a que,
por muchos años, demostró que los casos se deciden mediante el chanchullo
concretado gracias a la conexión con el partido o en el sauna del Club
Nacional, lo cierto es que lo anterior es, sencillamente, una mentira.
Un equipo de ATV –el canal en el que trabajo– lo ‘ampayó’
en todo el esplendor de la infracción, pero este TC que languidece y de tan
lamentable desempeño –del cual el congresista Víctor Andrés García Belaunde ha
dicho que “subasta las sentencias”– ya está tan desprestigiado que puede decir
cualquier mentira, por más burda que esta sea, pues ya no tiene más prestigio
que perder.
Y cuidado: el TC que viene puede ser incluso peor pues su
conformación la están tasajeando los partidos políticos, como repartija, al
mejor postor (o sea, al ‘peor postor’).
Pero esta desfachatez, calificada de “incoherente” por la
ministra de Justicia Eda Rivas, y de descansar en “fundamentos que no están
sostenidos en argumentos lógicos” por el procurador anticorrupción Julio
Arbizu, no es nada frente al escándalo mayor de la gran dilación del proceso de
los ‘petroaudios’.
Aquí sí hay un exceso evidente contra Quimper, así como
contra muchos procesados en el país, pues es una gran injusticia que la
justicia demore tanto y tenga a la gente presa pudriéndose en la cárcel en
condiciones lamentables y perdiendo parte valiosa de su vida.
Desde octubre de 2008, cuando un grupo de periodistas
reveló el escándalo de los ‘petroaudios’, hasta ahora, que el caso va rumbo a
nada, lo que se orquestó fue un chanchullo tramado entre políticos, jueces,
fiscales y otros periodistas para coronar una impunidad que es mucho más
escandalosa, incluso, que todo lo que se conoció en los ‘petroaudios’.
Esta dilación para asegurar la impunidad de los
funcionarios involucrados en esta cuchipanda organizada para saquear al erario
constituye una expresión suprema de este reino de la pendejada en el que, con
escasas excepciones, se desenvuelven la política y la justicia peruanas.
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