Ollanta Humala. Presidente del Perú.
Javier Moreno.
Director El
País, España.
Difícilmente
adivinaría uno solo con saludarle que Ollanta Humala es militar —por el porte
ligeramente retraído con el que se presenta, más bien timidez según los que le
conocen, la sonrisa que aflorará con facilidad a medida que avance la
conversación, en ocasiones risa franca—, militar al menos de la manera en la
que estos han solido practicar la política en casi cualquier parte del mundo,
por desgracia América Latina no ha sido en esto una excepción. Pero
difícilmente también concluye uno la conversación con el presidente del Perú
sin la convicción de que, en el fondo, es un militar, por la forma en la que
describe sus objetivos, analiza sus estrategias, ahora un paso, luego otro,
mantiene la vigilancia en todos los flancos, conserva la mirada fría y alude
una y otra vez en su discurso a las virtudes castrenses: disciplina, jerarquía,
respeto, estrategia.
Dos años
han pasado ya desde que el 5 de junio de 2011 derrotara en la segunda vuelta de
las elecciones presidenciales del Perú a la hija de Fujimori, tras lo cual la
Bolsa de Lima se desplomó, según él mismo me recuerda, y el dinero, siempre
temeroso, buscó refugio tras juzgar que un militar de retórica izquierdista y
agenda oculta se había alzado con la jefatura del Estado para alinear el país
con el eje bolivariano del presidente Chávez, hoy fallecido, y, poner quizá en
riesgo la democracia. Han pasado dos años, afloran las acusaciones de que
Humala está abandonando sus promesas a los más desfavorecidos, digo, y ni en
los hechos ni en los discursos se muestra el presidente del Perú como un
extremista, pese a cual me da la sensación de que los recelos iniciales no se
han disipado, le comento.
—No. Yo creo que los recelos
persistirán.
Esos
recelos conforman el subtexto de las críticas que recibe el gobernante peruano
de la derecha de su país, así como de no pocos medios de comunicación, mientras
que la mayoría de observadores internacionales convienen sin embargo en unos
hechos que desdicen con hartos datos el relato anterior. Lo cierto es que en
estos dos años Perú ha culminado bajo el mandato de Humala uno de los capítulos
de más éxito en América Latina, con crecimientos superiores a la mayoría (este
año se espera más de un 6%), inflación controlada (poco más del 2%) y un enorme
esfuerzo en la reducción de las desigualdades, la consolidación de la
estabilidad política e institucional, así como la lucha contra el atraso
secular de un país devastado durante décadas por el desgobierno, la corrupción,
la violencia iluminista de la ultraizquierda y finalmente la calamidad de un
Alberto Fujimori convertido en caudillo y sus secuaces, que solo tras la caída
de este comenzó a enderezarse con los presidentes Alejandro Toledo y Alan
García.
LA PERSISTENCIA DE LOS RECELOS
Pero tiene
razón el presidente sobre la persistencia de los recelos, le comento la
sorpresa que me produjo un video de un evento esta misma semana en el que él
pide confianza a un grupo de empresarios —“sé que muchos de ustedes no votaron
por mí”— al tiempo que les asegura que no va a tomar decisiones que generen
incertidumbre, declaración que extraña, cuando menos, siendo así que la
moderación ha presidido toda su acción de gobierno durante ese periodo, en el
que ha alineado el Perú no con Venezuela, como algunos temieron, sino con
Chile, Colombia y México en la Alianza del Pacífico, las economías que, junto a
Brasil, con más claridad se han decantado por el libre mercado, la separación
de poderes y las políticas de estabilidad en todo el continente.
—Me refería
yo a que hoy la economía global está pasando por un mal momento. Y el Perú,
dentro de América Latina, viene liderando el crecimiento económico y esto a
través de un esfuerzo que nos ha costado a todos los peruanos y que nos ha
llevado décadas remontar la mala situación económica que vivimos en la década
de los ochenta y parte de los noventa. Nosotros queremos generar un clima de
confianza. Y les hice recordar a los empresarios peruanos que mi elección como
presidente de la República trajo a los sectores empresariales ciertas dudas,
ciertos miedos porque en la campaña ellos no me conocieron y creían que el Perú
se iba a alinear en el bloque de los países del ALBA, cosa que no hemos hecho
ni vamos a hacer. Nosotros estamos trabajando por un modelo de economía
abierta, de mercado, pero también con un concepto nuevo, de la mano van el
crecimiento y la redistribución de la riqueza. A veces planteamos programas
sociales que a determinados sectores no les suena e inmediatamente salen a
cuestionar que nos estamos yendo para el otro lado.
DE LA DISCIPLINA EN LA POLÍTICA
La
conversación se desarrolla a lo largo de casi dos horas el jueves pasado en el
salón dorado de la Casa de Gobierno en Lima, cuya construcción y recubrimiento
en pan de oro, inspirado en el palacio de Versalles, le convierten en uno de
los espacios más impresionantes de palacio. Humala, de 50 años, viste traje
azul marino, camisa blanca y corbata azul eléctrico. Es mediodía y bien entrada
la charla me permito señalarle al presidente, a propósito de sus alusiones a la
importancia de la disciplina –“sin disciplina no hay Ejército”–, dos paradojas
en las que él se explayará y que ilustran de forma extraordinaria por qué
Humala, aun siendo un militar, se ha convertido en una especie de socialdemócrata
en los Andes, empeñado en asentar las instituciones, consciente siempre de la
fragilidad de los avances sociales y de la necesidad de cimentarlos con amplios
consensos, en la estela de Lula o de Mujica, a los que citará más adelante
cuando discutamos de sus alineaciones políticas.
La primera
consiste en que la seguridad no es un asunto únicamente de las fuerzas de orden
público. Es este, naturalmente, un concepto muy extendido, con matices, entre
las izquierdas políticas de todo el mundo (lo que las distingue de las derechas
que, también con matices, prefieren soluciones más expeditivas), pero que no
deja de sorprender en quien pasara más de veinte años en el Ejército, de donde
se retiró en 2004 con el grado de teniente coronel.
—La
inseguridad es un problema muy grave. Pero no podemos creer que la seguridad
consiste en un problema que se resuelve con poner un sheriff. Este es
un problema estructural y en buena hora que hay un presidente militar que lo
entiende, porque si no fueras militar no lo hubieras entendido, y creerías
solamente que se trata de elevar penas, como muchos querían. Pena de muerte.
Creen que así se resuelve el problema, creen que es solamente un tema de más
policías. Es un problema de valores, de falta de oportunidad de los jóvenes. Lo
que pasa que acá todo lo relacionamos con policía. Entonces, hay un problema de
seguridad, que vaya el ministro del Interior. Por eso yo digo en el Consejo de
Ministros: “Todos ustedes tienen que contribuir a la seguridad porque es
injusto que por un problema que debió haberlo resuelto un sector, hoy día el
ministro del Interior tiene que ir al Congreso a explicar o a asumir el costo
político”.
La otra paradoja, le señalo, consiste en que esa
misma disciplina militar, aplicada a la política, es la que ha llevado a la
izquierda al poder en el Perú por primera vez, si se descuentan las dos
experiencias del APRA con Alan García en el gobierno, que no parecen contar
como izquierda en el relato de Humala.
— Claro.
Ellos [la izquierda] han llegado al Gobierno con nosotros. Primera vez en su
historia que llegan al Gobierno, con nosotros; que son ministros, con nosotros.
Porque la izquierda cometió errores estratégicos en el Perú. Era una izquierda
que acá, decían, cuando llovía en Moscú salían con sus paraguas. Eso lo he
escuchado yo, mis padres son de izquierdas. Muy encasillada, tenían la soberbia
de creerse los únicos intelectuales del país y despreciaban al resto porque no
eran marxistas, una izquierda acartonada. Mientras otras izquierdas en América
Latina llegaron al poder, en el Perú a lo máximo que llegaron fue a la alcaldía
de Lima. Por sus propios errores. Hay intelectuales destacados y rescatables
entre ellos, pero esto es así.
IZQUIERDA, DERECHA, NACIONALISMO
Esa
experiencia en el poder ha durado poco, en sucesivas crisis de gobierno los
ministros, más claramente izquierdistas, han terminado fuera del Ejecutivo, lo
que ha añadido confusión al ya de por sí fragmentado panorama político peruano
y ha contribuido al relato de que Humala se está alejando de las posiciones que
le llevaron al triunfo electoral.
–Los
participantes (en la coalición electoral Gana Perú) que eran de izquierdas y
que los colocamos ahí no aguantaron ni seis meses el Gobierno, se salieron y
ahora están con la derecha. Es
una cosa de locos (se ríe el presidente). Hay una bancada que agrupa
congresistas de derecha y congresistas de izquierda, o sea, la necesidad de
tener una comisión, cosas menudas, juntaron a grupos de izquierdas y grupo de
derechas en el Congreso.
¿Cómo define
entonces usted el nacionalismo que vertebra su formación política, el Partido
Nacionalista Peruano?
Creo que
uno de los problemas, uno de los errores estratégicos de la izquierda, fue que
abandonó la bandera de la justicia social, y esa es la que hemos retomado en el
nacionalismo. Entonces, en el panorama latinoamericano, ¿dónde se ubica el
nacionalismo? En la izquierda latinoamericana, con Lula, con Mujica….
Provenimos de un nacionalismo que se nutre de José Carlos Mariátegui y el
socialismo andino, del antiimperialismo de Haya de la Torre y del republicano
Jorge Basadre, que también lo tenemos en nuestras bases ideológicas, porque
Haya de la Torre será aprista, pero es peruano…
Hay un busto de Víctor Haya de la Torre en
el salón de al lado.
Son las
fuentes de inspiración que tiene el nacionalismo, que busca justamente integrar
a la nación como nación. Todas las etnias, comunidades, culturas, de un país
multicultural y diverso. No buscamos separar, sino buscamos unir, integrar.
Tiene un sentido muy distinto al que tiene en España.
LA TAREA Y LOS LÍMITES DEL GOBERNANTE
Ser
gobierno, efectivamente, resulta tarea harto complicada y dos años han bastado,
seguramente menos aún, le sucede siempre a todo gobernante, para que el
presidente haya descubierto los límites de la acción de gobierno; la inevitable
frustración que produce comprobar que la maquinaria del Estado no alcanza para
las ingentes necesidades del país, no llega con eficacia al conjunto del
territorio, los problemas se acumulan sin resolver. Se imaginó, le pregunto al
gobernante, que gobernar era esto, que ni toda la disciplina ni toda la
voluntad ni todas las ideas logran cambiar la realidad al ritmo que uno
desearía o al que uno se había comprometido.
—Uno siempre quiere que las cosas vayan más rápido
y lo que hemos encontrado es un ritmo del Estado muy lento a nuestro querer, a
nuestros deseos. Tenía la disyuntiva de si respetamos los pasos para llevar el
Estado a un proyecto determinado o los obviamos. Hemos visto cómo en el pasado
por obviar pasos, no respetar procedimientos se llega a la corrupción. Entonces
nosotros lo que hemos hecho es acelerar las cosas pero respetando los procesos,
de tal manera que cuando dejemos el gobierno tengamos obras bien hechas, con
sostenibilidad y que no vengan cuestionamientos posteriores a que hubo actos
oscuros.
Citando
todas las cifras de memoria, mostrando que está en todos los detalles, Humala
enumera una lista, siquiera parcial, de los proyectos que le preocupan.
Demuestra paciencia, pero la mera enumeración revela no solo la envergadura de
la tarea, sino también la imperiosa necesidad del presidente de sacar adelante
un programa que comprometió con los más desfavorecidos y por el que sabe que,
al final, será juzgado; que tras colocar sus logros y sus fracasos en los
platillos de la balanza, la Historia o la memoria del Perú le salvará o le
condenará. “El programa para jóvenes con
buen rendimiento académico y escasos recursos económicos, Beca 18, que ya tiene
14.00 becarios; había 300 becarios cuando llegamos al gobierno y prácticamente
el 95% eran becados dentro del país, no fuera del país; hoy día tenemos más de
14.000 becarios y la meta es superar los 40.000 en 2016”, programas de atención
a la familia, la ley del seguro médico a todos los niños de las escuelas
públicas para el correcto seguimiento de su estado de salud, “llegan el primer
día a clase y los pesamos, los medimos, los ojos, la visión, porque muchos de
estos chicos tienen necesidad de lentes”. El presidente añade más cifras, más
datos, más programas, pasan cinco minutos, obras de mediano plazo y obras de
corto plazo; el metro para la ciudad de Lima, el desarrollo de la petroquímica,
transcurren otros diez minutos, la construcción del gasoducto, el tren costero,
el tren de cercanías para Lima, la longitudinal de la sierra “y una serie de
obras así; hoy hemos entregado las transferencias de fondos para proyectos
inmediatos, todos orientados a agua y desagüe por un valor aproximadamente de
800 millones de dólares. Estamos transfiriendo ya prácticamente 3.000 millones
de soles en este tipo de obras de corto plazo”. Finalmente se detiene, aunque
no lo haría, si el formato de la conversación no se lo impusiese.
Pese a todo
ello se oyen voces de aquellos que le votaron que ahora se sienten
decepcionados; mientras que algunos de los que más desconfiaron comienzan a
sentirse más a gusto. No sé si esto es bueno o malo, le digo.
Nosotros
somos un partido joven que ha tenido unos aliados y que en muchos casos esos
aliados pueden sentirse un poco alejados porque tal vez ellos quisieran una
cuota de poder más de la que se les dio. Ese es un tema. Otro puede ser el tema
ideológico porque muchos aliados o mucha gente que apoyó tiene determinada
ideología y entonces para ellos la relación que estamos construyendo con los
empresarios pueda sonar contraria a su ideología. Pero es que cuando asumí la
presidencia juré gobernar para los 30 millones de peruanos, no solamente para
los que votaron por mí sino también para los que no votaron por mí, para los
partidos de oposición también.
También
puede haber el tema de la ansiedad, todo el mundo quiere que se le resuelva su
problema en el día y en el día tienes que resolvérselo. El Estado no tiene
tanta capacidad para resolver en el día los problemas del país.
¿Cómo se
siente cuando en algunos de esos conflictos sociales, como los mineros, se
producen muertos civiles a manos de la fuerzas del orden público?
Mal. Me
siento pésimo. Porque yo digo, podemos discutir, debatir acaloradamente pero
hay límites y cuando se traspasan esos límites y se llega a la pérdida de vidas
ya no hay marcha atrás.
¿Ha
recibido usted muchas presiones desde que comenzó a gobernar?
Presiones
tengo de todos, hasta de mi mayordomo (se ríe). Tengo acá un sindicato. El
gobierno saliente un día antes de terminar legalizó un sindicato. Yo creo que
el gobernar involucra paciencia. Todos los días damos miles de batallas y no se
van a acabar, cuando me vaya el que venga tendré que ir dando miles de
batallas. Presiones por todos lados, en la calle, en las fuerzas políticas por
cuotas de poder, presiones en el mismo equipo o grupo de gobierno. Las
relaciones interpersonales son siempre delicadas y cuanto más arriba son más
delicadas todavía. Y con todo eso uno tiene que vivir, es como una mochila que
uno lleva. En los momentos más difíciles, así me ayuda el tener el soporte de
la familia; creo que eso también es importante.
BATALLAS DE RESULTADO
Resulta conocida la aversión de Humala, el
militar, por los enfrentamientos inútiles. Alguna vez declaró que no le gusta
dar batallas de cuya victoria no esté convencido. No sé si se trata de una idea
cuya aplicación en la política pueda conducir a la parálisis, especialmente en
un país como el Perú, en el que los partidos políticos padecen de una
fragmentación y una debilidad que los vuelve inoperantes; donde, con mucha
probabilidad, los políticos, al emprender un proyecto, están menos seguros de
poder culminarlo con éxito que en otros países de mayor envergadura
institucional. Así que le pregunto al presidente si, según esa aversión suya a
los choques estériles en resultados, lamenta ya las batallas que ha renunciado
a dar.
Todavía no
he cumplido dos años de gobierno. Entonces yo todavía no diría que lamento no
haber dado alguna batalla, porque eso lo tendría que decir al término del
mandato, cuando ya no hay la oportunidad de darla.
¿Y la más importante para usted ahora?
Una batalla
importante que se tiene que dar, y que espero que la ganemos, es la reforma del
Estado. Y la estamos dando por partes porque hay batallas que se pueden dar y
aportar y poner todo tu capital en la batalla; o sea la ganas o la pierdes; no
hay término medio. Y hay otras que se dan por etapas. Uno va midiendo y
cuidando sus fuerzas y sobre todo las reservas. En términos militares, siempre
un comandante debe guardar sus reservas, que son las que le permite cambiar el
rumbo de la batalla en un momento determinado. Entonces, yo creo que la reforma
del Estado la estamos dando por partes. Hemos empezado con la reforma
tributaria; hemos hecho la reforma de la educación, hemos hecho la reforma de
las Fuerzas Armadas y las fuerzas policiales, hemos hecho la reforma del
sistema de pensiones. Estamos hoy día trabajando en la reforma en el sector
Salud porque es una batalla tan grande que uno no puede entrar y poner todo su
capital, porque es una fuerza muy grande a la que uno se enfrenta; son cuotas
de poder. Por ejemplo, hoy día estamos avanzando en lo que es la reforma del
Servicio Civil, que es la Administración Pública. Algo que el 80% o 90% de la
población quiere. Si usted pregunta en la calle, ¿está usted conforme en cómo
le atienden en un ministerio? Pues no, ¿en el Poder Judicial? No. ¿En el
Congreso? No. La gente quiere un cambio. Pero hay sectores de poder que no
quieren ese cambio. Hay presiones de los sindicatos. La batalla se verá en el Congreso, pero también los
sindicatos del Congreso presionan a los propios parlamentarios. Es una de las
batallas fundamentales que tenemos que dar.
Esa
reflexión se inserta en una más amplia, en la que usted siempre insiste mucho:
la necesidad de las instituciones, la debilidad de las cuales, efectivamente,
es la debilidad de América Latina. ¿Cómo se construyen y se consolidan las
instituciones? ¿Cómo se está haciendo en el Perú? ¿Cuáles son las trabas?
Las
instituciones se construyen con confianza y con respeto a las reglas de juego,
de tal manera que se puedan institucionalizar usos y costumbres, se puede
institucionalizar todo lo que se viene actuando y no que venga otro y lo
cambie. El problema en América Latina es que somos una región, además de muy
desigual, poco formalizada. Somos muy informales, y eso es una dificultad para
el Estado, no solamente en el área tributaria, sino en el área de
gobernabilidad y paz social, porque, como decía, para reclamar algo es más
fácil encadenarse en la calle que llevar su solicitud a través de un
ministerio, a través de un municipio. ¿Qué tenemos que hacer? Yo creo que tiene
que haber un cambio cultural. Tenemos que trabajar el tema de educación.
Tenemos que trabajar valores, pero también generar, construir un Estado
moderno, por eso es importante la reforma del Estado, que la gente vea que se
le resuelve su problema. Yo creo que eso implica disciplina y es algo que valoro mucho porque yo vengo del Ejército.
Sin disciplina no hay Ejército.
EL GRAN VIRAJE EXTERIOR
Si en política interior, especialmente en el tema
económico, el giro ha sido profundo, en asuntos extranjeros resulta
sencillamente copernicano. Humala ha forjado lazos estrechos con la mayoría de
presidentes de la región, pero su protagonismo ha resultado fundamental en la
consolidación y el funcionamiento de la Alianza del Pacífico junto con Chile,
Colombia y México; todas ellos economías abiertas y de libre comercio, que en
lo político constituyen ya un contrapeso al Mercosur. No menor ha sido su papel
en Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), un foro de reciente creación en el
2011, pero que ya destaca como uno de los más eficaces de la región. El
presidente Mujica, de Uruguay –le digo a Humala– me comentó recientemente que
estaba muy contento de cómo funcionaba Unasur, de su operatividad, se llaman
entre ustedes y en 24 horas pueden organizar una reunión en caso de crisis, que
antes no tenían un mecanismo de parecida agilidad.
— Eso es
así. Fue en el tema de Venezuela también que de un día para otro convoqué acá a
los jefes de Estado y estaba no solamente Mujica, han estado Santos, Dilma
(Rousseff), todos los presidentes han dejado lo que estaban haciendo y han
venido, y lo agradezco bastante. Nos hemos sentado acá, hemos conversado entre
nosotros sin cámaras, sin grabaciones, como amigos, nos hemos dicho las cosas
claramente. Ha habido momentos duros, ha habido momentos jocosos, nos hemos
matado de risa de varias cosas. Es una relación que para mí es una relación de
amigos, y eso nos ayuda a resolver las cosas. La vez pasada Evo (Morales) me
llamó por un tema determinado, con Santos nos hablamos con frecuencia,
resolvemos las cosas. Los problemas que tienen los ministros al final los
resolvemos nosotros. A mí me parece una forma moderna e innovadora, menos
encorsetada y más efectiva de hacer política.
En algún momento sugirió usted que Unasur se puede
convertir en una alternativa a la OEA. ¿Es una aviso a la tradicional
influencia de Estados en la OEA?. ¿O dicho de otra manera, cree usted que EEUU
tiene un peso excesivo en la OEA?
Bueno,
definitivamente lo que tenemos es un continente americano con una América
Latina y Estados Unidos y Canadá. Obviamente Estados Unidos y Canadá tienen un
peso estratégico en América Latina y también en la OEA. El tema es que muchas
veces la OEA no tiene esa agilidad y rapidez que a veces los acontecimientos
requieren y que en estos casos Unasur ha tenido una mayor prontitud en tomar
decisiones como es el caso de Paraguay o de Honduras.
CITA EN WASHINGTON
La
culminación del giro en política exterior, desde las supuestas adscripciones
bolivarianas iniciales a la moderación pragmática de la mayoría de naciones del
continente se produjo la semana pasada cuando Humala voló a Washington para
entrevistarse con Barack Obama. El presidente de EEUU afirmó que Perú se ha
convertido en uno de los socios más estables y fiables en la región. La visita
supone un respaldo claro a Humala, pero de nuevo suscitó críticas entre los
sectores que ven con desconfianza las alianzas que el presidente peruano está
tejiendo con los empresarios, con EEUU y con amplias capas de las clases
medias. Pero Perú sigue siendo el segundo productor del mundo de coca; y EEUU
el primer consumidor de cocaína, y Humala necesita que la relación entre ambos
países se amplíe más allá del siempre espinoso problema del combate al
narcotráfico. Si buscaba un certificado cum laude al gran viraje moderador de
su mandato, no cabe duda de que lo ha conseguido, le digo.
Yo creo que
era importante reforzar la relación con Estados Unidos. Me congratulo de que
Estados Unidos vea en el Perú un socio estable, un socio importante en América
Latina porque eso no se consigue de la noche a la mañana. No es un tema de
suerte, es un tema de trabajo. ¿Y esto qué involucra? Un mayor acercamiento
comercial, un mayor acercamiento cultural, con todas las ventajas que trae
esto, con Estados Unidos, pero también era importante para nosotros fortalecer
la relación con Estados Unidos para que también ellos asuman su
responsabilidad, las responsabilidades compartidas con el Perú en la lucha contra
el tráfico ilícito de drogas. Pero nosotros hemos querido con la visita, armar
una agenda más ambiciosa. Hemos hablado de temas de educación, del tema de
becas de estudio, capacitaciones, pequeñas y microempresas, porque normalmente
lo tradicional de la relación de Perú con Estados Unidos es la lucha contra las
drogas, eso es lo normal. Hoy día la hemos abierto a otras áreas y esto gracias
a que nos convertimos, con Estados Unidos, en socios, en mejores socios, y
Estados Unidos nos ve como uno de los países más estables. Esa es la ventaja
que nos da esto.
EL PODER Y SUS EXIGENCIAS
Una
madrugada a finales de octubre del 2000 Humala y su hermano Antauro
protagonizaron un levantamiento militar contra el presidente Fujimori,
convertido desde años antes en régimen corrupto y dictatorial y hoy preso por
crímenes de lesa humanidad, entre muchos otros. Tanto Ollanta como Antauro
fueron amnistiados por el Congreso. Tiempo después, Antauro Humala protagonizó
otra asonada, por la que aún sigue en la cárcel. Humala viene ahora de denegar
una petición de indulto al ex presidente, asunto doblemente delicado porque una
parte de la política peruana mantiene en consideración al antiguo mandatario,
como se puso de manifiesto en los votos cosechados por su hija Keiko en las
últimas elecciones, y porque, naturalmente, quien había de conceder o denegar
la gracia protagonizó un levantamiento militar contra el hoy preso, lo que
acaba de trenzar de forma inextricable todas las cuestiones que subyacen al
ejercicio del poder desde tiempo inmemorial: el mando, la moral, el Estado, las
relaciones personales.
Eso lo he
puesto a un costado, eso no ha pesado absolutamente nada sobre mi decisión.
Primero, yo lo que he hecho es abstraerme como persona en lo posible para tomar
una decisión lo más descarnada posible, lo más objetiva posible, pero de lo que
no puedo abstraerme es de la ética y la moral.
Usted ha
manifestado que comprende el dolor de una familia cuando uno de sus miembros
está en la cárcel. Al final en el caso de Fujimori se impuso la razón de
Estado, con el agravante de que este jamás expresó arrepentimiento por los
desmanes cometidos. Hay quien considera que esa decisión suya le ha costado a
usted algunos puntos en las encuestas.
Como le digo, a mí no me han elegido para ser miss
Simpatía. Eso ha sido lo más irrelevante en mi decisión. Ni siquiera me he
puesto a pensar en eso, porque yo estoy tranquilo con mi conciencia, puedo
mirar a la gente tranquilo, y a mi familia la puedo mirar tranquilo y, en
segundo lugar, creo que he dado confianza en el Estado. Mi política también es
consolidar el Estado. Hoy día dentro del tema que estábamos hablando de
informalidad, hay un problema que es que la gente no respeta al Estado, no
respeta a las instituciones, como la Presidencia de la República, el Congreso,
etcétera, no se respeta; entonces no habrá institucionalidad si no creamos
respeto en los poderes del Estado.
Acciones de esta naturaleza hacen creer en el Estado y están por encima de
encuestas. Qué tiene que ver una encuesta si le ponen tanto puntaje o no; eso
es lo más irrelevante. El Estado no funciona por encuestas, no funciona por la
presión mediática, por la presión de los internos, los asuntos se resuelven
acá, no funcionan sobre la base de cartas, audios, videos, no, no; eso es
irrelevante; eso es como yo digo, para la Lima criolla y jaranera como dice el
vals; pero para el jefe del Estado, eso no funciona.
Hablando
del respeto a la Presidencia y a las instituciones en general, no debe ayudar
tampoco a la imagen del Perú, dentro y fuera, la situación de los ex
mandatarios: Fujimori está en la cárcel, los ex presidentes Alan García y
Alejandro Toledo están siendo investigados por alegaciones de corrupción. Son
asuntos de distinta gravedad, naturalmente, nada que ver con los excesos de
Fujimori, aun así no debe resultar fácil.
En el
Ejército decimos que el grado conlleva honores, pero también obligaciones. Uno
no puede arrastrar el bastón de general, uno no puede arrastrar la banda
presidencial.
Como
presidente, uno no es un ciudadano libre, porque representa al Estado. No es lo
mismo una persona en la calle que puede hacer lo que quiera y si comete un
delito lo meten preso. Como jefe del Estado uno representa a la nación y no puede darse el lujo de arrastrar la
banda presidencial. Uno debe cuidarse en eso y, como decimos en Perú, toco
madera para que no pasen las cosas que otros pasan, a tratar de aprender en
pellejo ajeno, como decimos con el refrán. El primer responsable del respeto a
la institución presidencial son los ex presidentes y yo entiendo, porque así
como es difícil ser presidente, tal vez sea más difícil ser ex presidente.
Ahora, lo que nosotros, lo que yo digo, es, primero, repudio cualquier tipo de
persecución política. Que funcione el Estado de Derecho. En el caso del ex
presidente Toledo creo que él tiene que aclarar las denuncias que giran en
torno de él, y creo que mientras más rápido lo haga será mejor para él. Lo que
sí creo que es importante, y lo digo, es que hay que respetar, hay que darle
todo el espacio. Todo el respeto a un ex presidente para que descargue todo lo
que tiene que decir sobre una acusación que se le está haciendo. En el caso del
ex presidente García, lo mismo. Si hay una investigación que se le está
haciendo sobre el tema, varios temas, pero el tema delicado es el de los
narcoindultos (narcotraficantes que salieron en libertad supuestamente tras
pagar por sus indultos); yo creo que hay
que darle todo el respeto porque él ha sido ex presidente, y dos veces. Pero
que también tenga que explicar. Lo que no puede haber es una falta de
explicación. Por mi parte, garantizarles el Estado de Derecho, particularmente
a personas que han ejercido cargos tan importantes en el país.
La conversación se acerca a su fin. En el salón
dorado del palacio presidencial resuenan todavía las cifras, los planes, han
sido tantas las ambiciones para el Perú que el presidente ha ido desgranando a
lo largo de la charla que resulta inevitable, a modo de coda, preguntarle por
la continuidad de sus proyectos cuando acabe su mandato en el 2016. La
posibilidad de un segundo mandato consecutivo, que se ha ido extendiendo en
toda América Latina en los últimos años, no es una posibilidad en el Perú y la
fragmentación política, tanto del oficialismo como de la oposición no auguran
un panorama despejado o de continuismo dentro de tres años.
Yo creo mucho en la institucionalidad en el
sentido de que estos proyectos que estamos construyendo hay que compartirlos
con las principales fuerzas políticas. No sabemos quién va a ser el que me
suceda en el 2016. Sabemos que ya hay algunos candidatos que adelantaron su
campaña. Nosotros lo que creemos es que a los principales proyectos tenemos que
ponerles una especie de rango de ley compartido con las fuerzas políticas para
que sea respetado. Para que el que llegue siga la obra.
¿Ve riesgos para su obra de gobierno en el
2016?
No. No
sería un riesgo porque tenemos una fuerza política (Partido Nacionalista
Peruano), que es la columna vertebral de la alianza (electoral) de Gana Perú.
Yo creo que el partido se va a presentar al proceso y veremos la respuesta del
pueblo, ¿no?
Eso es
importante para darle continuidad a
todo… a este proyecto. Y en la trinchera que me encuentre defenderemos
este proyecto.
Las preguntas formales han acabado, pero las
reflexiones sobre el poder, el Gobierno, el Estado, los ciudadanos se alargan
mientras recogemos las grabadoras y las luces de las cámaras están por
apagarse. “Yo siento que el poder me quiere aislar de la gente”, dice Humala, y
su pensamiento suena extrañamente veraz en la inmensidad del salón dorado en el
que estamos, con su inquietante parecido al salón de los espejos de Versalles,
seguramente la metáfora más potente de la historia de la lejanía entre el
gobernante y los gobernados. “Me quieren poner un carro con seguridad, con
chófer; nadie me toca; no huelo a la gente. Entonces yo no uso chófer,
seguridad al mínimo, muchas veces salgo sin seguridad y cuando llego a un
pueblo saludo a todos”.
¿Cree que eso ayuda a ser mejor gobernante?
Me ayuda a
mantener la sensibilidad y creo que sí, también a ser mejor gobernante. Yo le
digo, entro en un pueblo y me paso diez minutos, veinte minutos saludando a
todos, a todos los que puedo ¿no? y después subo al estrado. Hace cincuenta
años podías invisibilizar a los pobres; hoy día no. Hoy ellos son una fuerza y
por eso ellos también deben de estar considerados en el presupuesto de la
República.
VENEZUELA, UNASUR Y CAPRILES
De haber
tenido Unasur observadores electorales propios, como usted ha sugerido,
¿hubiera ello evitado el conflicto poselectoral en Venezuela?
No, porque
yo creo que en Venezuela hay un proceso de polarización del país que ya lleva
tiempo y que el resultado tan ajustado de las elecciones de todas maneras
generó suspicacias, generó dudas particularmente en el candidato que perdió y
obviamente los observadores no hubieran podido dar la razón a uno u a otro si
es que no hay una investigación, etc. Lo que han hecho los países miembros de
Unasur, como gran parte de la comunidad mundial, por otra parte, es reconocer
el resultado oficial dado por el Colegio Nacional Electoral. Y ha instado al
nuevo Gobierno venezolano a que se resuelvan estas preocupaciones que tiene el
lado opositor dentro de los cauces democráticos porque cualquier problema de
inestabilidad en Venezuela nos afecta a todos.
Justo de la
reunión que hubo aquí en Lima salió un firme apoyo al triunfo de Maduro en
Venezuela, pero también esa petición de auditoría y también un compromiso de
monitorear un poco cuál era la evolución del clima político en las semanas
siguientes.
¿Cómo evalúa usted ahora la
situación? ¿Cree que la limpieza de las elecciones fue suficiente?
Yo creo que
el resultado que dio el Colegio Nacional Electoral es el resultado. No tenemos
ningún indicio de que haya habido una tergiversación del mandato popular, por
lo tanto para nosotros ya es un resultado definitivo. Siempre habrá dentro de
la política interna gente que no lo reconozca o que lo critique, como
quieran; pero ya hay un resultado y
hasta ahora no hemos visto ninguna prueba objetiva que nos haga dudar de ese
resultado. Lo que queremos, creo, es que hoy día lo que tiene que hacer el
Gobierno venezolano, y esperemos que lo esté haciendo, es pasar la página lo
más rápido posible y establecer un estilo de gobierno que permita tender un
puente hacia las fuerzas políticas venezolanas que no están conformes a fin de
hacer un acuerdo nacional o una hoja de ruta que permita darle estabilidad a la
economía venezolana y darle mayor bienestar al pueblo venezolano. La
estabilidad de Venezuela es también la estabilidad de la región.
¿Cree que el régimen de Venezuela
está tratando a Capriles de forma adecuada en una democracia?
Yo creo que
lo que hay son posiciones duras por ambos lados y, en tanto, existan esas
posiciones duras siempre habrá la polarización. Creo que en el caso peruano, lo
que he tratado es tender puentes con la oposición. No tenemos una polarización
tan fuerte como en Venezuela, pero si yo la tuviera tan fuerte la oposición, yo
sería el primero en tender los puentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario