El diplomático Javier Pérez de
Cuéllar ha comunicado que está al margen de la actividad política desde 1995.
¿Por causa de qué no ha aclarado ante la opinión pública, ante Torre Tagle, ante
el país, qué hay de cierto en lo que afirmó el candidato presidencial aprista,
Alan García Pérez, que habría firmado, años atrás, algún tipo de documento en
que reconoce limites marítimos con Chile? El asunto es demasiado grave como
para que la sospechosa neumática de silencio de todos los medios periodístico
disimule una acción contradictoria con lo que sostiene Cancillería que afirma
que NO hay ninguna clase de delimitación marítima con Chile.
¿No habrá leído los periódicos
el ilustre Pérez de Cuéllar? ¿Y el señor García Pérez, se olvidó también del
tema, porque no ha vuelto a hablar sobre el mismo que, de ser cierto,
constituiría un ominoso, desdoroso y traicionero como vergonzante capítulo
claudicante de la historia nacional? ¿O, en tradicional giro peruanísimo, ya
pasaron todos por el aro del perdonavidas clásico, conservador, como si se
pudiera decir hoy semejante acusación para no recordarla mañana?
Del silencio comprado de los
medios no hay mucho que hablar y sí bastante de qué denostar. Las mentiras,
como lo es buena parte de la fauna de nuestros prohombres públicos, tienen
patas cortas. A la larga o la corta, se descubre cuál la transida y dolorosa
realidad. En consecuencia, como el pueblo es más sabio que todos los sabios, no
hay por qué quejarse si mañana el voto se lo otorga a otros que sí enuncian sus
verdades y son lo suficientemente valientes como para sostenerlas en el tiempo
y en la responsabilidad que hay que exigir a los hombres que se llaman a sí
mismos estadistas.
Nuestra Cancillería sostiene,
y así lo ha reafirmado apenas ayer, el titular de Relaciones Exteriores, Oscar
Maúrtua, que no tenemos tratados o convenios de delimitación marítima con
Chile. Y que lo resuelto en 1952 sí se aplica al Ecuador. Mi pregunta de
profano confeso es la siguiente: si aquellos convenios puntuales de 1952 y 1954
que recibieron, además, ratificaciones de los Congresos de los tres países:
Ecuador, Chile y Perú, valen para el norte ¿pueden ser inválidos hacia el sur?
¿existen reservas posibles a ser invocadas según la ubicación de los alegantes?
Reitero: soy un ignorante, de modo que la pregunta es periodística. Pero ¿no
dice el derecho, dura lex, sed lex? Es decir, desde 1952 y 1954, ¿existen estas
distinciones, de parte, de validez hacia el norte e invalidez hacia el sur? A
nadie escapan los denodados y patrióticos esfuerzos que viene desarrollando el
canciller Maúrtua y su equipo, en defensa de las postulaciones nacionales.
El señor Pérez de Cuéllar
tiene el ineludible deber de aclarar por su propia figura y porque habría
involucrado al Perú en un desliz mayúsculo –y sumamente impropio- con respecto
a lo dicho por Alan García Pérez. Si el postulante aprista ya no quiere tratar
el tema y la prensa así lo interpreta, es un asunto parcial, culposo, de
quienes quieran callar “tácticamente”. El pueblo del Perú necesita saber ¡de
qué se trata este enredo! ¿Y si resulta que en 1969, Pérez de Cuéllar, cuando
era secretario general de Torre Tagle, realmente firmó esas notas reversales?
¡Estamos ante un caso que amerita un esclarecimiento a fondo y ya mismo!
¿Cómo explica Pérez de Cuéllar
sus reiteradas lamentaciones, en corrillos íntimos, de situaciones que él ha
llamado como “desgraciados errores”? Entonces, ¿es cierto que se quedó mudo,
como hoy, cuando la canciller chilena Soledad Alvear le espetó un enérgico
recordatorio a don Javier de los documentos que había firmado “años atrás”
sobre los límites marítimos de su país y el nuestro? ¡Aquí hay una situación
delicada que urge de una inmediata acción de Pérez de Cuéllar y del Congreso!
Don Javier tiene que hablar y aclarar, si puede, y el Parlamento debe exigir
que se muestren, si existen, esos papeles.
Además, ¿cómo se explica que
años después el mismísimo Javier Pérez de Cuéllar solicitara que Perú adhiriera
con su firma a la Convención del Mar? ¿Se olvidó –e hizo lo propio, el resto
del cuerpo diplomático- que existían precedentes poco tranquilizadores e
inapropiados? Poco claro el tema y, por lo tanto, sumamente dañino para nuestra
Cancillería que requiere, hoy más que nunca, de una serena y cuidadosa
estrategia con respecto a los asuntos limítrofes. Para contar con el respaldo
ciudadano, las cosas deben estar muy claras, aunque ello pueda significar el
conocimiento de delicadísimas circunstancias.
Nada hay más terrible en
cualquier historia social, que el engaño contumaz, la mentira institucional o
la componenda para tapar o cubrir yerros contra el Estado. De esas ocurrencias
está empedrada buena parte de la historia patria. Que un ex jefe de Estado
olvide sus palabras y que un diplomático prefiera las endebles sombras de un
oscurantismo de patas cortas, representa un desmadre a todas luces inconveniente
–y abyecto- para el Perú.
¡Atentos a la historia; las
tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y
tácito de hablar a media voz!
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