Por Diario UNO
Alberto Adrianzén M.
El restablecimiento de
relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ha sido un acontecimiento
histórico en América Latina. Tanto Cristina Fernández de Kichner como Dilma
Rousseff han dicho, como presidentas, militantes políticas y luchadoras sociales
en la Cumbre de Mercosur, que pensaban que este suceso nunca lo iban a ver.
Y es que en verdad Cuba, más
allá de la opinión que se pueda tener sobre su régimen, fue una suerte de
espina clavada en el corazón de América Latina. Durante décadas la mayoría de
pueblos de la región marcharon demostrando una terca solidaridad militante con
ese pueblo. Cuba, como también el Che y Fidel, se convirtieron en una suerte de
mito que muchos quisieron imitar aún a costa de sus vidas.
Incluso, esa deuda que tenía
la región con Cuba, también se vivió en nuestro servicio diplomático. Hay que
recordar el famoso discurso de Raúl Porras Barrenechea, canciller del gobierno
de Prado, el 3 de agosto de 1960 ante la VII reunión de Cancilleres de la OEA,
cuando, desoyendo las órdenes de su gobierno y citando a José Martí dijo: “La
América ha de promover todo lo que acerque a los pueblos y abominar todo lo que
los aparte”, apoyó a Cuba cuando la mayoría de los países de la región,
siguiendo la voz del amo, votaba en su contra.
Como también debemos recordar
al excanciller Carlos García Bedoya que al apoyar la revolución nicaragüense lo
hizo como una manera de pagar la “deuda” que el Perú tenía con Cuba.
ALGO DE HISTORIA
Pero más allá de esta pequeña historia
interesa señalar algunos puntos para entender mejor qué nos deparará el futuro:
Estados Unidos siempre ha
visto a América Latina a través del lente cubano. Dicho de otra manera sus
políticas hacia esta región han estado definidas por su interés respecto a
Cuba. La famosa “Doctrina Monroe” de 1824, que fue la primera de ellas, tenía
como principal objetivo adueñarse de Cuba y Puerto Rico.
En 1823 Quincy Adams opinaba
que la anexión de Cuba “era indispensable para la perduración e integridad de
la misma unión”. También la política del llamado Destino Manifiesto que
expresaba la idea de que “la incorporación a Estados Unidos de todas la
regiones adyacentes constituía la realización virtualmente inevitable de una
misión moral asignada a la nación por la Providencia” (Albert Weinberg).
México, Puerto Rico, Cuba fueron las víctimas.
De igual manera la enmienda
Platt, que era un apéndice agregado a la Constitución de Cuba en el período de
la primera ocupación militar estadounidense en la isla (1899–1902), que
respondía a los intereses de EEUU y que convirtió a Cuba en una suerte de
colonia a fines del siglo XIX.
Más adelante, en el siglo XX,
la Política del Buen Vecino que consideraba al Caribe y a Centro América como
su “mare nostrum”, la Alianza para el Progreso, la imposición a sangre y fuego
de dictaduras militares en los años de la Guerra Fría, la “guerra de baja
intensidad” contra Nicaragua, El Salvador y Guatemala en la década de los
ochenta, así como en estos últimos años su política hostil hacia los gobiernos
progresistas en la región.
“PATIO TRASERO”
Todas estas políticas que nos
decían que éramos el patio trasero de EEUU, tenían como objetivo impedir otra
Cuba en América Latina. Con el restablecimiento de relaciones con Cuba podemos
decir que EE.UU. ha pasado del siglo XIX al siglo XXI en materia de relaciones
internacionales con la región, abriendo así nuevas posibilidades.
Es un hecho que en este viraje
histórico de la relación de EEUU y Cuba han jugado varios factores:
a) el reconocimiento público
que la política hostil e intervencionista seguida por EEUU desde la Revolución
Cubana ha sido un total fracaso;
b) la existencia de una nueva
correlación de fuerzas en la región vía la existencia de varios gobiernos
progresistas que han apoyado las demandas cubanas y mayores cuotas de
soberanía;
c) el aislamiento
internacional de EE.UU respecto a su política frente a Cuba como lo demuestran
las continuas votaciones contra el bloqueo en la ONU y demás organismos
internacionales;
d) los cambios en el sistema
internacional que se expresan en el declive de la hegemonía de EEUU, la
persistencia de la crisis económica mundial, el surgimiento de la China como
potencia, el nuevo papel de Rusia, de los países agrupados en el BRICS y en Unasur,
la aparición de un islamismo radical fuera de control;
e) la elección de Obama que
trajo, más allá de sus visibles debilidades, cambios en la política exterior
norteamericana, etc.
Todo ello, más otros factores,
han obligado a EEUU a establecer nuevas prioridades que no se ubican
principalmente en América Latina sino más bien en Oriente Medio, en los países
árabes, en el Asia, China y Rusia. Ahí EE.UU sabe que su juega su liderazgo
mundial.
RETOS PARA CUBA
Y si bien falta un largo camino por recorrer,
como fundamentalmente el fin del bloqueo, Cuba enfrenta viejos y nuevos retos.
Viejos retos que tienen que ver con la persistencia de un exilio cubano cada
vez más dividido y con un partido Republicano donde militan halcones y
guerreristas que, seguramente, pondrán trabas a este acercamiento.
También por haber sido Cuba
una nación acosada por EE.UU y aislada de su entorno “natural” durante décadas
y que si bien ha sabido resistir con mucha dignidad y heroicamente, muchas
veces ha tenido que recurrir a medidas polémicas y excepcionales.
Cuba también tiene que
enfrentar nuevos retos para integrarse, definitivamente, a nuestra región. En
ese proceso los gobiernos de América Latina, en especial el del Perú, así como
Unasur y demás organismos, tienen que demostrar que la histórica solidaridad de
sus pueblos en todos estos años no ha sido en vano.
Porque a Cuba, a su pueblo, a
sus héroes y a sus dirigentes históricos, como dijo Fidel, la historia,
finalmente, los absolvió.
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