¿EL MILITAR DE ESCRITORIO? |
La coartada de Daniel Urresti
en el proceso que se le sigue por el asesinato del periodista de la revista
“Caretas” Hugo Bustíos es tan creíble como cuando decía, siendo ministro, que
no estaba en campaña y que no iba a postular a ningún cargo político.
Su excusa ante fiscales y
jueces es que, siendo el oficial de inteligencia y miembro del Estado Mayor del
batallón instalado en Castropampa, él era un militar de escritorio, que no se
movía de su oficina y que, además, solo tramitaba papeles intrascendentes y no
se enteraba de lo que ocurría a su alrededor.
Tampoco es plausible la
versión de Urresti –secundada por el presidente Ollanta Humala y la presidenta
del partido, Nadine Heredia– de que es víctima de una persecución por razones
políticas. Uno de los sentenciados, Amador
Vidal Sambento, lo señaló en
declaraciones al periodista Abilio Arroyo como uno de los culpables del
asesinato de Bustíos en el 2007, cuando Urresti era un desconocido coronel
del Ejército en actividad. En el 2009, cuando era un general anónimo que no
soñaba con tener protagonismo político, fue involucrado en la investigación
judicial que se abrió por disposición de la Corte Suprema.
No es verdad tampoco que recién se acuerden de él después de más de dos
décadas. Como bien dice “Caretas” en su última edición, “lo que duró casi
veinte años fue el manto de impunidad que le sucedió al asesinato”. Durante todo ese tiempo, dice el semanario,
el Ejército encubrió a los culpables, con la complicidad de algunos fiscales y
jueces.
Su coartada de que era un oficial de
escritorio no solo no se condice con lo que se ha visto en su actuación pública
como ministro y como comisionado para la minería informal, sino con las
versiones de sus compañeros en Castropampa y los recuerdos de los pobladores de
la zona.
El ‘Capitán Arturo’ es evocado
aún hoy con pavor en Huanta. Peor todavía cuando se enteraron de que era
ministro del Interior y que tenía mucho poder. Allí se reportaron desaparecidas 67 personas, la mayoría
presumiblemente secuestradas y asesinadas por las fuerzas del orden. (“El
fantasma del ‘Capitán Arturo’ sigue en Huanta”, “La República” 16/2/15).
Según testimonios recogidos
allí, el 10 de diciembre de 1988 una patrulla militar secuestró a Jesús Pretel
(34) y a Rosa María Minaya (14). Nunca aparecieron. Una vecina del lugar dijo
recientemente a “La República” que la
patrulla estaba comandada por ‘Arturo’ y ‘Centurión’, el suboficial Jhonny
Acuña Zapata. Los reunieron en la iglesia y ‘Arturo’ les dijo: “Así a los
terrucos vamos a terminar”.
El 14 de diciembre, detuvieron
a Víctor Arago (65), que nunca apareció, según el referido informe
periodístico. Su nuera denunció que los responsables fueron militares de
Castropampa comandados por ‘Arturo’.
Otra mujer de la zona
entrevistada por “La República” dice: “Ese
‘Capitán Arturo’ era abusivo […] no respetaba mujeres ni niños”. Ella
identifica su rostro, es Urresti, y dice que lo vio junto a ‘Centurión’ en el
cuartel.
Más contundente aun, el juez
que le abrió instrucción en Ayacucho, Bladimiro Chuquimbalque, comprobó que
Urresti mentía cuando afirmaba que él no participaba en operaciones y
patrullajes, sino que estaba apoltronado en su oficina. “El punto clave fue el
siguiente: en la foja se servicios de Urresti en el Ejército se indica que
participó en los patrullajes”, dice Chuquimbalque.
“Yo lo confronté para que
explicara la contradicción”, continúa Chuquimbalque y Urresti se justificó
diciendo que sus superiores habían falseado y adulterado la realidad para
favorecerlo y facilitar su ascenso. (“La República”, “En la foja de servicios
de Daniel Urresti se indica que sí participó en los patrullajes”, 4/3/15).
Así, no solo varios militares
que estuvieron con él en Castropampa señalan a Urresti como uno de los
participantes en el asesinato de Bustíos, sino varios testimonios e indicios
hacen inverosímil su coartada de que, siendo el oficial de inteligencia del
batallón, no supiera nada.
Y, no menos importante, siendo
Urresti la antípoda del protagonista de “El hombre quieto”, de la famosa
película de John Ford, su justificación de que él en Castropampa era un hombre
de escritorio, sedentario, inactivo, prácticamente inerte, es inverosímil. ¿O
alguien le cree al hiperactivo individuo que trasformó el yeso en coca?
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