¿TRAIDORES A LA PATRIA? |
César Hildebrandt escribe
sobre Fernando Rospigliosi y sus descubiertas relaciones con la embajada de
Estados Unidos.
No hay nada más peligroso que
alguien que se muda al otro extremo.
No conozco a un solo converso
político que haya terminado en el centro y aceptado la mesura o suscrito un
cierto escepticismo. Todos marchan a las antípodas con el paso marcial de
quienes, por fin, han descubierto "la verdad". Y hablan como
pontífices sobre su nueva fe.
Es lógico: para matar el
pasado, para autoborrarse, para no recordar qué fueron ni qué tuvieron que
abandonar, se necesita la máxima severidad. Se diría que un extremismo sólo se
olvida adoptando otro.
Y ese es el caso del señor
Rospigliosi. Quienes lo recuerdan en Andahuaylas, adoctrinando a campesinos
desde el púlpito de un comunismo dispuesto a tomar las armas, no pueden creer
que hoy sea un empleado de la embajada de los Estados Unidos.
Porque lo más grave de todo no
es que Rospigliosi haya solicitado a los gringos que hicieran algo para evitar
que Humala llegase al poder. Lo más grave es habernos enterado, por fin,
oficialmente, que el señor Rospigliosi tiene una empresa que surte servicios
rentados a la embajada de los Estados Unidos.
No crea el señor Rospigliosi
que porque la señora Palacios lo trata con benevolencia y el señor Raúl Vargas
con servilismo, ha salido ileso de este episodio. Su ingreso en la planilla de
los estadounidenses compromete seriamente su papel de columnista independiente
y sus aires de repartidor de indulgencias.
¿Qué pasaría si mañana alguien
descubre que un columnista del diario La Primera es un asalariado de la
embajada de Cuba? ¿No pondrían el grito en el cielo las señoras Palacios y los
señores Vargas de toda esta comarca? ¿A que sí? Pero, claro, Rospigliosi es
ahora de los suyos. Y a los suyos la prensa del sistema los arropa, los alivia,
los cose y los desinflama cuando se accidentan. La verdad es que es triste,
gremialmente tristísimo, el espectáculo.
Rospigliosi estuvo en
Vanguardia Revolucionaria, preparando la revolución bolchevique que haría que
millones de peruanos fueran tratados como Stalin trató a los desafectos.
Rospigliosi se opuso a los contratos de Cuajone firmados por el gobierno
militar, al que consideraba entreguista y burgués. Cuando murieron cinco
mineros en los sucesos de Cobriza, mina propiedad de la Cerro de Pasco
Corporation, allí estuvo Rospi alentando la sublevación que llegaría del campo
a la ciudad.
Es curioso que en esta época
Gilberto Hume, hoy entregado a Willax TV, la televisión dorada de los
empresarios mineros, fuera director del área cultural de Vanguardia
Revolucionaria y fotógrafo de una revista ultra que la encarnaba.
Es también casi divertido
recordar que otro radical como Dante Vera, compañero de ruta de Rospigliosi y
Hume, trabaje hoy codo a codo con la gran minería aurífera. Es como si trataran
de explicar, con los métodos más drásticos el pecado de haber sido radicales de
izquierda. Les parece una pesadilla haber querido incendiar el establecimiento
al que ahora sirven como guardaespaldas o cajeros.
Rospigliosi abandonó un día
Vanguardia Revolucionaria. ¿Desilusión? ¿Madurez? ¿Necesidades prácticas? No se
sabe. Lo cierto es que no abandonó sólo a esos "verracos". Cambió de
traje, de norte, de aire, de piel y de lenguaje. Y un día apareció en Caretas.
Hasta allí todo bien. Tuvo una labor destacada en la revista de los Zileri y
parecía haber aterrizado en un centro más o menos cínico y distante de todas
las pasiones.
No se sabe en qué momento fue
solicitado por sus propios demonios. El caso es que acudió a la cita y pactó
con ellos. El primer síntoma de que algo había pasado fue cuando, como jefe de
prensa de Alejandro Toledo, salió a decir que Zaraí no existía como hija del
candidato "porque existen resoluciones judiciales" que determinaban
la no paternidad de su jefe. "Todo esto forma parte de una campaña de
desprestigio", dijo. Y así lo consignó el diario La República.
Y cuando Toledo tuvo que
admitir que sí, que Zaraí era su hija, no es que Rospigliosi se apareciera a
brindar explicaciones. Se blindó, como hace siempre, en su hosquedad (ceñudo,
áspero e intratable) altisonante y en su teatral capacidad de ser grosero. El
que Toledo lo premiara con algunos cargos fue un gesto de explicable gratitud.
El que se deshiciera de él cuando así convino era algo esperable luego de lo
del arequipazo y la censura.
Lo que no es cierto es que
ambos se distanciaran. Conservaron una discreta relación y coincidieron
plenamente a la hora de minarle el camino a Ollanta Humala. Toledo hablaba del
salto al vacío, mientras PPK participaba en la delictiva campaña para lograr la
disparada del dólar y el terror financiero.
Cuando a mí me echaron del
canal 2, en febrero del 2006, la razón que me expuso el emisario de Ivcher que
me anuncio la rescisión del contrato fue que yo "no me acoplaba a la
política del canal". ¿Y cuál era esa política? Pues demoler, con todas las
armas imaginables, a Humala. Y, en la segunda vuelta, convertir a García en el
hombre providencial que nos salvaría del holocausto.
Siempre supe que Rospigliosi
estaba a sueldo de la embajada estadounidense. La verificación de ese dato no
me ha sorprendido. Lo que de veras me ha sorprendido es la conducta de la mayor
parte del periodismo. No es que se tratada de linchar ni de maldecir. Bastaba
con ser decente. Como Jaime de Althaus, por ejemplo, que ha tenido la hombría
de bien de hablar desde la indignación sobre este tema.
Qué vergüenza, en cambio lo
sucedido en Prensa Libre. O lo escuchado en RPP y Radio Capital. O lo leído en
La República, donde el mismísimo Rospigliosi se atrevió a usar el diario que
fundara Gustavo Mohme Llona para justificarse y asumir una autodefensa sin matices.
La conclusión es esta: tanto
en la prensa como entre el público, la capacidad de indignación o no existe o
está en mínimos. Y ese es síntoma de una inmensa crisis de valores. Y esa
crisis de valores nos hace tercermundistas militantes, subdesarrollados
crónicos, bárbaros sin remedio. Porque el desarrollo no solo consiste en
exportar y vender. También consiste en instaurar un sistema que se acerque lo
más que se pueda a los principios de la honestidad.
http://www.hildebrandtensustrece.com/
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