Aquí se anida un misterio que no se termina de
entender. No era una mera farsa, porque nadie engaña a tantos, tan largo
tiempo, incluidos sus poderosos enemigos que por mucho tiempo creyeron que un
gobierno de Humala era caer en el último de los círculos del sistema.
Escribe: Raúl Wiener
El humalismo es un fiasco, al que ni siquiera
justifican los que lo votaron como “mal menor”, ya que a estas alturas nadie
está para discutir lo que hubiera sido un gobierno de la hija de Fujimori, que
en el 2011 lucía como una perspectiva catastrófica. Ni que hablar de los que
fueron directamente engañados por el candidato que les ofrecía otro trato para
sus demandas, como podían ser las comunidades campesinas en Conga y Tía María,
o los trabajadores que recibieron las promesas sobre mejora sostenida del
salario mínimo y recuperación de derechos sociales.
Pero, obviamente, la mayor estafa fue a la gran masa
que se levantó en el 2006 con Humala bajo la idea de que podía haber un
gobierno diferente que le diera otro lugar a los movimientos sociales y a los
pobres y postergados, y que obligaría a retroceder a la soberbia y prepotencia
de los poderes económicos y su enjambre de medios que se consideran con
derechos de poder que no nacen en las urnas. Un gobierno para modificar el
orden establecido, que no hubo y que Ollanta Humala ni siguiera intentó. Está
gente casi lo encumbra en la primera elección, ganando la primera vuelta y
llegando hasta 48% en la segunda en su debut en la política. Para todo efecto,
la elección de 2006 fue la verdadera primera vuelta de Humala, que cristalizó
enormes redes de vinculación política. Parecía que en el Perú, también nos
había nacido un candidato fuerte inscrito dentro de la corriente progresista
que se expandía en el subcontinente (tómese en cuenta que en diciembre del
2005, Evo gana en Bolivia en primera vuelta, y el 2006 lo hace Correa en
Ecuador). Humala era amigo de gobernantes y se movía constantemente por América
latina vendiendo y revendiendo su imagen “radical”.
Los que dicen, como fuiste tan ciego para no darte
cuenta de quién era finalmente este Ollanta, su mediocridad y debilidad de
carácter, habría que plantearles si no creen que hay una contradicción entre el
menosprecio de la inteligencia del personaje y de sus asesores cercanos (por no
darse cuenta de quién tenían al frente), con el inmenso proceso que hubo esos años.
¿Cómo se construye una figura internacional y nacional con el espíritu de
“cosito” que se asigna al actual presidente como su marca de toda la vida?
Aquí se anida un misterio que no se termina de
entender. No era una mera farsa, porque nadie engaña a tantos, tan largo
tiempo, incluidos sus poderosos enemigos que por mucho tiempo creyeron que un
gobierno de Humala era caer en el último de los círculos del sistema. Entonces,
había algo de real en lo que estaba pasando, un despertar masivo canalizado por
un caudillo improvisado, ambicioso y poco leal, y que se mostró como un capital
electoral extraordinario. ¿Qué vino después?, ¿por qué viró y sembró el
desconcierto? Seguiremos mañana con ese tema.
http://diariouno.pe/columna/historia-del-humalismo/
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