Escribe: Humberto Campodónico
En julio de 1944,
representantes de 44 países “aliados” se reunieron en Bretton Woods para
diseñar la arquitectura económica, financiera y comercial de la posguerra. De
allí nacieron el Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento (BIRF, hoy Banco Mundial) y la Organización Mundial de
Comercio (se creó en 1995, aunque existió desde 1947 como Acuerdo General).
La próxima semana se reúnen en
Lima los Gobernadores del FMI y del BM. Vienen no solo los gobernadores de 180
países, sino representantes de la comunidad (es un decir) financiera
internacional, de las empresas privadas, además, de “lobbystas” de todo tipo y
tamaño.
Al FMI recurren los países
cuando tienen déficit en su Balanza de Pagos. El FMI les presta dinero (de los
aportes de los países miembros y de otras fuentes de financiamiento) lo que da
un “alivio”. Está muy bien tener un prestamista de última instancia.
Esto viene con la condición de
aplicar un programa económico “al gusto” del FMI. Aquí vienen los problemas
porque para el FMI los déficits de la Balanza de Pagos tienen un origen
monetario (“el país vive por encima de sus medios”), por lo que receta drásticos
programas recesivos. Se puede decir que “la austeridad es su divisa”. Su
momento más oscuro fue la década del 80 con la deuda externa, considerada la
“década perdida”.
El BIRF reconstruyó Europa y
Japón. Luego se convirtió en un banco de fomento, otorgando “préstamos para el
desarrollo”. Así, presta para infraestructura, irrigaciones, salud, educación,
reforma del Estado, agro, etc. Decir “banca de fomento” en el Perú neoliberal
es mala palabra. Pero si el fomento viene de Washington, entonces no importa.
El problema es que, desde los
90, el BM promovió las reformas estructurales del Consenso de Washington (CdW)
como “la fórmula” para el desarrollo. Pocos años después reconocieron
parcialmente su error al decir que el CdW había sido demasiado “economicista” y
debía ser balanceado con el buen funcionamiento de “las instituciones”:
administración de justicia, libre competencia, organismos electorales, entre
otros. La cosa no es tan simple, pero hay por lo menos un avance.
El BM adoptó la bandera de
reducción de la pobreza, con enfoques y trabajos muy interesantes e
importantes. La limitación es el derrotero que prima en su cúpula, donde los
países industrializados tienen mayoría. De otro lado, el BM es ahora un “grupo”
y tiene un brazo para los países pobres (la AIF), otro para el sector privado
(la CFI es socia de Yanacocha), además un centro de arbitraje para dirimir
disputas (el CIADI) y otro para garantizar las inversiones extranjeras (el
MIGA).
El crecimiento del Sudeste
Asiático y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ha planteado un
aumento de su poder de decisión en el FMI y el BM. Esto solo se puede hacer en
detrimento del porcentaje de otros (“suma cero”). En el 2011 se aprobó una
mayor participación de los “emergentes”, lo que tiene que ser ratificado por
los países. Y EEUU aún no lo hace, lo que provoca tensiones. También China
plantea que el yuan forme parte de la canasta de divisas del FMI, al lado del
dólar, el euro, el yen y la libra esterlina. Pero aún no se le acepta.
Por estas razones (y otras),
China ha promovido el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura con un
capital de US$ 100,000 millones (China pone el 50%). La sorpresa es que, a
pesar de la oposición de EEUU, más de 60 países han entrado, entre ellos Corea
del Sur y Australia. Más importante aún es la creación del Nuevo Banco de
Desarrollo, por los BRICS en el 2014 en Fortaleza (Brasil), también con US$
100,000 millones, porque es una alternativa explícita al BM.
No solo eso. Los BRICS también
acordaron la creación del Acuerdo de Contingencia con un fondo de reserva de
US$ 100,000 millones para aliviar presiones de liquidez de corto plazo: un
prestamista de última instancia, como el FMI.
Estamos, entonces, en una
disputa de la hegemonía de EEUU por parte de China. Que lo logre es harina de
otro costal. Recordemos que el FMI, para tratar de tapar la crisis del 2008,
inventó la “teoría” del desenganche (“decoupling”): los emergentes serían las
“nuevas locomotoras del crecimiento”. Pero eso no ha sucedido y el crecimiento
mundial está de bajada, incluidos los BRICS.
Más bien se aprecia la
tentativa de EEUU de reordenar el sistema mundial a través de los Tratados de
Libre Comercio (TLC) de segunda y tercera generación, por fuera de la OMC y,
también, de China. Ese es el TPP (la madre de los TLC, pues participan 12
países de Asia y América que parece se va a firmar en estos días) y el TTIP con
la Unión Europea, que avanza más lentamente. No son, entonces, el FMI y el BM
el eje de esa lucha por la hegemonía.
En ese contexto de crisis
económica mundial irresuelta y de tentativas de un nuevo orden económico
mundial que se celebra la Conferencia de Lima. A las “hermanas de Bretton
Woods” ya les pesan sus 70 años y es necesario algo nuevo.
Nuestro gobierno ha construido
un nuevo Centro de Convenciones (que ya se necesitaba) de US$ 180 millones y
afirma que somos la capital de la economía mundial. Ya, pues, si ni siquiera
pudimos aprovechar el super-ciclo de precios de las materias primas para
diversificarnos. Se obvia la gran discusión actual sobre la hegemonía y la
economía mundial y se quiere que la Conferencia reafirme el modelo neoliberal
que, como hemos visto, ya no es consenso ni en Washington. Prepárense para la
andanada de propaganda en los próximos días.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/706517-las-hermanas-de-bretton-woods-en-lima
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