OFRECIDA A CÉSAR HILDEBRANDT EN 1977.
Por: César Hildebrandt
(Revista Caretas, 3 de febrero de 1977)
General, ahora tal
vez tenga usted tiempo para hacer reflexiones que antes no pudo hacer, ¿ha
reflexionado sobre el verdadero objetivo de su gobierno?
Sí, lo he hecho.
¿Cómo calificaría
ahora ese objetivo?
Hacer del Perú un país independiente y cambiar las
estructuras para que el Perú se desarrollara con independencia, con soberanía.
No un país vendido, de rodillas . ¿Cómo era aquí? ¡Aquí mandaba el embajador
americano! Cuando yo era presidente, el embajador tenía que pedir audiencia y
yo lo manejaba a seis pasos. Yo los fregué. Yo boté a la misión militar
americana.
Aquí había 50 ó 60 jefes americanos y el gobierno peruano
tenía que pagarles sus sueldos, el pasaje hasta para el gatito que traía la
familia. Y formaban parte de la información para la CIA.
Nosotros no lo necesitábamos, ya habíamos crecido
bastante como para no tener que consultarle todo. Aquí nuestras escuelas de
guerra son muy buenas. Nosotros les podemos dar vacantes, más bien.
Mucha gente
considera que usted está lleno de rencor, ¿qué piensa de eso?
¿Rencor?, ¿contra quién? ¡Contra nadie! Yo no di ningún
golpe. Yo llevé una revolución. Fue una revolución bien planteada. Porque
nosotros entramos de frente a actuar, a operar con velocidad. Nosotros hemos
hecho cuántas cosas a una velocidad espantosa. Yo sabia que en cualquier
momento me botaban. Porque aquí en el Perú, fatalmente, la oligarquía nunca
muere.
¿Usted qué cree?
Bueno, al menos durante mi gobierno a la oligarquía le
hemos dado forma tal que la hecho desecho. Muchos han dicho que una de las
cosas que hizo la revolución fue terminar con la oligarquía. Bueno, yo creo que
no hemos terminado con la oligarquía. Han quedado restos. Y estos restos, están
creciendo otra vez. Yo tengo mi conciencia tranquila, excepto por una cosa.
Porque no terminé la obra de la revolución. No hicimos lo de la salud y lo de
la vivienda. Y no lo hicimos porque me sacaron.
Y ¿por qué cree
que lo sacaron? La ambición política, la ambición del poder... Algunos sectores
le reprocharon siempre el que usted fuera amigo de los comunistas, el que fuera
blando con ellos.
No sólo eso, me han dicho que oficialicé el comunismo. Y
eso es una brutalidad. Eso lo dice mi amigo Frías. Eso lo he leído en
"X". ¿Por dónde voy a salir comunista? Yo he sido militar toda mi
vida. Había algunos medio rojos en el gobierno, que eran pasables. Ustedes me
hubieran acusado de macartista si yo hubiera perseguido a los comunistas. Yo
mas bien he dicho que los comunistas se infiltraron. Hubo infiltración. Y sin
embargo, el guerrillero, este muchacho guerrillero, ¿cómo se llama? ¿Béjar?
Béjar. Bueno, Béjar dice en su libro "La revolución en la trampa", que
no hubo infiltración comunista. ¡Cómo que no hubo infiltración comunista! Hubo
infiltración comunista en todas partes, viejo. Y en SINAMOS, donde trabajaba
Béjar, hubo más infiltración que en ninguna otra parte.
¿Y usted combatió
esa infiltración?
En cierta forma. Yo no les hice la guerra, no salí a
cazar guerrilleros como hicieron una vez acá. Yo no los he perseguido. Yo no he
perseguido tampoco al APRA. A ningún partido he perseguido yo, viejo. Un hombre
es dueño de sus ideas y es libre de expresarlas como le dé la gana. A no ser
que lo hagan cambiar a la fuerza. O que le hagan lavado cerebral.
Uno de los puntos de nuestra revolución era: Pluralidad
política. De manera que la revolución peruana era para todos los peruanos, no
era para unos cuantos. Yo decía que aquellos que no querían estar con la
revolución, la revolución les iba a entrar por los poros alguna vez.
¿Con algún partido
sintió alguna aproximación? Libros como "El poder invisible", lo han
descrito a usted como un hombre resentido, lleno de amargura por su infancia
tan pobre, tan dura. ¿Qué le suscita eso?
Hubiera sido como el alacrán. Me hubiera metido la
ponzoña yo. Cuando yo hice la revolución, ya era general de división. Había
llegado a lo más alto de mi carrera General de División.
¿Qué puesto tenía?
Mandaba al Ejército y mandaba a la Fuerza Armada. Era
comandante general del Ejército y presidente del Comando Conjunto. ¿Dinero? Yo
no necesitaba dinero, viejo. Yo había estado como agregado militar en Francia,
donde gané bastantes dólares como diplomático. Después fui miembro de la Junta
Interamericana de Defensa y ahí gané también buena plata. Ahorrábamos, yo nunca
he sido botarate. Esta casa me la hizo mi hijo, el arquitecto. De manera que
esta casa es antes de... De manera que dinero tenía, lo suficiente para vivir
una vida cómoda. Yo no hice la revolución para llenarme los bolsillos. ¿Dónde
está el dinero que me he robado? Yo no tengo plata. Yo vivo con las justas.
Vivo de mi pensión nada más. Como todavía estoy enfermo no puedo trabajar en
otra cosa.
Si no es
indiscreción, ¿a cuánto haciende la pensión de un general de división?
¿Cuarenta mil?
Nunca llegó a cuarenta... De manera que yo no hice la
revolución para mí. Había viajado, conocido el mundo, ¿qué más quería?
General, usted dice
que la revolución está detenida, porque no ha habido ninguna medida de
transformación. Pero ante la crisis económica, ¿qué hubiera hecho usted?
Arreglar la crisis económica.
Sí, pero ¿cómo?
En principio, viejo, hay una tanda de mocosos en las
entidades claves. Así no se puede arreglar la economía del país. He visto que
acaban de botar a Guiulfo, un mozo inteligentísimo, botan del Banco de Reserva
a Barreto, que es un tipo de mucha experiencia. ¿Así se hace patria? A la buena
gente la han botado y ha quedado una partida de mocosos.
¿Mocosos, general?
Para mí, mocosos, viejo.
Usted recibió una
deuda de 800 millones de dólares. Y cuando salió está en 4 mil millones. ¿Cómo
un gobierno como el suyo pudo producir una deuda tan alta?
Depende de lo que se haga. Si usted va al gobierno y no
hace nada, no gasta un centavo. La revolución fue para hacer un nuevo Perú.
Había que expropiar las tierras y había que pagar esas tierras. Cada
transformación costaba al país, las cuentas están claras.
Yo le pongo el oleoducto Poechos, Cuajote, Bayóvar,
Olmos, la fábrica de papel, fertilizantes. Actualmente no va a apretar el botón
a hacer inauguraciones.
¿Inauguraciones de
qué?
De obras importantes que hizo la revolución.
Hace un rato le
pregunté y usted no me contesto esto: ¿Cuál fue el peor defecto de su gobierno?
Digamos, ¿cuál fue su mayor virtud y cuál su peor defecto?
La mejor virtud fue que fue el primer gobierno que luchó
por las grandes mayorías que estaban oprimidas.
¿Y su peor
defecto?
El peor defecto de la revolución, bueno, tenía muchos
defectos. Porque yo actuaba con gente que era enemiga de la revolución. Había
Belaundistas, apristas, comunistas. Teníamos opositores por todos lados,
inclusive ya está usted viendo, viejo, que mis ministros me traicionaron. ¿O
no? Me traicionaron porque me sacaron, traicionándome. Eso fue una traición.
¿Cuáles eran sus
relaciones con expreso?
"Expreso" nos defendía. "Expreso"
defendía a la revolución peruana. Todos los del "Expreso" defendían a
la revolución.
¿Por qué?
No sé, pero la defendían. Cuando la "prensa"
nos atacaba, el único que salía y nos defendía era "Expreso". Cuando
"El Comercio" nos atacaba, el único periódico que salía en defensa de
la revolución era "Expreso". Se les prendía como un perro y les decía
pestes. Nos defendía bravamente, nos defendía con valentía. Ahora, yo sé que
había comunistas, claro. Estaba Moncloa, Roncagliolo, había varios, había un
grupo. Pero nos defendía, viejo, era el único...
Pero digamos que
esa defensa solitaria se acaba cuando se expropiaron los periódicos...
Bueno, no, porque en buena cuenta no se trató de una
expropiación. Los periódicos no se quitaron para que el Estado los manejara,
para que el gobierno los manejara a su gusto...
Pero así fue y así
es...
Ahora yo no respondo por nada. Ahora todo es una mierda,
viejo... (Con Morales Bermúdez)
Sus palabras
parecen expresar a veces amargura general...
Amargura de qué. Amargura contra qué. Absolutamente,
viejo...
"Esta con el
mejor genio del mundo". Interviene su esposa, que hace cinco minutos
escucha la conversación.
La única amargura que tengo es no haber completado las
transformaciones . Nos faltó no sólo la salud y la vivencia sino el crédito, la
banca. No queríamos apoderarnos de los bancos para apoderarnos de sus
utilidades. Lo que queríamos es que el Estado fuera dueño de la banca para
poder manejar el crédito con un criterio revolucionario. Prestarle al zapatero,
al gasfitero, al campesino. ¿Qué yo quiero cuarenta mil soles? Aquí está señor.
Yo quería que el banco agrario comprara cuarenta camionetas y que todos los
días esas camionetas recorrieran los valles para prestar plata. ¿Señor, usted
siembra? Tal cosa, tal cosa. ¿Cuánto necesita? No quiero. ¿Qué no quiero? Sí
señor, aquí tiene usted: meterle por la boca la plata, aquí tiene usted. Porque
la plata iban a mejorar. Oye viejo, no había plata, a esta pobre gente le
compraban las cosechas por cinco años. Esta gente era estafada, les robaban su
dinero... Nos faltó tiempo, porque me botaron.
Yo hice lo que
pude. Más no puedo. Y mire cómo he salido...
Ya, que no te suba la presión. Interviene, doña Consuelo.
Mira lo que he ganado; una pierna menos, enfermo...
Pero todo tiene
sus compensaciones. Usted ha ganado...
¿El amor de la gente?, pregunta llena de ironía, doña
Consuelo.
No diría eso,
respondo.
¿No cree usted que
ha ganado, más allá de las pasiones y cuando las esencias se sedimenten;
digamos, un puesto en la historia?
La gente más ingrata no puede ser, dice Consuelo. Después
de tantas amarguras ¡un puesto en la historia!
La revolución se ha dado el gusto de hacer las
transformaciones que no hicieron los civiles. Los civiles tuvieron 150 años en
el gobierno y no las hicieron. Por eso es que la Fuerza Armada tuvo que hacer
la revolución. El consuelo que tengo es que la revolución hizo vibrar. Porque
hasta los enemigos nuestros vibraron de contento cuando... (Velasco llora
discretamente, apenas tiene voz para terminar) recuperamos Talara. Cuando recuperamos
Talara hicimos vibrar hasta al mismo Ulloa... ¿Qué yo tenga amargura contra
nadie...? ¡Contra nadie!
¿No cree que en
algún caso fue usted, excesivamente autoritario, rígido, despótico?
¿En qué caso?
Por ejemplo:
deportar a Armacanqui, deportar a Duharte, deportar a Zileri.
Yo no era ministro del Interior... Zileri nos atacaba
continuamente, nos paraba, nos frenaba... El gobierno tiene también que
sancionar a quienes lo atacan. La revolución tenía que defenderse. No iba a
cruzarse de brazos para que le dijeran falsedades. De manera que ellos mismo se
la buscaban, por locura....
Una última
pregunta, general: ¿Cuál es según su punto de vista la salida política para el
país?
Si ya no hay revolución, entonces el gobierno militar ya
no se justifica. Debía haber pues, un gobierno democrático, ¿no?
¿O sea
virtualmente, una convocatoria a elecciones?
Bueno, eso es lo único hasta la fecha inventado, ¿no?
(Fuente: CARETAS)
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