domingo, 16 de noviembre de 2014

PODER SEGUIR CREYENDO. DEBER SEGUIR CREYENDO


PARTIDO DERECHISTA PERUANO
¿LA GRAN TRANSFORMACIÓN?
Claudia Cisneros Méndez
A estas alturas del gobierno Humala-Heredia creo que se puede decir, sin margen de error y sin esperanza de vuelta atrás, que teniendo todo de su lado para hacer historia fracasaron.
Y lo digo como ciudadana con pesar, decepción y con el muy amargo sabor de quien constata cómo una gran posibilidad ha sido abortada, autosaboteada. Ollanta Humala nunca fue una opción segura, fue una apuesta de potencialidades inciertas en contra de la decadencia comprobada que ofrecía el fujimorismo. Y una apuesta a que gracias a las favorables condiciones económicas los Humala-Heredia pudieran dar el verdadero salto social que el Perú se tiene adeudado como nación.
Pero no solo optaron por someterse al poder empresarial –quien sabe si por conveniencia, cálculo, temor o todo– sino que han abandonado el liderazgo en casi todo ámbito de gobierno.
Las caricaturas del presidente terminaron por hacerse realidad.
En forma acelerada desde que el cinismo aprista hizo enmudecer a la Sra. Heredia y el espacio de poder que le delegó su esposo se convirtió en peligroso vacío. Aun cuando el poder que ella ejercía no era legítimo y por momentos pudo lindar con lo ilegal, era al fin y al cabo un liderazgo gubernamental hoy ausente.
El vacío de poder que ambos han dejado está facturando lobbies descarados, inseguridad desbocada y un desorden político y social que puede resultar muy peligroso –entre otras cosas– para la asociación del concepto de democracia con ineficiencia y corrupción –de cuello y corbata– en casi cualquier instancia de poder institucional: congreso, ejecutivo, municipios y regiones. Y quizás lo más grave, la sensación de anomia que va creciendo al ir descubriendo y constatando cómo se ha permitido el avance del crimen organizado en su asociación y despliegue con el poder político.
López Meneses, Orellana, Belaúnde Lossio son solo puntas del iceberg, caras visibles de un continente pútrido bajo las aguas superficiales del aparato de poder nacional: jueces, fiscales, legisladores, empresarios, familiares, financistas y políticos enmarañados en las redes de operaciones ilegales de saqueo nacional legitimadas por quienes desde el poder hacen uso de la institucionalidad que representan, para sus propios fines y no los comunes.
Con un Fiscal de la Nación seriamente cuestionado (igual su antecesor), congresistas nefastos, ministros lobbystas, un ministro acusado y procesado por homicidio (inédito), un Consejo de la Magistratura también bajo sospecha, jueces, fiscales, etc. que se subastan al mejor postor político.  Estamos llegando a una situación que debería sublevarnos. 19 de los  25 presidentes regionales son investigados o procesados.
Los últimos tres presidentes del Perú tienen serias acusaciones delictivas o criminales. Es hora de reaccionar, como dice el activista y amigo Jason Day ( http://goo.gl/4t2AJ2 ). La inacción o indiferencia solo nos hacen cómplices de lo que dejemos pasar.
Por supuesto que esta crisis de políticos y autoridades no es exclusiva de este gobierno o el anterior (que en todo caso fue más hábil para jugar la mayor parte de sus sucias cartas, y aun así no han podido librarse de los narcoindultos) y es utópico creer que podremos deshacernos totalmente de la corrupción algún día. Pero tampoco significa que debamos aceptar convivir con ella como si nada pudiese hacerse, como si fuese una batalla perdida, como si no existiesen rutas democráticas diseñadas para combatirla –con firmeza y dentro de la legalidad– y combatir la instrumentalización que de ella hacen aquellos actores de la política que han accedido al poder solo para lucrar de él y a costa de la economía, la paz social y orden país. Al costo del descrédito que propician de la figura del político y de la democracia. Es este gobierno, sí, o más bien su desgobierno, el que está llevándonos a peligrosos posibles caminos de violencia y radicalización producto del hartazgo y decepción.
Los controles de vigilancia del Estado parecen haber colapsado y no por culpa del sistema sino de quienes con sus ambiciones lo pervierten y dinamitan desde dentro.
Aún está por desentrañarse el grado de compromiso de la pareja presidencial ( http://goo.gl/IyGNs9 ) en el caso Belaúnde Lossio. De eso dependerá cuánto más se agrave la percepción de desgobierno y de corrupción gangrenando cada instancia de poder.
Pero ojo, son ellos, los funcionarios públicos en el poder, los culpables.
No la democracia. Hay que más bien preservarla de ellos. Debemos poder seguir creyendo. Debemos poder construir caminos nuevos, limpios y de auténtico compromiso y vocación social. Actuemos.

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