La manera como van quedando enredados el
nacionalismo y el peruposibilismo en la maraña forjada por Alejandro Toledo
utilizando el nombre de su apacible suegra que parece no darse cuenta de la
tormenta que ha desatado en el Perú, tiene a mi parecer, más significados que
el de un burdo blindaje a cambio de votos parlamentarios en un contexto en el
que se erizan las relaciones con el APRA (Megacomisión) y el fujimorismo
(denegatoria del indulto), que es de lo que todo el mundo habla.
Al final de cuentas Humala no es solo el
presidente que el partido de la chakana ayudó a ganar en segunda vuelta el 2011
y Toledo el garante de que su aliado no se salga de la “democracia”, entendida
como el modelo de económico de los últimos 23 años, sino los dos individuos que
personificaron la ruptura del país con el régimen de Fujimori en el año 2000,
cuando los partidos tradicionales reducidos por la dictadura caminaban
resignados a mantener algunos puestos de minoría en un Congreso limitado en sus
funciones esenciales.
No digo que hubieran estado preparados y
pensando en lo que finalmente hicieron, pero se encontraron con su hora
histórica y la aprovecharon de modo que saltaron en un dos por tres al primer
plano de la política, lo que finalmente los catapultó al poder en los años que
iban a seguir. Los dos tipos eran aparentemente fieros adversarios: Humala
decía que Toledo había traicionado sus promesas (cosa que ahora seguramente ya
no repetiría) y hasta llegó a pedir su renuncia a la presidencia; el “cholo” a
su vez veía un comandante chavista en Humala y por eso ayudó como pudo a hacer
ganar a García en el 2006. Pero si había algo en común entre los dos personajes
era que calificaban como corrupto el pasado político del Perú, enfatizando en
el fracaso de los viejos partidos y en la cleptocracia fujimorista. Eso los
unió aparentemente contra Keiko y armó una alianza que ya ha sufrido bastantes
estragos hasta la fecha.
Pero probablemente nadie calculó una deriva
como la que hoy estamos viendo. Toledo en pleno derrumbe, obligando a su
partido a hundirse con él en explicaciones inverosímiles, y al partido de
gobierno sin decir nada pero votando para encubrirlo. Así es la “democracia”
dirán, pero se están refiriendo precisamente a la parte del sistema que la
gente más detesta y la que la llevó detrás de Fujimori, Toledo y Humala, en una
nueva infructuosa búsqueda de un hombre honesto, que no concilie con el delito.
Ver al fujimorismo de acusador de la corrupción, pidiendo comisiones
investigadores para ellos, es más de lo que se puede soportar como fraude
político. Pero la culpa no es solo de ellos, sino de los que han construido el
escenario político en el que están muriendo desgastadas esperanzas.
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