Alan García nos está queriendo
convencer que para él es bastante fácil comprarse casi al contado una casa de
alrededor de un millón de dólares, mientras paga el alquiler de otra vivienda
en la zona más exclusiva de Lima, mantiene casas de playa y departamentos en
zonas exclusivas de París y Bogotá, todo en un año y medio.
Para eso le alcanza por
algunas razones más bien contundentes:
- Ha sido presidente de la república dos
veces y puede hablar de lo mal que le fue como populista y del crecimiento que
logró como neoliberal, que parece que tiene algún jale entre públicos
extranjeros;
- Ha contratado un representante
internacional que ofrece sus servicios como conferencista a empresarios a los
que seguramente les interesa oír eso de que la crisis actual es una de riqueza
y que se arreglará sola si no hay interferencias, o que lo que está pasando en
Europa es que el Estado de Bienestar es demasiado caro y hay que eliminarlo.
- Es socio, junto con Chang Escobedo,
Garrido Lecca y Jimmy Carbajal, de la librería Crisol que le paga por
adelantado los derechos sobre sus libros cuando todavía no están
terminados.
- Es empleado del mismo Chang, que fue su
ministro inamovible, en la dirección de la Escuela de Gobernabilidad de la
Universidad San Martín de Porres, donde el misterio es cómo hizo el rector para
estar fuera del cargo cinco años y volver al día siguiente del fin de gobierno
aprista.
- La Universidad le paga casi 50 mil
soles mensuales porque Chang así lo decide y le facilita un auto BMW para sus
desplazamientos, probablemente con gasolina y chofer incluido que ya no tiene
que pedírselo al Estado.
- Tiene una pensión como expresidente que
también suma dinero.
Si todo esto es verdad, no se
ve por dónde se podría negar el resumen que hace Jaime Bayly de su conversación
con García, en la que él plantea que el salario presidencial no alcanzaría para
su tren de vida y el presidente de esa época le dice que no sea cojudo, que la
plata llega sola. Todo lo que está planteado más arriba es un diseño de plata
que le llega por el valor que supuestamente tiene haber sido presidente y la
expectativa de otros de que vuelva a serlo.
Por eso, esa historia de que
Alan García acreditó con papeles parte de su fortuna, suena más bien a un
intento por hacer que lo aceptemos como nuevo rico, cada vez más rico, como
efecto directo de su paso por el más alto puesto de la política nacional. Pero
hay más, a Alan, Chang, Del Castillo, Garrido Lecca y muchos otros miembros del
gobierno anterior les imputan participación en graves actos de corrupción,
algunos han producido incrementos patrimoniales importantes y todos se mueven
con enorme impunidad.
De García se afirma que tiene
diversos testaferros, acciones en empresas, cuentas que no se sabe, patrimonio
por legalizar. Si fuera así, el cuento del investigado feliz no sería sino el
comienzo de una operación mafiosa de blanqueo de ingresos de la corrupción.
Para eso hay muchos amigos dispuestos a firmar invitaciones, documentos de
ingresos y cumplir con los impuestos. Cuando lo que interesa es cómo se sale
tan lleno de dinero y propiedades al dejar el poder.
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