Cuando se habla de los riesgos
de la concentración mediática una de las mejores coartadas es decir que los
medios no son tan influyentes; no ven que no lograron elegir a Vargas Llosa en
1990, ni a Lourdes el 2006 ni a Keiko en el 2011. Si pues, pero no porque no lo
intentasen y a la mala. Lo que pasó es que erraron en entender las tendencias
de fondo de la sociedad y la sicología del elector. Y es posible que para el
2016, vuelvan a equivocarse. Algo de eso ya se está viendo en la creencia de
que se puede tener un escenario donde todos los candidatos respondan a la misma
orientación de extrema derecha, que fue precisamente lo que hizo ganar a
Humala.
Pero otra vez, van a seguir
intentando manejar el país a punta de periodicazos y cuando no puedan decidir
quién gana intentarán lo de Alan, es decir determinar quién o qué propuesta no
puede ser ganadora para demolerla como lo hicieron con Humala, y luego con
Susana Villarán y otros. El tema, insisto, no es si no lo consiguen, sino la
conclusión que han sacado de sus propios fracasos. En vez de considerar que la
saturación y el apaleamiento, pueden terminar influyendo en sentido opuesto al
que se proponen, lo que tienden a creer según todas las evidencias es que lo
que pasó es que la dosis que aplicaron la vez anterior fue insuficiente, que
faltaba más concentración y monopolización de los mensajes. Y esto por cierto,
amenaza con arrasar la libertad de los que no piensan como ellos.
La compra de EPENSA está
inscrita en esa lógica de copamiento de la información. Y si existe algo ahí de
disputa comercial, es porque un competidor con una línea que desencaja en
algunos puntos con la del grupo dominante, amenazaba con acercarse a una
relación más equilibrada con ellos. Después de todo, los periódicos de los Agois
no expresaban una línea diferenciable de los Miró Quesada, pero sí podían
moverse más hacia el centro si el grupo La República pasaba a tener una
influencia mayoritaria sobre ellos. Obviamente se trataba de un asunto político
antes que comercial. Por eso no les cuesta nada el acuerdo de “respetar” la
línea editorial del comprado, lo que se ve
a cada momento con los titulares casi copiados de un medio a otro, las
campañas en la misma dirección y los editoriales que dicen las mismas cosas.
El poder de la prensa es algo
que hace muchos años practica la gran familia. Pero nunca como ahora se habían
alineado tan claramente en la extrema derecha. Lo que significa que el 60% de
los diarios, el 80% de la circulación, el 90% de la publicidad, milita entusiastamente
en la DBA y en una zona difusa entre el fujimorismo y el aprismo ¿Refleja eso
al Perú que se ha expresado políticamente en las elecciones?
www.rwiener.blogspot.com
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