Los de arriba pueden decidir
sobre su acelerado enriquecimiento como ha ocurrido en los últimos veinte años.
Han definido las políticas de la nación en concordancia con su avaricia y no en
función de los intereses del desarrollo nacional, ni quiera en relación con la
necesidad del crecimiento industrial moderno.
Son el poder real que decide
cómo debe ser el enriquecimiento y los mecanismos para su concentración. Son
los que han acaparado la riqueza producida por el boom de la minería en los
últimos veinte años y, en particular, los últimos ocho años donde la bonanza
fue extraordinaria e irrepetible. Este poder real es ahora mucho más poderoso.
Sostienen y construyen el “paraíso neoliberal” y quieren hacer del Perú ese
modelo ideal, pero manteniéndolo siempre como país minero exportador y secundariamente como agro
exportador.
Ellos ha determinado que el
Perú se someta a la Alianza del Pacífico junto con Chile, Colombia y México
como una forma de impedir la integración de América Latina e impedir el
fortalecimiento del comercio con los países BRICS, en consecuencia como sus clientes
que tienen que soportar tratados que benefician los negocios de las grandes
corporaciones norteamericanas y en contra de los intereses nacionales.
Esta élite aplaude
fervorosamente el hecho de que los ministros hayan decidido aumentarse el
sueldo al doble. Y lo aplaude porque ellos contribuyen de manera sostenida al
enriquecimiento de la clase dominante y a confundir a la población con el
embrujo de que los intereses de la oligarquía son los mismos que los de la
nación.
En realidad el Perú tiene poco
o es muy poco lo que se dispone para redistribuir como riqueza o mejor dicho
para mejorar la calidad de los servicios que brinda a los ciudadanos, como son
la educación, salud, seguridad ciudadana
o el desarrollo de una infraestructura importante para tener una nación
moderna. Tanto es así que el ministro Castilla ha dicho soberanamente que no
habrá aumento del sueldo mínimo y de paso, de manera grosera, ha hecho que la
renuncia del Primer ministro sea inevitable. ¿Entonces quién tiene la última
palabra sino es el máximo representante del neoliberalismo y de la oligarquía
peruana.
La campaña periodística de los
medios monopolizados ahora por el diario El Comercio, son un coro con el
trillado discurso de la competitividad y el progreso del Perú que va a ser
estimulado por la captación de los mejores especialistas con sueldos de 30 mil
soles mensuales, es decir el lucro se ha convertido en un valor superior que
debe ser puesto como primera condición y no el establecimiento del
costo/beneficio como medida para el desarrollo nacional, es decir que basta con
ser designado ministro para tener el alto merecimiento y no el beneficio que
aporta al país con tal designación. Esta campaña de los medios ha fracasado
porque más del 80% de los encuestados está en contra de este supuesto estímulo.
El mejoramiento de la
competitividad es uno de los “mejores” argumentos que los medios han esgrimido
como la sustentación superior que debe justificar el aumento de los sueldos de
los ministros. Frente a esto debemos decir que los ministros no son un producto
del mercado que tenga competir con otro producto igual. De otro modo, la
competitividad es el posicionamiento estratégico de un producto respecto a otro
u otros en el mercado por los que el consumidor tiene preferencia. Pero los
ministros como producto, ¿con quiénes o qué va a competir si sólo contamos con
un consejo ministros en el Perú; pero la grosería no sólo queda ahí. Veamos lo siguiente, nos hablan del progreso
del Perú con ministros mejor pagados. La pregunta consecuente es: ¿cuál es el
plan de desarrollo estratégico del país, es decir sus objetivos y sus políticas
para medir el progreso? ¿En función de qué vamos a medir el rendimiento
ministerial? Consecuentemente por ese camino no llegaremos a ningún lugar. Pero
la oligarquía y los poderes fácticos del neoliberalismo sostienen histéricos de
que se requiere de ministros técnicos que no estén pensando en política, en
buena cuenta significa que sean técnicos preparados para beneficiar los
negocios de los monopolios nacionales y sus pares internacionales las mega
corporaciones mineras, especialmente.
No les importa las políticas
nacionales, sus programas y estrategias que puedan convertir al Perú en un país
moderno. En el Perú no hay que pensar en políticas serias y para la élite
dominante les basta la politiquería mafiosa que ellos alientan y que el
Congreso camufla o blinda a los delincuentes del gobierno anterior. Eso es lo
que la oligarquía quiere, nada más.
El otro tema es el
inmediatista con el que pueden manipular fácilmente la percepción de los
ciudadanos respecto al mejoramiento de la calidad de la educación. Hasta cero
puntos hemos llegado en rendimiento del sistema educativo del Perú, entonces
¿cuál es el merecimiento del ministro o ministros de educación? ¿Cuáles señores
de El Comercio? Sobre el mejoramiento, por lo menos medianamente, de la salud
y, de manera particular, de la política salud madre-niño, la tuberculosis y la
erradicación de enfermedades endémicas, cero en calificación. En cuanto a
seguridad ciudadana, esto es un escándalo que los medios ocultan a la
ciudadanía, de que no hay un enfoque de sus causas y las perspectivas de solución. En cuanto a
la exportación del gas a Chile, le preguntaron al ministro, ¿Cuándo sería esto?
Respondió, en el largo plazo, pero no dijo cuánto era ese largo plazo y cuáles
eran las condiciones a resolver primero en el país nuestro; por supuesto que
era una mecida.
Mientras sigamos inmersos en
la política neoliberal, el Perú no progresará y las políticas nacionales no favorecerán
a los más pobres y excluidos y los jóvenes seguirán soñando con una profesión
universitaria que les proporcione un futuro factible y no ensueños, pero esto
es tan incierto como que los ministros tengan un alto rendimiento en beneficio
del desarrollo nacional.
Salvador Mendoza
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