¿EE UU Y JAPÓN VS. BRICS? |
César Aching Guzmán
La reciente Cumbre de la Alianza
del Pacífico en Paracas ha exhibido como uno de sus mayores logros la firma del
Acuerdo Marco entre sus países miembros: Colombia, Chile, Perú y México.
Escribe: HUMBERTO CAMPODÓNICO
Allí se mencionan iniciativas
importantes para la integración de los países: el impulso a las PYMES, la
potencialización de los mercados agrícolas, la plataforma de movilización
estudiantil y académica y las agendas de trabajo sobre acceso oportuno y equitativo
a medicamentos y sobre humanización y calidad de los servicios de salud.
Pero el énfasis se ha puesto en que uno de los logros de este Convenio
Marco es la reducción arancelaria completa del 92% de los productos que
comercian estos países, mientras que el 8% restante se realizará en un
plazo de 3 a 7 años.
Sucede sin embargo que este
logro se había ya concretado hace tiempo pues todos los países tienen Tratados
de Libre Comercio entre ellos, donde se contempla la desgravación arancelaria.
Así, Colombia firmó un TLC con Chile en el 2009 y con México en el 2004,
mientras que con Perú esto se logró mucho antes, en la Comunidad Andina de
Naciones. De su lado, Chile firmó con México un TLC en 1999 y con Perú en el
2009. Y Perú firmó el TLC con México en el 2012 (1).
Se menciona mucho que la suma
de las economías de los cuatro países representa un PBI de 2 billones de
dólares, lo que convertiría a la AP en la octava economía del mundo. Pero la
suma de los PBI no es la manera adecuada de medir la “potencia conjunta” de los
países involucrados. No solo eso, el PBI de México de US$ 1.2 billones (el 60%
del total) se basa en su estrecha complementariedad con EEUU, y no con los
países de la AP.
El problema de fondo aquí es
que a pesar de las múltiples iniciativas de integración regional en los últimos
50 años, esta no se ha logrado, lo cual, claro está, no se le puede atribuir a
la AP. Así, la integración comercial en América Latina alcanza solo entre el 15
a 20% del comercio exterior total de nuestros países. Esa proporción es del 50%
en los países asiáticos y del 70% en Europa.
Entre los países de la AP esa
cifra es aún menor: según el Wilson Center, el comercio entre ellos representa
una media del 5.3% y del 7.8% del total de las exportaciones e importaciones,
respectivamente. Y con México la distancia es aún mayor, pues los países de la
AP solo suponen el 2.3 y el 0.8% de sus exportaciones e importaciones (2).
Agrega el Wilson Center que lo mismo sucede con el comercio intraindustrial
entre los países de la AP.
El reto es, entonces, avanzar
hacia una mayor integración del tipo “regionalismo abierto”, es decir, nos integramos como Región al mismo tiempo que se
avanza en ampliar el comercio hacia mercados extrarregionales. Y es aquí, donde
se puede notar un claro sesgo ideológico en los planteamientos de la AP, pues
se privilegian las políticas de apertura comercial casi total.
Estos planteamientos han sido
criticados porque excluirían, por ejemplo, a otros países de la Región, en
particular a Argentina y Brasil, del Mercosur. Más lejos va Jorge Castañeda, ex
canciller de México: “Esto es un invento para que estemos algunos
latinoamericanos en el TPP. La AP
responde a un intento de EEUU y Japón para crear un bloque comercial que logre
frenar la expansión de la economía China en América Latina y otras regiones del
Pacífico” (3).
Pero volvamos a Mercosur. Es
importante destacar que el Comunicado de Paracas “valora la reunión ministerial
entre la AP y Mercosur en Cartagena en noviembre pasado, que abre espacios de
integración y la posibilidad de avanzar un proceso de discusión entre la
Alianza del Pacifico y Mercosur en torno a una agenda de trabajo sobre temas de
interés común”.
Lógico: el Mercosur es el
58% del PBI de la Región. Si se le añade la AP, estamos hablando del 94%
del total. Es por aquí que se puede avanzar en el comercio intrarregional que, como hemos
visto, es bajísimo. Agreguemos que el Mercosur es el mercado más importante de
la Región para Chile, México y Perú.
Debe decirse, sin embargo, que
la voluntad de aproximación al Mercosur
ha sido adoptada a regañadientes por la AP, bajo la insistencia de Chile.
Hay aquí una cuestión de fondo, pues está probado que la integración regional
es la base, el trampolín para procesos más grandes y audaces.
Es aquí que se instala la
crítica de Castañeda: si el TPP de doce países de la Cuenca del Pacífico está
ahora cada vez más cerca con la aprobación de la vía rápida (fast track) en
EEUU, este fijará nuevas reglas económicas y comerciales para tres países de la
AP: Chile, México y Perú (Colombia no participa). Y puede incidir en el
alejamiento con los países del Mercosur, que sería parte de una agenda no
declarada, lo cual no es conveniente.
Con lo cual volvemos a un
principio elemental: los acuerdos de integración regional son un medio para
avanzar hacia el desarrollo y no un fin en sí mismos. Esto se aplica con más
rigor aún para los TLC. Y eso se logra con políticas de Estado que permitan
avanzar hacia la diversificación productiva, para dejar de lado el apelativo de “economía dependiente
de la exportación de materias primas”. Y en esa materia, salvo el caso de
México, recién estamos comenzando.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/13140-esta-sobrevendida-la-alianza-del-pacifico
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