lunes, 19 de mayo de 2014

LA BESTIA QUE NO VINO DE LA NADA


Cuando se habla del caso de Ancash, pareciera que los medios la tuvieran totalmente clara: hay un malvado en esta historia que de puro corrupto, pareciera que evolucionó a asesino o jefe de sicarios, y que tiene a diversas personas que lo apoyan o encubren en sus fechorías, y otras que antes estaban con él y ahora lo denuncian. Pero el malo todavía sigue de presidente regional, mientras las autoridades de control, Contralor, Fiscal de la Nación y Poder Judicial, prometen fiscalizar y sancionar los hechos ilícitos que crecieron por años sin que ninguno de estos hiciera nada.
Pero hay algunos asuntos que parecen olvidarse cuando se discute las andanzas de César Álvarez y sus dos períodos a la cabeza de Ancash. Lo primero, es que el asunto de la relación entre autoridades municipales-regionales con la delincuencia organizada, las bandas de construcción civil, tráfico de terrenos y sicariato, empezó hace bastante tiempo en el Callao, en la era Kouri. En realidad fue una norma del primer período de Alan García la que ordenó a las empresas constructoras a asegurar cupos para expresidiarios en las obras, supuestamente para crearles oportunidades de trabajo.
Ese fue el comienzo. Las bandas se apropiaron de la norma y empezaron a presionar a los ingenieros de obra y a las inmobiliarias para imponer sus cupos. No pasó mucho tiempo para que las pandillas cambiaran de nombre y se convirtieran en sindicatos. Esto ocurrió sobre todo después que Fujimori modificó a reglamentación para formar sindicatos, que permitía que con un número de veinte personas se podía hacer reconocer una organización donde ya existía otra, lo que ha traído fraccionamiento de los sindicatos y federaciones existentes, en paralelo a la des-sindicalización impuesta a través de despidos y políticas de terror en las empresas.
El 1996, Kouri llega al municipio provincial del Callao y comienza una era de hegemonía de Chim Pum Callao. Bruscamente las autoridades, primero municipales y más tarde regionales aparecieron rodeadas de los llamados “chalecos “, delincuentes que se convertían en personal de seguridad, los mismos que coordinaban con las bandas y los falsos sindicatos de construcción civil. Muchas historias se pueden contar sobre los cambios de propiedad en los terrenos agrícolas del primer puerto, en los que los matones han hecho de las suyas pagados por los expropietarios anteriores a la reforma agraria, que recuperaban sus antiguas tierras a palos o a tiros, para después reclasificarlas como áreas urbanas para su venta.
En estos procesos se fue armando una cadena de corrupción con participación de fiscales, jueces, policías, alcaldes y funcionarios de distintos organismos. Y así se fue consolidando una mafia muy difícil de erradicar. La misma que ahora puede mover las masas que Alan García ya no consigue convocar, como se vio en el último mitin del Campo de Marte en el que Kouri le puso la gente, los buses y las banderas a la antigua fiesta aprista de la “fraternidad”.
El modelo Callao, está casi íntegramente copiado en Ancash, principalmente en Chimbote, cuyas semejanzas portuarias son indudables, y en las provincias costeras de Casma y Huarmey. Y hay otras partes del país donde ya está puesto el germen de la lumpenización de las instituciones públicas.
UN PASADO OSCURO
El segundo elemento a tener en cuenta como generador de la crisis de violencia y corrupción en Ancash-Chimbote, es el pasado de corrupción en la zona. La bonanza pesquera hizo de la provincia del Santa un refugio de aventureros que llegaban para hacer fortuna rápidamente y sin escrúpulos de ningún tipo.  La forma como se depredaron varias veces las más valiosas especies marinas, la contaminación brutal del mar y del aire que respiran los pobladores, el poder económico y político de las pesqueras, alimentaron una tendencia a la corrupción en todos los campos de la administración del Estado.
Fiscales y jueces coimeros son un mal que existe desde hace mucho tiempo, pero que en la provincia se hizo patente en el proceso a tres fiscales y la destitución del presidente de la Corte del Santa por recibir sobornos de varias decenas de miles de dólares del Banco República en la disputa por una empresa pesquera. Otras investigaciones periodísticas del autor de esta nota siguieron el paso de falsificación de poderes en los Registros Públicos del Santa, policías comprados avalando ocupaciones ilegales de empresas.
Y, como cereza de la torta, el caso Hayduck, de un embarque de cocaína en uno de los barcos de esta empresa, la tercera en tamaño entre las asociadas de la Sociedad Nacional de Pesquería, cuyos propietarios fueron salvados con la intervención de Keiko Fujimori, Rafael Rey y otros amigos, y el hijo gerente que llegó a juicio fue declarado inocente después que la sentencia ya estaba lista y se produjo un oportuno apagón en la sala que obligó a una nueva citación en la que los jueces modificaron su fallo. Esta historia feliz de cualquier forma confirmaba la versión chimbotana de que la harina de pescado era la mejor cobertura para la salida de la droga.
En el ambiente de corrupción chimbotano, reinaba el APRA por mucho tiempo, dirigiendo los municipios provinciales de El Santa, Huarmey y Casma, el distrito emergente de Nuevo Chimbote y cuando el gobierno regional en la gestión 2003-2006, que empezó ejerciendo el exparlamentario Freddy Ghilardi, que fue defenestrado por malversación de fondos, peculado y tráfico de influencias, y reemplazado por su vicepresidente. La victoria de Álvarez el 2006, se cocina en la articulación de diversos sectores y personajes contra el APRA, bloque que después se desgranaría en medio de intensas pugnas.
CASI NADIE SE SALVA
Ezequiel Nolasco era el principal dirigente de construcción civil, cuando se asocia con Álvarez y le proporciona el respaldo de su organización a cuenta del compromiso de que en las obras del gobierno regional se contrataran a sus afiliados. Así llega a convertirse en miembro consejero del gobierno regional y en cabeza de las movilizaciones de este sector cada vez que el fabuloso canon ancashino aparecía amenazado por diversos proyectos o reclamos. Por ejemplo cuando los trabajadores mineros exigían que no hubiera un tope a su participación en el reparto de utilidades de su empresa, cuyo plus era entregado para obras regionales.
Cómo serían las relaciones entre los compadres Álvarez y Nolasco que después de algunos años de amistad y mutua colaboración, se empiezan a distanciar y el presidente regional traslada su preferencia a otros sindicatos que iban empezando a aparecer en Chimbote disputando los cupos de las obras y realizando extorsiones a las empresas constructoras.  Nolasco se volvió adversario del que entonces ya era llamado “la bestia”. Pero no era sólo su caso, sino de varios otros que estuvieron muy cerca del poder y guardaron mucho tiempo interesado silencio, para después reaparecer en la oposición.
Pero para entonces Álvarez ya había dominado la región, y especialmente las provincias costeras. Y era engreído por diversos políticos que lo veían como una fuente de votos y dinero (García, Castañeda, Humala) y un protegido de los titulares de las instituciones que debían fiscalizarlo. Y la “bestia” podía haber seguido así, si la situación no degeneraba a pistoletazos. Entonces empezó la actual campaña de gran malvado, que debería llevar a preguntarnos por qué  tipos como éste pueden lograr tanto poder por tanto tiempo.
Publicado por Hildebrandt en sus Trece  

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