Está fijado en mis recuerdos
las veces en que el candidato Ollanta Humala asistió a las reuniones del grupo
denominado “Intelectuales por el cambio” (que luego se llamaría “Ciudadanos por
el cambio”, y sentado en un extremo de la mesa miraba insistentemente, su
reloj, cuchichiaba con Nadine, bostezaba, hasta que por fin pedía permiso
porque tenía algo que hacer y se retiraba presuroso sin agregar o quitar nada a
lo que se venía discutiendo. La impaciencia era además más acentuada cuando las
intervenciones incluían observaciones y reclamos a su persona en su condición
de conductor de la campaña.
Alguna vez, como para cerrar
cualquier posibilidad de duda sobre su actitud, dijo que prefería volver cuando
estuviésemos de acuerdo y pudiésemos hablar con una sola voz. En realidad,
nunca más volvió y a la larga los intelectuales-ciudadanos que se suponía eran
la asesoría de izquierda de Humala, tomó rumbo propio y derivó en el llamado
Frente Amplio. Pero esa es otra historia. Al presidente siguieron sin gustarle
los debates, los desacuerdos y sobre todo que le digan ante otros lo que debe
hacer.
En Palacio, dicen, Humala
resume su actitud ante las propuestas que recibe para ministros y otros altos
cargos del Estado con la expresión: “No
quiero filósofos”, que para él debe querer decir que no le gustan los que
teorizan y plantean problemas, en vez de soluciones. Una mirada a su actual
gabinete de ministros quizás de una idea de hacia dónde lo ha ido llevando esa
manera de ver las cosas. De 19 cargos ministeriales que actualmente existen,
ocho se encuentran cubiertos por economistas, lo que representa el 42%, en
carteras que van desde el MEF, Agricultura, Comercio Exterior y Turismo,
Vivienda, Producción, hasta Educación, Salud e Inclusión Social.
Ya sabemos que se trata de
economistas de una misma escuela, con títulos en el exterior, abarcando
sectores económicos y sociales, y casi todos ellos imbuidos de la noción del
FMI, de que la política no debe interferir
con la economía, lo que da como resultado el tipo de gobierno que
estamos viendo que algunos llaman de “piloto automático”, por decir que
pretende regirse por sistemas de costo-beneficio y no por políticas de
desarrollo articuladas a un plan general.
Cualquiera podría decir que es
sorprendente que un presidente que pudo saltar de los consejos económicos de
Félix Jiménez a los de Miguel Castilla, de un día para otro, precisamente
porque nunca quiso ni pudo hacer “filosofía económica”, se haya rodeado de
tantos profesionales de este tipo. Pero la explicación es simple: se los puso Castilla, a partir de sus cuadros técnicos del MEF o
importados del Banco Mundial y organismos similares. Y con ellos cerró un
círculo de silencio sobre el presidente ya que la mayoría de estos ocho sólo
hablan cuando se los pide Humala o cuando quieren hacer un pedido y han logrado
el apoyo del mechoncito.
A los economistas habría que
añadir además un administrador (Transportes) y dos ingenieros (Energía y Minas,
y PCM), que vienen a ser casi los mismo. A los que hay que agregar finalmente
siete abogados y una exestudiante de derecho. Los hombres y las mujeres de
leyes sirven por cierto, para funciones tan variadas como Justicia, Defensa,
Relaciones Exteriores, Interior, Trabajo, Ambiente y Cultura.
Así entre abogados y
economistas, más una alícuota de profesiones afines tenemos repartido el poder
tecnocrático. Y a Humala liberado de “filósofos” como podrían ser: educadores,
médicos, científicos sociales, comunicadores u otros, por seguir con el tema de
la capacidad técnica. Nuestro presidente desconfía de muchas profesiones, o
alguien lo hace por él. Pero si se mira bien de lo que más se aparta Ollanta
Humala es de las personas con experiencia política. Pareciera que ahí están los
“filósofos” más peligrosos.
Campañas 2006-2011
Ninguno de los ministros
actuales formó parte de los equipos que asesoraron la trayectoria política de
Ollanta Humala hasta su llegada al poder. Ahí no había ningún asco a los largos
años acumulados en el combate político por Carlos
Tapia, por poner solo un ejemplo dentro de muchos que podrían ser citados. Pero tampoco los técnicos como Jiménez que
estaban a su lado desde el 2005, fueron respetados.
Luego de ser voceado para ministro de
Economía, miembro del directorio del BCR y otros puestos, a Félix lo colocaron
junto a Dancourt como asesores económicos presidenciales, pero en cinco meses
de labor nunca fueron consultados y tampoco oídos cuando quisieron advertir al
presidente sobre decisiones económicas. Los dos economistas de la Universidad
Católica, salieron del gobierno en el contexto de la renuncia de Lerner, y tal
parece que Humala olvidó darles la gracias y reconocer a quién fuera el
principal impulsor del programa de la Gran Transformación.
Otros “filósofos” que quedaron
por el camino son Gonzalo García, excandidato a la primera vicepresidencia en
la campaña del 2006, Maritza Glave concejal por el Partido Nacionalista entre
2007-2010, Alberto Andrianzén actual parlamentario andino, Manuel Dammert, etc.
Y, por cierto, nunca olvidar el caso de Javier Diez Canseco que Humala no quiso
llevar en su lista parlamentaria (le ofreció el lugar para su hija o para
“Mocha” García Naranjo, que no aceptaron), hasta que tuvo que rendirse a la
presión de sus aliados internacionales.
Pero la mezquindad con Javier
no amainó. Se le retiró de la Megacomisión que era la ubicación que estaba
concordada, como un gesto para bajar las tensiones con el APRA y el
fujimorismo, y mas adelante se ordenó a la bancada votar por una sanción bruta
y achorada, generada en la venganza de los corruptos perseguidos por Diez
Canseco, que medio nacionalismo (otra parte se negó a participar del
linchamiento) respaldó. El mayor de los “filósofos políticos” que tanto repelen
al presidente fue asesinado moralmente por sus exaliados en un acto para la
vergüenza que jamás se olvidará.
Entretanto tenemos el gabinete
Cornejo que es de una extrema mediocridad política, con indiscutibles títulos
académicos en buena parte de sus miembros, con pensamientos uniformes y
carencia de ideas para un debate sobre dónde llevar el país, con un salario
duplicado hace un mes y bajo control estrecho de la primera dama que se encarga
de evaluarlos y botarlos cuando considera. Ninguno de estos es “filósofo”.
Miren nomás a Cornejo que casi no habla y cuando lo hace se tiene que
rectificar. Y a Castilla que dicen que es una luminaria, pero que opina que
hace un buen equipo con Nadine. Nada más.
Hildebrandt en sus trece
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