El
ego colosal del dos veces expresidente está llegando muy cerca del delirio. Ya
había dicho con singular desvergüenza que a pesar de las cosas por las que se
le investiga y acusa, el pueblo siempre lo elige, y poco después que sólo
aceptarían ir a un diálogo con el gobierno si les entregaban las cabezas del
premier Jiménez, el procurador Arbizu y el congresista de la megacomisión
Sergio Tejada. Por ahí, la encuestadora IPSOS acaba de constatar que para sus
encuestados el principal líder de la oposición es AGP, y eso a pesar de que los
mismos sondeos de opinión apuntan su vinculación con actos de corrupción como
los narcoindultos y narcoconmutaciones.
Como
si hubiera llegado su hora, García asegura en un twitter muy reciente que el
Perú hubiera crecido mucho más rápido los últimos años si no le hubieran
cuestionado los sobregastos, incumplimientos y violaciones legales, en los
casos del Estadio Nacional, los colegios emblemáticos, los proyectos de “agua
para todos” y las liberaciones en masa de narcotraficantes y delincuentes.
“Esta es la crisis”, define el susodicho, insistiendo en su posición de que en
el mundo no está pasando nada grave y el único problema que tenemos es que no
lo tenemos todavía en la presidencia.
Ciertamente
hay que haber estado padeciendo de un agudo estrés para llegar a expresarse de
una manera tan evidente en la intención de evitar esclarecimientos sobre los
hechos de su último gobierno. En un extremo el expresidente ha llegado a
lamentar que no se realizarán los proyectos de Canaán que se plasmaron en los
petroaudios y que se frustrara el faenón petrolero que prepararon Rómulo León y
Alberto Químper, con Daniel Saba y César Gutiérrez. Estaríamos mucho mejor si
todas esas trafas no hubieran sido paradas por los escándalos y las investigaciones.
Viva la corrupción si hace crecer la economía parece ser el resumen de sus
reflexiones.
García
efectivamente no tiene aprensiones políticas en mostrar que se ha servido de la
presidencia para convertirse en uno de los hombres más ricos del país y que una
red de amigotes lo sigan apuntalando para que esté siempre en el bolo del
poder, como retribución a los beneficios que recibieron en sus gobiernos. Si
todo esto hace crecer la economía y las estadísticas dicen que hay menos
pobres, qué importa que se vea un poco mal la manera como instrumentaliza una
universidad para sus planes políticos, o la forma como la principal
comercializadora de libros lo incluye en su directorio y le paga adelantado por
los libros que aún no ha escrito, si cuando estaba en el gobierno la
favorecieron con contratos millonarios.
García
ha entendido la política como un permanente desplazamiento por el filo de la
navaja, donde por un lado están todas las gollerías del poder y en el otro la
posibilidad de terminar en la cárcel.
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