Escribe: Fernando Tuesta Soldevilla
Los partidos no tienen en claro qué hacer con
la reforma política. Es más una presión externa, que un deseo interno.
Intuitivamente piensan que deben ser menos numerosos, pero hacen todo para que
sean más. La forma que han optado los partidos en el dictamen que será debatido
este jueves es más exigente con los requisitos para inscribir partidos y
condiciones para cancelarlos. Medidas que no entienden la realidad precaria de
sus organizaciones, por lo que muchas medidas no funcionan.
Hoy, entre los requisitos más
importantes para inscribir partidos, se encuentran la presentación de firmas de
adhesión equivalente al 3% de los que sufragaron en la última elección general,
poco menos de medio millón. De la misma manera, 67 comités provinciales en al
menos 17 departamentos, con al menos cincuenta miembros o militantes. Cada
partido debe tener no menos de 3,250 militantes. Tan ficticio que en el portal
del JNE aparecen partidos con decenas de miles de militantes, que ya quisieran
tener.
A su vez, la cancelación de la
inscripción se produce si el partido no supera el 5% de los votos o no consigue
seis escaños o si el partido no se presenta a una elección general.
Resulta que con ese diseño hoy
tenemos ya 21 partidos nacionales y 124 regionales. ¿Esto es porque los
requisitos son fáciles de alcanzar? Eso parece indicar el dictamen de la
Comisión de Constitución, pues ahora quiere introducir un mínimo del 5% de
firmas de adhesión para inscribir un partido. Pero la realidad indica que, pese
a la precariedad de los partidos, en las dos últimas dos décadas, las firmas no
han sido un impedimento, pues han logrado la inscripción, más de cincuenta
partidos políticos. Para ser directos, a más número de firmas requeridas, más
falsificadas. Los comités provinciales, pasan por el mismo requisito de ser
figuras formales, pero no reales. Es decir, subir el porcentaje solo
beneficiará a las organizaciones que tienen capacidad económica para organizar
y pagar una estructura de apoyo ficticia.
De otro lado, el dictamen diseña
una cancelación de inscripción supuestamente efectiva, al proponer agregar
porcentaje al 5% mínimo, cuando se trata de alianzas electorales. Sin embargo,
al lado de esta medida, el dictamen permite que un partido mantenga su
inscripción si no se presenta a elecciones. Si la alianza electoral es el
camino que usa el partido para salvar su inscripción, una medida más efectiva
puede ser prohibirlas, pero incentivando la fusión entre partidos. Medida que
no es descabellada, pues la diferencia entre muchos de ellos no es
programática, sino tan solo entre dueños de las marcas.
Una propuesta más efectiva, es
solicitar menos requisitos. Por ejemplo, un partido podría inscribirse con muy
pocos miembros (digamos cien y algunos requisitos formales), pero que esté
obligado a participar solo, no en alianzas electorales, en elecciones internas
simultáneas organizadas y fiscalizadas por los organismos electorales. Si en
las internas de un partido no participa al menos del 0.1% del padrón electoral,
se le cancela la inscripción, deben de pagar una penalidad económica
(equivalente a lo que les cuesta la inscripción actual) y no puede presentar
candidatos. El resto de partidos que sí supera el umbral, puede inscribir
candidatos, pero obligatoriamente en el orden establecido por el resultado de
la elección interna.
Si el partido político en la
elección parlamentaria no supera el 5% y no consigue seis escaños, requisito
del reglamento del Congreso para formar una bancada parlamentaria, se le
cancela la inscripción.
Medida como esta no cambia el
mundo, pero es más sencilla, sincera la realidad y evita gasto innecesario al
fisco (firmas y locales).
REFORMA ELECTORAL: OTRA REPARTIJA CONGRESAL
Escribe: Claudia Cisneros
La única representatividad que parece
practicar los congresistas es la de sí mismos y sus intereses partidarios. Es
una absoluta vergüenza lo que se viene cociendo en el Congreso con la Reforma
Electoral. Si son funciones del
congresista representar a los ciudadanos y legislar acorde a los mejores
intereses de la nación, lo que están haciendo con la Reforma Electoral
planteada por los organismos electorales (ONPE, RENIEC, JNE) es una total
traición a sus funciones en perjuicio del país.
De aprobarse la Reforma
Electoral planteada por los Organismos Electorales (en adelante OE), los
ciudadanos tendremos mayor garantía de partidos menos corruptos, con mejor
selección de candidatos al Congreso y por tanto mejor calidad de praxis y
actores políticos. Pero la traición ha empezado en la propia Comisión de
Constitución (Otárola), donde varios de los temas vitales de la reforma a la
Ley de Partidos Políticos han sido excluidos del dictamen a debatirse en el
Pleno. Lo que parece estarse gestando en el Congreso es una nueva Repartija del
escenario político y los poderes que de él emanan. Los legisladores parecen
estar confabulando para asegurarse a sí mismos impunidad de donaciones oscuras
en la campaña, y para que el acceso a la arena político-partidaria sea más restringido
de lo que ya es.
Uno: No quieren que ONPE-JNE fiscalicen sus elecciones internas.
Esto es, quieren seguir
eligiendo a sus candidatos presidenciales a dedo, por cúpulas y amarres o
con elecciones primarias que no son oficialmente validadas.
Dos: Se resisten a ser transparentes con las finanzas de sus partidos.
No quieren que los OE
fiscalicen los aportes privados de campaña. Ni que se sancione a los
partidos que no rinden cuentas. Hasta han eliminado la actual sanción a quien
no presenta informe.
Tres: Tampoco está la iniciativa del JNE para que no puedan ser
candidatos los sentenciados por delitos graves como “narcotráfico, terrorismo,
violación o corrupción en perjuicio del Estado”.
Cuatro: Insisten en obviar el pernicioso tema del voto preferencial
que lo único que hemos constatado en estos años que hace es generar una
competencia feral interna entre postulantes al Congreso del mismo partido, una
subasta de puestos en la lista y por ende un menú de candidatos congresales
mediocres cuando no cuestionables porque lo que ha mandado es el dinero.
Quinto: Están obstinados en cerrarle el paso a cualquier nuevo actor
político que compita de igual a igual.
De otra forma no se entiende
que el dictamen proponga subir la valla para que un partido político se
inscriba y participe, del 3% actual a 5%. Esto implica que para registrarse
ante los OE un partido político tendrá que recoger cerca de 2 millones y medio
de firmas (el triple de lo que se pide por ley pues la experiencia muestra que
en la depuración oficial casi 2/3 se eliminan). Si el recojo y validación de
cada firma cuesta alrededor de 3 soles o un dólar por firma, el partido nuevo
tendrá que tener, solo para registrarse, cerca de 2 millones de dólares.
Impracticable, excepto si se piensa en dineros mal habidos, grandes lobbies con
amarres o dineros ilegales (narcotráfico o prebendas). Eso o quedas fuera de
juego.
Así, la representación
política partidaria se reduce a un tema netamente monetario que genera abismal
desigualdad en el acceso a la posibilidad de participación en el escenario
político. La mercenarización y mercantilización de la representación política
está en marcha, o mejor dicho, está camino a seguir institucionalizándose
porque en marcha está hace ya buen tiempo con los congresistas (muchos hijos
del voto preferencial) y políticos que tenemos, con líderes de partidos
vinculados a corrupción o narcotráfico, dineros ocultos por los que no quieren
responder, y parlamentarios reducidos al fantochismo por las más variadas
acusaciones que sobre ellos se ciernen.
¿Cómo construir así el país que queremos todos si quienes tienen el
deber de representarnos y traducirnos solo se representan y traducen a ellos
mismos y sus intereses?
Transparencia ha propuesto que
el Congreso abra sesiones extraordinarias para terminar de debatir y aprobar la
Reforma Electoral mínima y necesaria como se debe y antes que el presidente
Humala convoque oficialmente a elecciones. Veremos si al menos por un rapto de
inteligencia –y algo de sangre en la cara– los congresistas del 12% de
aprobación (IPSOS) aprueban las reglas de juego electorales, partidarias y
democráticas propuestas por los organismos electorales, Reniec, ONPE y JNE, que
por algo gozan del 83%, 70% y 50% de aprobación en la confianza ciudadana. De otra forma,
legisladores y líderes políticos solo demostrarán, una vez más, por qué nuestra
política está hecha un asco y una vergüenza, por ellos.
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