Mediante un comunicado emitido
este lunes, el Departamento de Estado negó querer invadir a Venezuela y aseguró
que las sanciones contenidas en el decreto del pasado 9 de marzo sólo estarían
dirigidas a funcionarios públicos y no al pueblo.
Esta declaración vuelve a
poner de manifiesto el mar de contradicciones en el que se haya sumergido el
gobierno de los Estados Unidos. Es necesario recordar que en esta ley,
promulgada y firmada por el propio Barack Obama, se declara a toda Venezuela, y
no a determinados funcionarios, como una amenaza inusual y extraordinaria que
pondría en peligro la seguridad del país del norte.
La administración de Obama, a
través de un funcionario desconocido, mediante el cual se transmitió el
comunicado, aseguró en este sentido que los problemas de Venezuela son internos
y no externos, al tiempo que negó que los EE.UU. se estuviesen preparando para
llevar a cabo una invasión. El funcionario aseguró a su vez que Washington
espera mayor comunicación diplomática con Caracas.
Ante estas afirmaciones surgen
las siguientes interrogantes: ¿Por qué el gobierno de Barack Obama ahora niega
sus verdaderas intenciones? ¿Será que se topó con un apoyo internacional
inesperado hacia Venezuela, y ante esto, como era de esperarse, terminaron
sintiéndose moralmente acorralados?
Cabe destacar la solidaridad
instantánea de los pueblos y de los gobiernos de latinoamérica, sobre todo a
través de la resolución emitida el pasado sábado 14 de marzo por la Unasur, en
la cual se pide a los EE.UU. derogar esta ley injerencista. A esto se le suma,
entre muchos otros, el apoyo incondicional de las dos grandes potencias Rusia y
China.
El Departamento de Estado,
cínicamente, afirmó que el decreto de Obama respondió a un "ejercicio de
soberanía" y que las sanciones estaban dirigidas a individuos que, según
ellos, han abusado de los derechos humanos. "No es una sanción contra el
pueblo venezolano ni contra su economía", concluyó.
Tirar la piedra y esconder la
mano. Amenazar a una patria soberana e independiente y luego negarlo. Este es
uno de los juegos favoritos y macabros del imperio norteamericano.
(LaIguana.TV)
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