O. H. no va a toma de mando de R. C. se va para A.P. |
Ángel Guerra Cabrera
Lo que se disputa hoy en América
Latina y el Caribe es si se consolida el proyecto bolivariano de independencia
e integración regional, o si Washington y las derechas locales consiguen
derrotarlo. En esta batalla, los enemigos de nuestros pueblos utilizan los
cuantiosos recursos materiales –incluyendo militares– y culturales acumulados
por siglos de explotación, saqueo y opresión. Nuestros pueblos, a su vez, se
valen de la rica experiencia de sus tradiciones patrióticas y revolucionarias,
forjadas en la resistencia anticolonial y antiesclavista, las revoluciones por la
primera independencia y las luchas antineocoloniales posteriores, inscriptas en
la marcha hacia la segunda y definitiva independencia.
Es muy valioso el cúmulo de saberes
políticos adquirido en las contiendas antineoliberales: desde el caracazo
(1989) al
levantamiento indígena de Chiapas (1994) y, en especial, durante los años de
estelar liderazgo nacional y regional del comandante Hugo Chávez(1999-2013).
Todavía no nos hemos dado cuenta cabalmente de cuánto alcanzó con su incansable
batallar el meteórico venezolano.
Inspirado, como lo afirmaba con
orgullo, por el ejemplo y la amistad de Fidel Castro y la revolución cubana,
Chávez logró articular un magnífico equipo con Néstor y Cristina Kirchner, Lula
da Silva, Evo Morales y Rafael Correa, entre otros líderes populares
latino-caribeños. La derrota del Alca (Mar del Plata, 2005) fue una de sus
grandes victorias, que sentó las bases para el auspicioso e inédito surgimiento
de la Alba, Petrocaribe, la Unasur, la Celac, el Mercosur ampliado,
organizaciones que han puesto coto al arrogante monroísmo e impulsado un
sentimiento de independencia, fraternidad y solidaridad regional. Ahora los
pueblos y gobiernos de América Latina y el Caribe hablan con voz propia.
Eso es lo que no soportan los
imperialistas yanquis. Tener que tratarnos de igual a igual pese a que el
secretario de Estado Kerry nos siga llamando traspatio. Que le digan con la
frente alta, como le tocó a Obama en la Cumbre de las Américas de Cartagena,
que no podía haber más cumbres sin Cuba y que debía ponerse fin al criminal
bloqueo. Que las Malvinas son argentinas, idea intragable no sólo para la elite
británica con su nostalgia imperial. También y, sobre todo, para su socio
estadunidense que codicia el petróleo de su suelo marino y quiere utilizarlas
como una base de intervención contra nuestra América.
En los feroces y persistentes planes
desestabilizadores yanqui-oligárquicos contra los gobiernos dignos y soberanos
de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina se observa nítidamente la creciente
relevancia tomada por el ejército mediático imperial. Capriles Radonsky, por
ejemplo, existe políticamente gracias a su fabricación mediática. Subestimar la
ruin tarea de ese ejército en la descerebración o la siembra de la confusión y
la división en importantes sectores, incluso populares, puede costar muy caro.
La Alianza del Pacífico (AP), que reúne a Chile, Perú, Colombia y México y
cuya cumbre se inicia hoy en Cali, es una daga apuntada al cuello de las ya
mencionadas instituciones de unidad e integración latino-caribeña, en
particular al de Unasur. Es también un intento de reflotar el Alca. Los países
que lo integran tienen tratados de libre comercio con Europa y Estados Unidos,
instrumentos que como está ampliamente documentado han ocasionado ya una tragedia
económica, social y cultural de grandes proporciones en los países del sur que
los han aplicado, y que más allá del comercio –nada con Washington es libre–
implican la veloz anexión y subordinación de los estados al norte revuelto y
brutal. La AP, con más de 200 millones de habitantes, una extensión territorial
de más de cinco millones de kilómetros cuadrados y 40 por ciento del PIB
regional se mete como una cuña en el cuerpo de Unasur.
La AP se une al Acuerdo de
Asociación Transpacífico, un hecho muy grave pues este está concebido por
Washington para enrolar a sus integrantes en el cerco y creciente hostilidad
contra China, pero también contra Brasil. Estados Unidos alucina por su ascenso
como potencia suramericana y mundial, aliado a Argentina e instalado en el
BRICS.
Los procesos trasformadores no se
rinden y combaten con un arma formidable: el apoyo popular y su credibilidad.
Hoy lo veremos en el gigantesco cabildo de La Paz en apoyo a Evo Morales.
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