José Ugaz Sánchez Moreno
Abogado penalista. Miembro
del directorio internacional de Transparencia Internacional, presidente de
Proética, primer procurador anticorrupción. Prepara un libro de memorias para
junio de este año.
Nunca imaginó José Ugaz cuánto
cambiaría su vida después de aquella llamada que le hizo Alberto Bustamante los
primeros días de noviembre del año 2000. Su exprofesor de Derecho
Administrativo y entonces ministro de Justicia lo convocaba para pedirle que lo
asesore en el encargo que le había dado Alberto Fujimori: encarcelar a
Montesinos. Ugaz no dudó en aceptar el pedido. Confiaba en la honestidad de
Bustamante (fallecido el 2008) pese a las discrepancias políticas que tenían. Y
esa confianza no le fue mal pagada. Cuatro o cinco días después de su
nombramiento, Fujimori lo quiso botar, entre otras cosas, por declarar a la
prensa que se investigaría la corrupción "caiga quien caiga". Las
afirmaciones de Ugaz hacían que el todavía Presidente se sintiera amenazado.
Cargo de conciencia que le llaman. Pero Bustamante le dijo a Fujimori que si
sacaba a Ugaz, él también se iría."Me quedé porque Bustamante salvó mi
pellejo", recuerda y nos hace otras revelaciones. Santiago Fujimori le
hizo dos propuestas: en 1992, ser contralor de la República y, posteriormente,
que sea vocero de su hermano Alberto en el divorcio con Susana Higuchi. A la
luz de los hechos, tomó las decisiones correctas.
Fue el primer procurador
anticorrupción que se nombró en el país. Catorce años después, hemos pasado de
una corrupción generalizada a nivel de gobierno central a una corrupción
descentralizada. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Hay lecciones que no aprendemos?
¿Somos un país “condenado” a ser corrupto?
Yo diría en primer lugar que
nada es comparable a la corrupción de Fujimori y Montesinos. A partir de lo que
está pasando en Áncash dicen: “Sí, tal como Montesinos...”. No, no, no, es otra
dimensión. La corrupción sistémica de la estructura del Estado que afectó al
Perú en la década del fujimorato está muy lejos de parecerse a lo que vemos hoy
día y no tiene precedente tampoco en la historia anterior...
...Coincido en que la corrupción fujimorista es diferente a lo que
estamos viendo…
…¡Es otro animal! En segundo
lugar, en el Perú es claro que la corrupción es un acompañante histórico. ¿Qué
estamos viendo ahora? Las consecuencias de la descentralización del poder.
Cuando el poder está concentrado, la corrupción gira en torno al poder concentrado.
Cuando se desconcentra el poder, se desconcentra la corrupción. El abuso de la
delegación de poderes es lo que estamos viendo hoy.
Coincido en que hay distancias entre ambos momentos, pero seguimos
hablando de corrupción en el Estado. ¿Por qué le sigue siendo fácil robar a
quien llega al poder?
Robert Klitgaard, una de las
personas que mejor ha estudiado los temas de corrupción, decía que la
corrupción es la consecuencia de la concentración del poder, la amplia
discrecionalidad de los funcionarios públicos, y la falta de aplicación de la
ley. Simplificando un poco esa fórmula, yo diría que la corrupción tiene que
ver en términos gruesos con la impunidad, porque cuando hay un acto ilegal que
no genera una consecuencia para quien lo comete, eso puede determinar una serie
de actos de repetición. La impunidad es como el combustible que se echa en la
fogata.
Pero después de la década fujimorista, uno podría pensar que la
lógica de las autoridades sería: si Fujimori, que fue Presidente, está preso y
con él exministros, exmagistrados, exgenerales, ¡mejor no toco la plata del
Estado!
Bueno, es una buena pregunta,
porque efectivamente, al poco tiempo de la caída de Fujimori viene el gobierno
de Toledo y su asesor principal termina preso por un acto de corrupción. Luego
viene el gobierno de García y un gabinete entero cae por actos de corrupción.
Finalmente, llega este gobierno y el vicepresidente tiene que renunciar porque
fue sorprendido en un acto de corrupción. Esta tendencia a la repetición tiene
que ver por un lado con ciertas lagunas de impunidad, pero también con cómo
está estructurado el Estado peruano, las faltas de control, y también de alguna
manera con elementos culturales que han desplazado una cultura de la legalidad,
que es la que debería orientar la conducta de los ciudadanos, por una cultura
de sacarle la vuelta a las normas.
Además, somos un país con mucha tolerancia a la corrupción. Y
tenemos esa terrible frase de "no importa que robe, pero que haga…"
Proética mide hace más de diez
años las percepciones de corrupción en el Perú y persistentemente el 75% de la
población es indiferente ante ella. Esa indiferencia, por cierto, se expresa en
frases tan nefastas como esta de “roba pero hace”. Ese conformismo y ese asumir
que así son las reglas es una consecuencia de la falta de confianza en quienes
dirigen el destino del país y del efecto de espiral que produce ver que las
personas que deberían dar un ejemplo de conducta, apuestan por su beneficio
personal sin que haya consecuencias.
¿Por qué nos cuesta tanto reaccionar como país ante temas como la
corrupción? Sabemos todo lo que pasó hasta que cayó el régimen fujimorista y
ahora hemos tenido que ver morir a Ezequiel Nolasco para darnos cuenta que algo
andaba mal.
Ahí tenemos que hacer un análisis
seccionado. Por un lado, vería qué está pasando con la ciudadanía, y lo que
está pasando es lo que mencionamos hace un momento: hay indiferencia, hay esta
suerte de resignación de que somos así y esto no va a cambiar…
¿…Estamos resignados a que siempre habrá corrupción en el país?
Ah, pero sin duda y eso se
expresa en ese 75%... Anoche veía un programa de televisión que hizo una
encuesta sobre si Fujimori debía recibir una pensión, y una señora de condición
muy humilde dijo que sí se le debería dar una pensión “porque sí, él robó pero
afectó sólo a los ricos. A los pobres no nos afectó”. Esa señora no es
consciente de que todo lo que se roba al Estado –en el caso del fujimorato una
cifra de varios cientos de millones de dólares– tiene un impacto en su menor
nivel de atención de salud, vivienda, educación para sus hijos, etc. Entonces,
hay una suerte de anomia social porque las consecuencias de la corrupción a
veces no son tan visibles o comprensibles para la ciudadanía.
¿Qué pasa con los mecanismos de control y fiscalización de nuestro
país que no pueden detectar situaciones como las que ocurrían en Áncash y otros
gobiernos regionales no hace un mes ni medio año, sino mucho tiempo atrás?
Ahí hay una combinación que
puede ser muy peligrosa. Por un lado, hoy día no cabe duda de que las
instituciones que estaban llamadas a poner coto a esto fueron infiltradas.
Hemos visto a jueces, fiscales, y policías que formaban parte de esa
organización. En la mañana escuchaba un programa de radio y pensaba que ahora
todos se rasgan las vestiduras con Álvarez, pero hace seis meses él era muy
bien recibido, por ejemplo, en ese programa. Los propios periodistas tenían una
tolerancia y una convivencia con este señor que era invitado para hablar del
Canon cuando debía responder sobre otros temas.
Todos hemos fallado en mayor o menor medida.
Yo creo que aquí falló la
sociedad peruana en su conjunto, más aún cuando había lecciones ya dadas del
proceso anticorrupción de la década pasada que no han sido tomadas. Entonces,
en primer lugar hubo un problema de infiltración de estas organizaciones corruptas
en sectores importantes del Estado que son precisamente los llamados a
investigar, procesar y sancionar y por otro lado, creo que está la indiferencia
de la que hemos estado hablando antes, de decir “bueno, eso pasa en Áncash, a
mí no me afecta”. Esta indiferencia a lo Bertolt Brecht hace que el problema no
nos afecte hasta que llega a nuestra puerta.
Años atrás se decía que la Procuraduría Anticorrupción tenía el
peso de la Fiscalía o la Policía en la persecución del crimen, pero el ex
procurador Arbizu dice que hace un año, junto al procurador del Santa, advirtió
de toda esta situación. ¿Ha perdido peso la Procuraduría que ya nadie hace caso
al procurador?
(Sonríe) A ver, la
Procuraduría no es otra cosa que la institución que representa la defensa del
Estado en el contexto de una investigación penal. Es verdad que la Procuraduría
tuvo una relevancia desmedida en sus inicios porque el sistema de justicia
estaba colapsado. Conforme se ha ido normalizando la situación, la Procuraduría
ha ido volviendo al nivel que le corresponde, aunque hay que decir también que
es verdad que hubo un desmontaje intencional –desde mi punto de vista– para
bajarle el perfil.
¿En qué momento?
Yo diría que hacia el final
del gobierno de Toledo y el inicio del gobierno de García era evidente que la
intención era mantener una Procuraduría sin voz, sin recursos y probablemente
sin los cuadros técnicos que se requerían. Creo que ahí hubo un desmontaje que
termina, precisamente, cuando regresa este ímpetu que trae el nuevo gobierno y
se designa al procurador Arbizu. Creo también que ahora el procurador Salas
está cumpliendo un papel muy destacado en el rol que le corresponde cumplir,
pero no le pidamos al procurador que sea el Fiscal de la Nación o el presidente
de la Corte, ese no es su papel. Hay que ver dónde están esas
responsabilidades.
El Ministerio Público y el Poder Judicial no actuaron...
...No solamente no actuaron,
actuaron activamente para encubrir que es peor. Por otro lado, hay
instituciones que uno no puede decir que han sido infiltradas, pero teniendo un
mandato constitucional para hacer investigaciones que puedan determinar
irregularidades en el sector público, no lo han hecho. Y me refiero a la
Contraloría.¿Por qué la Contraloría estuvo ausente en auscultar lo que estaba
ocurriendo con los recursos públicos en Áncash, Cajamarca, Tumbes …?
El contralor Fuad Khoury dice que en los últimos 5 años denunció a
casi 2 mil funcionarios públicos y que sólo once fueron condenados.
Puede ser cierto eso, no puedo
poner en duda la palabra del contralor. Pero yo he escuchado también de los
operadores de justicia y me ha tocado verlo en más de una oportunidad, que no
se producen condenas porque los reportes de Contraloría son bastante
deficientes, porque confunden irregularidades administrativas con delitos,
porque hacen acusaciones sin tener pruebas, porque no hay la calidad técnica
que exige el rigor de una investigación penal… Pero aquí no se trata de señalar
con el dedo a otro, se trata de que todos hagamos un acto de contrición y de
conciencia y evaluemos dónde es que estamos fallando y por qué después de
haberse descubierto lo que se descubrió del año 2000 en adelante, seguimos
debatiéndonos en un ciclo de alta corrupción.
Reincidimos.
Yo participo en foros
internacionales sobre corrupción y el caso peruano de la lucha anticorrupción
contra Fujimori y Montesinos es un caso emblemático de un proceso exitoso.
Claro, cuando uno tiene que contar qué pasó después, nos da mucha vergüenza
decir que después de todo este esfuerzo hoy estamos en una situación, no voy a
decir igual que la de antes, pero no tan buena como debería ser después de las
lecciones que hemos aprendido.
Que no aprendimos, más bien…
Ahí hay un tema de liderazgo,
porque creo que si los presidentes que sucedieron a Fujimori hubieran tenido
una actitud distinta… Yo trabajé con el presidente Toledo los primeros seis
meses de su gobierno, pero usted recordará que tenía congresistas que atacaban
permanentemente a la Procuraduría, que estaban involucrados en actos de
contrabando y defraudación de rentas por importación de autos; había un
congresista que trató de contarnos el cuento de que tenía una biblioteca de un
millón de dólares cuando tenía diez libros y otro que juró "por Dios y por
la plata", y él lo permitió y toleró estando en el poder. Falló el
liderazgo ético. Lo mismo ocurrió en el siguiente gobierno y el actual.
¿Ni Toledo ni García ni Humala han tenido un verdadero liderazgo
ético ante la corrupción?
¡Ni estos tres ni los
anteriores tampoco! Perdón, en los gobiernos democráticos precedentes tuvimos
escándalos y del gobierno militar ni le hablo. En los años de conciencia que yo
tengo, el único gobierno del que puedo decir claramente que fue transparente
y no tolerante con los actos de
corrupción fue el gobierno de Paniagua. Fue un gobierno de transición, fue muy
breve, y no sabemos qué hubiera pasado luego. Pero, digamos, para mí (Paniagua)
era un personaje extraordinario. Entonces, es un problema histórico y creo que
tiene que ver con la clase dirigente de este país que no toma decisiones y no
reflexiona..
En el caso del presidente Humala,
actualmente tenemos denuncias contra algunos ministros por conflicto de
intereses y está el caso Onagi. Usted ha dicho sobre él, que le preocupa que
tenga "una actitud ambivalente".
Fíjese, yo tengo la percepción
de que el presidente Humala es una persona honesta. Si uno mira la composición
de su gabinete, creo que en esencia es un gabinete de gente honesta. Es verdad
que han aparecido estos cuestionamientos por conflictos de intereses. Por lo
que he podido leer, en el caso del ministro de Energía y Minas, creo que es una
denuncia fabricada por intereses económicos de otra naturaleza, y el caso de
esta señora en el ministerio del Interior habrá que mirarlo con cuidado.
Entonces, yo no creo que este gobierno sea esencialmente corrupto, a diferencia
de otros donde uno miraba a sus altos funcionarios y tenía varios años de
prontuariado. Pero eso no basta pues. En un país como el Perú, eso no basta.
¿Qué más se necesita? ¿Qué le falta al presidente Humala?
Necesitamos un líder que más
allá del discurso tome decisiones, ponga los mecanismos a funcionar. Por
ejemplo, existe la Comisión Nacional Anticorrupción que tiene proyectos
interesantísimos, pero nadie habla de ella y hay cosas ahí que no funcionan
porque no hay voluntad política. Corresponde al presidente de la República
poner la voluntad política para que este país se conduzca en términos
adecuados, reduciendo los nichos de corrupción, promoviendo niveles de
integridad en la política, los negocios, la función pública. Eso sin voluntad
pública no funciona.
Estos llamados que está haciendo el Presidente en sus últimas
apariciones para que ayudemos a los gobiernos regionales a
"sacudirse" la corrupción no bastan.
Me da la impresión de que el
Presidente está más a la defensiva que pensando en proponer alternativas al
país. Además, anda de muy mal humor últimamente y cada vez que le preguntan,
contesta molesto porque siente que lo están atacando. Pero ese no debería ser
el tono de su discurso. Él debería tener propuestas vanguardistas en esta
materia, sobre todo, si él no es un corrupto, porque no tiene rabo de paja…
Hasta donde sabemos.
Obviamente. Yo al señor Humala
no lo conozco, pero la percepción que tengo y lo que ha pasado estos años me
dan la impresión de que no es una persona comprometida con la corrupción. Pero
insisto en que el elemento central es la voluntad política. Si hubiera voluntad
política, habría que ordenar el Estado en función de una política nacional
anticorrupción y ahí tendrían que estar sentados en una misma mesa,
planificando, la Contraloría, la Fiscalía, la Unidad de Inteligencia
financiera, la Policía… porque la grosería con que se delinque en este país y
la poca consecuencia que eso trae es un combustible para seguir alimentando
esta hoguera de corrupción en la que nos debatimos en estos tiempos.
Hay quienes creen que las comisiones parlamentarias que se abren
para investigar a los presidentes salientes son persecutorias y desacreditan la
figura presidencial. He leído algunos comentarios suyos al respecto. ¿Las cree
necesarias?
Yo me he opuesto por principio
y he dicho que el Parlamento debería dedicarse a lo que es su cometido
principal, producir leyes y fiscalizar al Poder Ejecutivo. Los órganos de
investigación son los órganos técnicos, para eso están la Fiscalía, el Poder
Judicial, y la Policía. Cuando un órgano político se aboca a investigar, los
intereses políticos priman. Debo reconocer que a veces los niveles de
corrupción que han infiltrado la Fiscalía, el Poder Judicial o la Policía hacen
que las investigaciones no caminen y en algunos casos, muy contados, el
Congreso hace que avancen. Yo reduciría a su mínima expresión la labor
investigativa del Congreso, que no es lo mismo que eliminar su labor
fiscalizadora.
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