Hace unos días estábamos en
que Chile le daba largas a la ejecución del fallo de La Haya; que el Perú no
tenía nada que discutir y concordar, salvo definir las coordenadas de la nueva
frontera en el mar; y que lo del triángulo terrestre no estaba en discusión
porque la sentencia del 27 de enero no aborda el tema de los límites
terrestres.
De pronto, sin embargo,
estábamos metidos en una reunión de cancilleres y ministros de Defensa de 14
horas, en Santiago de Chile, que ha puesto un plazo de 40 días para zanjar unos
puntos en el mapa, que un equipo de cartógrafos lo haría en menos de una hora,
y ha dejado los acuerdos finales al nuevo gobierno de Bachelet que comienza en
marzo.
¿Es creíble que se hayan
requerido tantas horas a puerta cerrada para este resultado? No parece
razonable. Más bien hace pensar que el Perú está cediendo en el tema de la
adecuación legislativa, que para Chile equivale a que el “nuevo mar de Grau”
(el del triángulo interior, a partir de la bisectriz después de las 80 millas),
también sea parcialmente de ellos, no como ha sido hasta hoy, absolutamente
chileno.
Y, aquella frase tajante sobre
que no se discute lo del punto Concordia y el triángulo terrestre, porque el
Tratado de 1929 ya lo resolvió, puede tener otro sentido del que entienden los
peruanos, cuando se está frente a las autoridades del sur; más o menos en la
idea de que no se discute, pero se mantiene el actual estatus quo de
usurpación. No olvidar que el famoso triangulito está ocupado hace mucho por
los chilenos y que hacer evidente este asunto fue lo que motivó la marcha de
Humala y los tacneños en el 2007 hacia la frontera, que el gobierno de Alan
García reprimió.
Lo que más molesta de la
puesta en escena que estamos presenciando es que se nos quiera tratar como
tontos. Y que los dos gobiernos estén jugando al engaño de los dos países.
Desde Santiago se trata de insistir en que se acepta una pérdida a
regañadientes, conservando algunos derechos sobre lo que se entrega y
consagrando la posesión de un territorio simbólico que es una ganancia respecto
a lo pactado hace 85 años.
Por su lado, Lima vende la
idea de un triunfo total y compacto (aunque reconozcan que Tacna sale mal
parada y que no saben el valor económico de lo conseguido), y que todo está cerrado,
o sea la paz está lograda. De esta versión participa además la casi totalidad
de la clase política y la gran prensa. Y sobre todo los intereses económicos a
ambos lados de la frontera. Que la gente no entienda lo que ha pasado. Como en
un partido de fútbol. Ganamos 50 mil Km2, por 16 mil que le tocó a Chile.
Pateadura. ¿Será verdad?
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