EDITORIAL LA REPUBLICA
Estrategia conjunta y trabajo
de inteligencia que deben continuar
Los informes oficiales dan
cuenta de que durante un operativo combinado militar policial llevado a cabo la
madrugada de ayer en el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM)
fueron abatidos tres mandos terroristas, entre ellos Alejandro Borda
Casafranca, “Alipio”, y Martín Quispe Palomino, “Gabriel”. El primero era el
número 2 del grupo terrorista y su principal mando militar, en tanto que el
segundo dirigía las operaciones en las áreas cercanas a La Convención.
El exitoso operativo es un
duro golpe a la banda armada que opera en la zona, calificada como un remanente
terrorista aliado del narcotráfico, autores de emboscadas que han costado la
vida de decenas de efectivos de las fuerzas del orden y de actos de sabotaje y
de extorsión de las empresas y pobladores. Los cabecillas abatidos secuestraron
a los trabajadores de Camisea, en Kepashiato, destruyeron helicópteros de una
compañía que presta servicios a Transportadora de Gas del Perú (TgP) y
maquinarias de la constructora de la carretera Huamanga-San Francisco.
Este resultado arriba luego de
10 años de reveses; es la consecuencia de dos hechos que merecen ser
resaltados: la labor coordinada de las FFAA y de la Policía Nacional luego de
superarse la etapa de la dispersión de recursos y divorcio en las actividades,
y el trabajo de inteligencia, paciente y esforzado, que en su momento fue el
preludio del éxito en el Alto Huallaga, cuando fue capturado el llamado
“camarada Artemio”.
El operativo y sus logros
indican que la demanda de una nueva estrategia en el VRAEM está siendo
respondida de modo inicial. El año pasado se tuvieron los primeros logros y
este año el gobierno pudo establecer un plan de seguridad que proteja al
gasoducto de incursiones armadas. En ese sentido, el clima de polarización
política no debería ser un obstáculo para que se reconozcan los avances y se
deje por ahora de lado cálculos poco felices sobre si esto favorece o no a
algún ministro en problemas.
La banda armada en el VRAEM
está afectada seriamente pero está lejos de desaparecer. Una de las razones de
su sobrevivencia está relacionada con la estrategia que ahora muestra sus
frutos; la otra son los incentivos perversos que introduce en la zona el
narcotráfico. La banda de los hermanos Quispe Palomino hace tiempo dejó de ser
un grupo con alguna ideología extremista y terrorista para ser fundamentalmente
el brazo armado de una actividad delictiva. No en vano se señala que en el
VRAEM se libra una guerra de las drogas.
En esa dirección es conveniente
reparar en la agenda pendiente en esa región del país. El principal punto de
ella es el desarrollo que permitirá mayor inclusión social de sus habitantes e
incorporación de sus actividades económicas al mercado. En tal medida la
inversión en infraestructura, saneamiento y electrificación y las políticas de
extensión de derechos e incentivo del crédito deben continuar.
Es saludable, por ejemplo, que
se haya decidido realizar este año y por primera vez en la zona actividades de
erradicación y de desarrollo alternativo. En el VRAEM ya opera una de las
empresas de ese rubro, la Cooperativa Agraria Cafetalera Valle Río Apurímac
(CACVRA) con 1.800 socios y 6.300 hectáreas de cultivo. Forman también parte de
esta agenda logros tangibles en la interdicción de las bandas de narcotráfico,
el decomiso de cocaína y la destrucción de las pozas de maceración y el control
de los insumos químicos.
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