NO MAS PERUANOS MUERTOS |
CLAUDIA CISNEROS MÉNDEZ
Ni a la minera ni al gobierno
ni a dirigentes como el tal Pepe Julio les importa 3 carajos los peruanos muertos: 2 agricultores y 1
policía, solo les interesa el lucro. El Gobierno sigue actuando como vocero
desvergonzado de la empresa, los pobladores lo saben y por eso desconfían de
cualquier cosa que diga u ofrezca. La
minera compra con su dinero la dignidad y el uniforme de algunos policías que
fungen de sicarios, siembran falsas pruebas para desprestigiar a los
manifestantes. El tal Pepe Julio
vende su influencia sobre los manifestantes por dinero. Es cierto que puede que ese audio no sea de
la protesta actual sino del 2011, como apunta Rebeca Diz en el semanario de
Hildebrandt, pero para el caso la gravedad es la misma: traficar con el poder
de movilización es de canallas. El daño
es agravado porque su canallada será usada por la mina y el Gobierno, y sus
medios-cajas-de-resonancia para deslegitimar la protesta.
Por eso es importante que
quienes realmente buscan una resolución a este malogrado conflicto, tomen en
cuenta que el fondo del asunto está más allá de la coima de Southern a un
sinvergüenza dirigente, más allá de las fuerzas en escalada de violencia del
lado estatal y civil. El fondo y origen
de este conflicto, que va camino al desgarramiento nacional, está en lo que
José de Echave explica muy bien en su última columna en Hildebrandt en sus
Trece: las 138 observaciones que se le hicieron al Estudio de Impacto Ambiental
(EIA) que presentó Southern en 2009.
El informe con las
observaciones que hizo la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para
Proyectos (UNOPS) “destrozó el EIA presentado por Southern y confirmó las
preocupaciones de la población”. Como cuenta Echave, al MINEM no le quedó otra
que rechazar el EIA y declararlo inadmisible (Resolución Directoral
105-2011-MEM-AAM del 8/04/2011).
Pero 2 años después la empresa
volvió a arremeter presentando un nuevo EIA que supuestamente corregía el
primero. El problema es que la empresa presentó este EIA un 19 de diciembre,
fin de año, fiestas… en una audiencia que duró 35 minutos, con dos mil policías
afuera de un local al que no dejaron entrar a dirigentes y líderes. Y a eso le
llamó Merino (MINEM) “licencia social”. Esto fue en el 2013. Al 2015 la empresa
sigue intentando imponer a la mala el proyecto y no ha hecho más que seguir
alimentando su descrédito. Lo último ha sido el sembrado de armas a un inocente
agricultor en supuesta complicidad de policías contratados por la empresa y
medios de comunicación como Correo. Se prestan para el montaje y para fijar los
calificativos de “terroristas antimineros”. Lo del bus quemado en Matarani es otro ejemplo. Aparece “en un lugar
alejado al que se producían las manifestaciones” (Rebeca Diz) y sin que nadie explique cómo llegó allí
con las carreteras bloqueadas.
Pero llegado a este punto: 47
días de conflicto, 180 heridos y 3
muertos, es responsabilidad del Gobierno garantizar la vida de los peruanos:
manifestantes y policías. Policías que han sido enviados sin entrenamiento en
conflictos ni recursos, como ha acusado la esposa de Henry Vásquez del S.O.
asesinado a pedradas por una turba. Ernesto Vásquez, hermano del policía caído
ha responsabilizado a Humala por enviarlos sin recursos, mal alimentados, sin
capacitación. También lo confirma Doris Cornejo, corresponsal de Canal N.
Si el Gobierno tomara en serio la defensa de la vida lo que cabría en
este momento es declarar la suspensión de Tía María. A veces dar un paso
atrás es ser responsable, no débil. Pero
el Gobierno ha decidido enviar un contingente militar a la convulsionada zona.
Todos saben que los militares se
entrenan para matar, no para persuadir. Si eso ocurre, sería simple y puro
asesinato que vulnera los derechos humanos y Humala, Cateriano y el ministro de
Defensa podrán ser procesados por ello. Si el Gobierno realmente quisiera
recobrar la paz en la zona y proteger a los peruanos, no estaría amenazando con
militares o estados de emergencia, estaría suspendiendo hasta nuevo aviso el
proyecto y buscando recuperar puentes de diálogo pero con los asuntos de fondo
y con los interlocutores que no estén contaminados por la plata sucia de la
minera.
“Democracia no es enfrentar a la policía con el pueblo”, ha dicho a
Humala Ma. Isabel Álvarez, viuda del policía muerto. Democracia tampoco es imponer a sangre y bala un proyecto que viene
viciado por la desconfianza legítima, probada con el prontuario de la empresa
Southern que bien se conoce en Arequipa. El Gobierno y la empresa quieren
sangre, muerte y bala. Quieren cifras, quieren plata, quieren lucro como
sea y a costa de quien sea. Y a eso le
llaman desarrollo…
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