El exjuez de la época en que el Poder Judicial se manejaba de acuerdo a
las orientaciones de Montesinos, desde su despacho del SIN en Las Palmas, y
actual abogado de Fujimori, desarrolla una estrategia de defensa que no
es más que un ejercicio de cinismo. Según ella, existieron diarios chicha;
fueron financiados por el Estado; el dinero procedía de cuentas especiales de
las Fuerzas Armadas que no eran revisadas por la Contraloría; los comandantes
generales ordenaban pasar ese dinero al SIN y el jefe nominal del organismo se
lo entregaba a Montesinos que a su vez pagaba a los directores de los
pasquines; y todos los días Fujimori se sorprendía de ver sobre su mesa cuántos
diarios daban su apoyo a la re-reelección y demolían sin piedad a sus
competidores.
Claro el tipo, que aseguran
que es muy astuto, no sabía que había un nexo de su régimen con esas
publicaciones, ni tampoco que el MEF liberaba recursos sin preguntar para qué
era, ni que el contralor guardaba documentos que le mandaban los militares como
supuestas rendiciones de cuentas sin revisarlos, ni que la cúpula militar con
la que conversaba a cada rato era mera intermediaria para los pases de dinero,
ni que Montesinos con el que convivía largos períodos en el SIN recibía
Bresani, Olaya y otros directores chicha para pagarles, etc. Es decir era un presidente de papel al que
le sacaban la vuelta por todos lados, Más o menos como era la coartada en
relación al Grupo Colina, del que también decía que nunca estuvo enterado,
aunque los condecoró por servicios distinguidos después de la matanza de
Barrios Altos en 1991; les permitió actuar en Lima y provincias, con la
logística del Ejército, a pesar de no ser una unidad regular; los protegió de
la Justicia común; los amnistió contra
viento y marea; etc. Pero no sabía nada.
O Fujimori es un peligro
público porque se deja atrapar por fuerzas manipuladoras impresionantes que
pueden articular todo el sistema del Estado sin que se percate y bajo su
ingenua protección, o se trata de un olímpico farsante que sabe qué favores se
le deben en las élites públicas y privadas que no podrán revelar jamás la
totalidad de las responsabilidades y vínculos que se tejieron en los más de
diez años del régimen naranja. Lo que hace “más político” a William Paco
Castillo, respecto a la fina asesoría de Nakasaki, es que este último
recomendaba no forzar tanto la realidad y reconocer algunos hechos para poder
defenderlo en otros, mientras que el nuevo abogado parte del cálculo de que
presentando al exdictador como un actor político al que sus enemigos le están
mandando testigos para que declaren la tremenda obviedad de que sí sabía de la
corrupción que imperaba a su alrededor y que lo beneficiaba, podrá descalificar
los testimonios. Los ladrones con peso político no deben ser condenados. Esa es
toda la cuestión.
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