Escribe: Claudia Cisneros
“Ningún interés político, ni empresarial, puede estar por encima de la
vida y la paz…”. Frase simple pero,
en su significado, abarcante, totalizadora. Lástima que la haya dicho el
presidente de la Southern y no el presidente de la República. Lástima porque
eso es lo que más se esperaba y exigía al mandatario. La vida de ciudadanos y
policías por encima del lucro. Lástima que en voz de la empresa esa potente
frase suena a sus detractores hueca, a fórmula de estrategia comunicacional.
Saben que si la empresa llama a 60 días de pausa “por la paz y la
vida”, es porque el proyecto es hoy empresarialmente inviable. Lástima
porque el presidente del Perú perdió la oportunidad estelar de darle a la
presidencia el estatus de estratega y liderazgo que su ocupación le ha quitado.
Declarar unilateralmente la suspensión del proyecto era un riesgo jurídico,
pero un liderazgo nacional mandaba a que lograra de mutuo acuerdo con la
empresa la inexorable suspensión.
No hay forma de que Southern pueda trabajar en la zona con la mitad de
gente en contra. Y eso ha sido responsabilidad del gobierno y de la
empresa. No olvidemos que fue Southern la que presentó en 2011 un fraudulento
EIA. El organismo independiente que lo revisó, la UNOPS, hizo 138 observaciones que dejaban claro que el lugar se
ponía en riesgo. Si Humala tuviera mejores asesores políticos, y no solo
escuchara a los abogados y economistas, hubiera caído en la cuenta de que pudo
haber hecho la misma defensa del Estado de Derecho y el cumplimiento de
contratos pero poniendo por delante la vida humana y anunciando que el gobierno
había logrado en acuerdo con la empresa la suspensión. Cosa que luego la
empresa no tuvo empacho en anunciar. Si lo que se quería era evitar que otros
inversionistas se asustaran, el resultado fue el mismo.
Es cierto que el ejercicio de
poder no debe transmitir debilidad. Y capitular ante los detractores podía ser
visto como pérdida de poder. Tanto como capitular ante la empresa. Por eso se
entiende que el gobierno haya elegido la imposición de la fuerza. Sin que por
ello se justifique la represión violenta. Más aún si en este caso la suspensión
del proyecto no es consecuencia esencial de la violencia brutal de algunos
detractores, sino consecuencia del yerro de cálculo de gobierno y empresa para
aceptar que el proyecto jamás vería luz de manera tramposa y prepotente. Y
porque la oposición sostenida se sustenta en temores reales y concretos que ni
empresa ni gobierno han sabido, querido o podido conjurar.
Pero eso ahora es agua bajo el
río. Humala es caso perdido y tendremos
que cruzar los dedos de acá al año que queda para que sus carencias no nos
sigan costando vidas y dinero. Ahora lo que importa es que los opositores
al proyecto conduzcan sus justos reclamos de manera exclusivamente pacífica y
con inteligencia política. La victoria está servida si saben aprovechar esta
tregua para hacerse escuchar y entender en toda la dimensión de sus
preocupaciones por el agro, la contaminación y el futuro de sus tierras. Los
agitadores y extremistas que, infiltrándose en estos justos reclamos, han
atacado con violencia a policías o ciudadanos deben ser detenidos, extirpados y
procesados.
Ahora más que nunca es
indispensable que se escuche al pueblo, a los agricultores, a todos los
impactados en un proyecto de inversión social tan importante como Tía María. La
licencia social no es una frase de ciencia política, es una condición no
escrita en las leyes pero tan concreta y determinante como cualquiera. La
empresa tiene que hacerse cargo de sus conocidos pasivos. No es lo mismo
iniciar una relación dando el beneficio de la duda a alguien nuevo que a
alguien de conocidos antecedentes de contaminación y mentiras.
No solo en el Perú la Southern Copper Corporation ha tenido gravísimas
responsabilidades ambientales ( http://bit.ly/1Pp0ID2
) que le han valido más de 10 altas
multas:
·
contaminó la bahía de Ite en Tacna durante 36
años.
·
En Ilo emitió más de cuatro veces y medio el
límite de dióxido de azufre permitido.
·
Contaminó la irrigación “Pampa Sitana” en Tacna.
·
Mina de Toquepala puso en riesgo lagunas de
Candarave en Tacna.
También en el extranjero:
·
En 2014 protagonizó el más grande desastre
ambiental de México.
·
Derramó 40,000m3 de sulfato de cobre y ácido
sulfúrico envenenando el consumo de agua de 7 pueblos mexicanos en el estado de
Sonora.
·
Se rehusó a pagar la multa de US$ 1’500,000.
·
En 2006 murieron 65 mineros por una explosión en
la mina Pasta de Conchos en Coahuila, México, por negligencia en las
condiciones de seguridad.
·
Y en 2008 una de sus compañías, Asarco, fue
enjuiciada en EEUU.
Tampoco hay que olvidar que el
propio gobierno peruano intentó esconder el informe de UNOPS que cuestionaba el
EIA presentado por Southern ( http://bit.ly/1IGMvfa
).
Es hora de que el Estado se
ponga en los zapatos de los habitantes que sienten amenazado su futuro y
viabilidad por el dudoso socio en inversiones que ha elegido y por su propio
accionar parcializado.
No puede obviarse un asunto
tan fundamental como la confianza, y cualquier cosa que se intente para echar a
andar el proyecto tendrá que pasar por ella. No como si se alimentara un
capricho sino como una básica necesidad para la interacción y los acuerdos.
Es hora de hacer recuento de
daños de todos los flancos, de aprovechar la tregua para escucharse y
entenderse.
Es hora de avanzar estando
quietos.
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