ALINEADOS CON CASTILLA |
El tema del salario mínimo
convertido en factor de definiciones ideológicas dentro del actual gobierno
La firmeza con la que la nueva
ministra de Trabajo, la fiel nadinista
Ana Jara, ha dicho que su despacho no va a ver ni de lejos lo del
aumento del salario mínimo y discusión terminada, ha sorprendido a los que
esperaban una noticia más amable con la clase trabajadora a la que se supone
que tutela y menos fanática en su compromiso empresarial.
Por supuesto, no ha necesitado
hacer un alarde de sabiduría económica del tipo de las de Castilla que con la
misma cara asegura que está probado que sueldos duplicados de ministros
elevan la calidad técnica de los gabinetes y salarios mínimos congelados o a la
baja protegen el empleo formal. No,
la ministra ha convertido el tema no en una teoría, sino en una consigna.
Y quizás sea el signo más
inquietante del nuevo momento político que se abre tras la salida del premier
Villanueva y del inolvidable ¡Yeah! De
la primera dama en plena juramentación de nuevos ministros. Para decirlo de
otra manera, las ideas de Castilla están dejando de ser las de una influyente asesoría
a la pareja presidencial para evitar desvíos importantes de un camino de
crecimiento, a convertirse en banderas político-ideológicas.
Nadine no ha tenido
vergüenza de festejar la ratificación de Castilla como invariable cabeza del
MEF y de su “amigo” Cornejo como nuevo premier, como si se tratara de un
triunfo contra una tendencia opositora.
Jara le ha dicho de
“pelele” para abajo al primer ministro saliente y Humala le ha recordado su
colección de principios: no seas ingrato, no presiones y no tengas agendas
electorales propias.
En resumen el ganador neto de la disputa fue Castilla y la pareja
presidencial transformó un discrepancia económica en un tema de confianza hacia
a ellos, casi como si quisieran decir que ya no estamos hablando de un dúo
sino de un trío de poder, en el cual uno tiene el título formal, otra el
mando real y el tercero las ideas sobre las cuales moverse. Que Jara haya salido con el pie alzado
contra el salario mínimo siendo precisamente ministra de Trabajo, prueba como
se va entendiendo los nuevos alineamientos.
Claro que lo que proponga
Miguel Castilla estará normalmente distante de la vocación populista de los
Humala-Heredia. Pero tal parece que no se dan cuenta de ello o hay algún tipo
de acuerdo que no conocemos en el que Castilla es un intermediario al que hay
que seguirlo como prueba de buena voluntad hacia un interlocutor más importante.
La noción de que la pareja esté sujeta a compromisos que los obliga a conceder
a Castilla, ya no es tan descabellada como podría sonar inicialmente.
El hecho es que si se querían
envolver en una bandera antipática, Nadine
y Jara escogieron el mejor tema: ser
defensoras de un superaumento para ministros, viceministros y secretarios generales, y de una congeladora para
los ingresos más bajos les va a costar caro. Más aún si la tontería técnica del peladito tiene
pretensiones de convertirse en dogma permanente que no sólo contradice el
discurso original del candidato que hizo mucho énfasis en el asunto, sino con
lo hecho en los primeros meses de gobierno.
Querría decir que cuando se
otorgó el incremento en dos tramos entre el 2011 y 2012, que representó una
mejora del 25%, se habría pateado hacia la informalidad a una cantidad
considerable de peruanos. Si fuera así, ¿dónde está la información concreta que
lo sustente?, ¿dónde se sustenta la idea de que el que trabaja en la formalidad
porque es conveniente a sus intereses, la va a abandonar fácilmente porque
tendrá que pagar 50 o 100 soles más para contratar nuevos trabajadores?,
¿cuánto en realidad ganaría o perdería al ponerse fuera del mercado legal?
Sobre esto Castilla no dice
nada y la primera dama se ha limitado a precisar que es tema de economistas
corriendo traslado a su protegido.
Entonces estamos quizás entrando a una etapa de militancia neoliberal en
algunos escalones del nacionalismo, en un fenómeno que a su manera han
vivido Alan García y el APRA. En ambos
casos se sigue la lógica de que si no puedo hacer heterodoxia económica y
populismo social, porque no me dejan, me hago yo mismo neoliberal para ser bien
realista.
Por ahora esto es todavía una
hipótesis. Y el síntoma se ve más en la primera dama que en el presidente que
todavía parece extraviado entre flechas que señalan distintos caminos. Pero Nadine
parece haber encontrado en la pelea política, el modo de ir tomando
definiciones dentro del gobierno y de quitarle las dudas a su marido.
¿Existe algún espacio para un nacionalismo neoliberal, frente a un
aprismo neoliberal, un fujimorismo neoliberal, pepecismo ídem y muchos otros
membretes ídem? Evidentemente que no. Estamos ante una saturación del mismo
lado del tablero. Sólo que Nadine cree que su ventaja es que ella tiene a la
tecnocracia consigo. ¿Por cuánto tiempo será así?
Publicado en Actualidad Económica Nº 3
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