NACIONALISTA VERÓNIKA MENDOZA |
La cusqueña Verónika Mendoza
es, probablemente, la parlamentaria de oposición que más cerca ha estado
-política y hasta amicalmente hablando- de la pareja presidencial. La
antropóloga los conoció en París, donde ella estudiaba y Ollanta Humala era
agregado militar. Ahí nació una amistad con coincidencias políticas que terminó
después de más de siete años, en junio del 2012, cuando decepcionada por el
rumbo adoptado por el gobierno, Mendoza renunció a Gana Perú. Ella, que salió a
la calle a recoger firmas para el entonces Partido Nacionalista y durmió en las
oficinas de la agrupación en épocas electorales para apoyar a la causa.
Hace un par de años hay un movimiento ciudadano que está más pendiente
de lo que hacen nuestros gobernantes y que se moviliza cuando algo anda mal.
¿Esto es síntoma de que algo bueno o algo malo está pasando en nuestro país?
Claro... es, por un lado, un
signo de que hay un modelo de desarrollo que está llegando a sus límites,
porque a pesar de que nos han dicho durante más de una década que estábamos
creciendo, que todo iba mejorando, ha resultado evidente que ese crecimiento
económico no ha ido necesariamente de la mano con un verdadero desarrollo ni
con la afirmación de derechos ciudadanos -como el derecho al ambiente, los
derechos laborales, el derecho a amar libremente más allá de la orientación
sexual-, y claro, en contrapartida esto plantea la necesidad de una expresión
ciudadana y política que revierta esta situación.
Así es. Esta dualidad implica una consciencia mayor sobre la necesidad
de participar en la toma de decisiones en el país. El problema es que parece
que siempre habrá oportunidad de indignarnos más, de fastidiarnos más, de
frustrarnos más. Vivimos en permanente crisis.
Sí pues, el problema creo es
que también nos hemos creído un poco el cuento de que la democracia se aplica
cada cinco años. Comentábamos hace un rato todo ese proceso de despolitización
que hubo durante la dictadura fujimorista y creo que recién estamos volviendo a
despertar. Si bien es cierto que en teoría recuperamos la democracia a partir
del 2000, eso fue en el ámbito institucional estatal, pero recién parece que
estuviéramos en el proceso de recuperación de la democracia desde el ámbito
ciudadano y social. Pero creo que estamos comenzando a pasar de la protesta a
la propuesta. El gran reto es cómo todo esto se articula y, en teoría, ese es
el rol de la política. Pero no lo está cumpliendo. Ningún partido ha estado a
la altura...
¿Necesitamos replantearnos el
concepto de ciudadanía?
Sí, creo que todos tenemos que
repensar nuestras estructuras. Los partidos políticos ya no pueden ser cúpulas
de caudillos o agrupamientos de iluminados que se reúnen entre cuatro paredes
para decidir qué es bueno o malo para el país, que es más o menos como han
funcionado, cuando no han sido franquicias electorales que compran un logotipo
para determinada candidatura. Lo político y lo social no pueden seguir
divorciados. Por ejemplo, los planes de gobierno debieran construirse
participativamente, en las regiones, recogiendo las demandas y expectativas de
los ciudadanos de distintos sectores como los jóvenes o las organizaciones de
mujeres que tienen tantísima potencia pero que, de alguna manera, ya se han
resignado a una democracia en la que votan cada cinco años por un candidato que
siempre termina defraudándolos, porque esa es la historia que se repite una y
otra vez.
¿Eso no es porque elegimos mal? No es que tenemos los gobernantes que
merecemos.
Creo que en realidad es parte
de un círculo vicioso y una suma de elementos que al juntarse se potencian
negativamente. Me hace pensar, por ejemplo, en las reformas que estamos viendo
ahora en el Congreso. No estamos logrando ver, me parece, esta problemática en
su integralidad y estamos aprobando pequeños parches que parecen positivos: el
tema de la curul vacía, el voto golondrino, el tema de la no reelección, con el
que yo particularmente discrepé.
¿Qué es lo que no se está viendo?
Puedes eliminar el voto
preferencial, puedes financiar a los partidos políticos, pero si no hay
democracia interna, no te va a servir absolutamente de nada. Si los ciudadanos
no participan más activamente de los partidos, no te va a servir absolutamente de
nada. Si no hay una adecuada fiscalización de parte de los órganos competentes,
el financiamiento que se les de va a terminar generando quizá mayor corrupción.
Más allá de todas las leyes que podamos implementar, yo creo que lo que
realmente hace falta es una suerte de revolución ciudadana. Una reforma
política de la envergadura que necesitamos, sólo podría provenir de un proceso
constituyente, de una Asamblea Constituyente...
¿Una Asamblea Constituyente pedida con la firma de los ciudadanos?
Por los ciudadanos, claro que
sí. Ahora, eso es todo un proceso y pasa por una suma de voluntades de
organizaciones políticas, sociales, colectivos juveniles... Sé que en este
momento no hay condiciones, pero creo que es perfectamente posible y hay que empezar a hacerlo. De hecho, parte de
los jóvenes 'pulpines' comenzaron a incluir esto en sus demandas, entendiendo
que el problema no era sólo la Ley General del Trabajo, sino toda una lógica
que pone por delante el crecimiento económico en perjuicio de los derechos ciudadanos.
¿Y esta Asamblea debería terminar en la modificación de la
Constitución?
Claro, la modificación de la
Constitución es el resultado, pero lo rico y lo potente es el proceso de debate
ciudadano. ¿Qué hace falta cambiar la Constitución? Definitivamente, en
muchísimos aspectos: afirmar el principio laico del Estado, si bien está
mencionado, no está del todo claro, porque se le sigue asignando un rol
preponderante a la Iglesia Católica; no se reconoce a los pueblos indígenas su
derecho al territorio integral, se limita el Estado a un rol subsidiario,
dejando de lado la garantía de los servicios públicos como salud, educación, el
tema energético... En fin, yo creo que sí ameritaría, creo que ya es tiempo de
una nueva Constitución.
Pero esta revolución ciudadana sería, además, la expresión del fin de
un modelo político...
También.
Si olvidaras que eres congresista, como ciudadana, ¿cuánta credibilidad
le das a nuestras autoridades?
No, definitivamente la mayor
parte de los políticos que hoy ocupan cargos públicos, están de espaldas a las
demandas y espectativas ciudadanas. Yo recuerdo mucho cuando se dio el proceso
de 'la repartija', algunos congresistas decían: “por qué tenemos que hacerle
caso a estos chicos que se movilizan”. Creían que ellos concentraban el poder
absoluto. La clase política está de espaldas a los intereses ciudadanos y, es
más, en mucho de los aspectos ha claudicado totalmente para cederle las
decisiones a una tecnocracia que se ha ido trasladando de gobierno a gobierno
sin un real entendimiento de lo que necesita el país.
¿Y eso te hace cuestionarte el haber entrado a hacer política?
No, al revés, me afirma en la
necesidad de hacer política, pero resignificándola completamente. No puede ser
materia solamente de unos cuantos caudillos ni de unos cuantos iluminados, por
muy profesionales que sean. Tiene que haber mecanismos en los cuales la
ciudadanía se incorpore plenamente. Es tiempo de entender que la política es la
lucha cotidiana por la afirmación de los derechos, por el bien común, por
defender los espacios públicos, los lazos de solidaridad, eso también es
política.
Uno de esos temas en los que las autoridades actuaron de espaldas a las
expectativas de la población fue el de la Unión Civil. Carlos Bruce dice que
este es el gobierno más homofóbico de la historia. ¿Es sólo el gobierno o qué
es lo que pasa?
Creo que no se trata sólo del
gobierno. Lo cierto es que, lamentablemente, todavía hay una amplia resistencia
ciudadana, aun cuando todo el debate sobre la Unión Civil ha logrado que se
avance muchísimo en hacer retroceder los prejuicios, los temores, la homofobia.
Justamente, le comentaba a Carlos que a raíz de todo este proceso se ha
constituido un colectivo LGTBI en Cusco, cosa que años atrás era impensable
porque se trata de una sociedad tremendamenrte conservadora. Creo que también
han cumplido un rol en entrampar este proceso de emancipación algunas iglesias
muy ancladas en la tradición y, por supuesto, el gobierno también tiene su
cuota de responsabilidad. Pero este no es el único tema en el que no ha querido
asumir ningún reto y ha continuado con el piloto automático.
Y no cumplió con una promesa de campaña.
Bueno, son muchas las
expectativas que teníamos respecto del Partido Nacionalista y el presidente
Humala. Ese es sólo un ejemplo más en el que el presidente Huamala, no se
compra el pleito, no se atreve a luchar. Se resigna a continuar con la
tradición, tanto en lo económico como en los social y en lo cultural. Sí,
esperábamos muchísimo más, y sí hubieran podido desde donde están, tanto el
presidente de la República como la primera dama, empujar muchísimo más este
debate. Cuando se trata de una autoridad, este tipo de temas no tiene que ver
con sus creencias particulares, con sus prejuicios personales, sino con temas
de derechos humanos, con la libertad humana.
Hay una deuda pendiente con esta comunidad.
Por supuesto, por eso yo
planteé en el momento del debate que a estas alturas de la historia, lo que
correspondía no sólo era aprobar la Unión Civil, sino pedirle perdón a toda
esta comunidad por toda la serie de vulneración de derechos que han tenido que
vivir sin que el Estado moviera un dedo para revertir esa situación: acoso,
violencia, asesinato por el simple hecho de tener una orientación sexual
distinta... Recuerda que en el 2012 este Parlamento no quiso aprobar siquiera
una legislación sobre crímenes de odio, que incluyera como parte de las causales la discriminación
por orientación sexual. Este Parlamento no estuvo a la altura de una demanda
totalmente legítima.
Me dijiste hace un rato que los ciudadanos siempre terminamos
decepcionados de nuestros gobernantes. Usted terminó decepcionada muy rápidamente
de la persona a la que ayudó a llegar al poder.
Por supuesto. Para mí y para
muchos de los ciudadanos que confiaron en Gana Perú y en Ollanta Humala,
significó una gran decepción que no estuviera dispuesto a comprarse nigún
pleito de los que anunció que se iba a comprar. Pero también soy consciente y
creo que es importante asumirlo así, que no se trata solo de la traición de una persona, sino que en todo caso, a
varios nos alcanza un cierto nivel de responsabilidad.
¿Cómo así?
Creo que lo que ocurrió se dio
también porque el Partido Nacionalista era demasiado joven, demasiado
incipiente, insuficientemente sólido, insuficientemente democrático, y se le
delegó toda la responsabilidad al caudillo. Quizá las cosas hubieran sido
diferentes si hubiéramos tenido un partido político o una coalición de partidos
lo suficientemente articulada, democrática, enraizada en las demandas
ciudadanas, de modo que se le exigiera al presidente que por lo menos intente
promover algunas reformas. Para mí, esa es la gran lección: ninguna
transformación va a venir de la mano de un líder carismático. Ahora que nos
acercamos al proceso electoral, escucho que todo el mundo está esperando a ver
de dónde sale el outsider...
Cada cinco años, en realidad, esperamos la llegada de un salvador.
Claro, y probablemente pueda
aparecer una persona carismática, que enganche con la ciudadanía, apoyada en un
buen márketing político, que incluso tenga la posibilidad de representar al
sector progresista, pero eso no es ninguna garantía. Por eso para mí la
importancia del proceso, de construir organización política articulada con
democracia participativa. Si no, vamos a repetir la misma historia.
Has hecho una suerte de mea culpa. Pero ¿qué responsabilidad tiene
Ollanta HUmala, entonces?
No confío en la organización
que él mismo estaba construyendo, no confió en el pueblo que lo eligió, le dio
la espalda y se dejó rápidamente convencer por la tecnocracia que viene
paseándose a lo largo de los años por todos y cada uno de los gobiernos, y que
va a continuar si no hacemos nada por garantizar un verdadero proceso
transformador, una revolución ciudadana para no seguir repitiendo la historia.
Porque el transfuguismo presidencial no es exclusividad de Ollanta Humala.
¿Alan García no ofreció renegociar el TLC en defensa de los intereses y la
soberanía nacional? ¿No ofreció eliminar las services? Entonces, esto va a
seguir ocurriendo mientras concibamos a la política como algo que le compete
exclusivamente a la actual clase política. Los ciudadanos tenemos que
involucrarnos muchísimo más.
Ahora no tienes partido, ¿cómo te vas a involucrar tú con miras a las
elecciones del 2016?
Estamos trabajando varias
personas, varios colectivos, en un proceso de articulación que busca ser lo
suficientemente amplio y claro a la vez. Amplio en el sentido de no solamente
incorporar partidos políticos de izquierda, sino organizaciones, colectivos
juveniles, organizaciones indígenas. Estamos en un momento en que la historia
nos exige un proceso de unidad que no sea una suma de etiquetas, una suma de
caudillos, sino una unidad que abra un proceso democratizador.
Hay dos grupos de izquierda en
este momento. Por un lado, el Frente Amplio y, por el otro, una unidad que
incluye a al Partido Humanista de Yehude Simon. ¿Con cuál estás trabajando?
Mira, más allá de las personas
y la etiquetas, lo que me interesa y preocupa es el proceso. De un lado y de
otro se habla de someter la definición de candidaturas a elecciones internas,
de un lado y de otro se habla de mayor participación, de un lado y de otro se
habla de una nueva ética en la política, pero una cosa es lo que se dice y otra
lo que ocurre en la práctica. Por el momento estamos en un esfuerzo con
pequeños colectivos escencialmente juveniles de construir una organización
propia y estamos articulándonos al Frente Amplio con el objetivo de lograr que
sea realmente amplio y participativo.
Si hay dos esfuerzos paralelos, una vez más no podremos hablar de una
izquierda unida.
Creo que hay quienes tienen
que clarificar un poco sus posiciones, ¿no? Porque hay quienes nos afirmamos
claramente a la izquierda y hay quienes están hablando de la necesidad de un
frente de centro que incluiría a Toledo, a Yehude Simon, que no me queda muy
claro si son de izquierda.
A ti no te parece que un frente de izquierda deba ir con ellos.
Toledo ha continuado con el
modelo neoliberal de Alan García, PPK ha sido su ministro. Yehude ha sido
ministro de García y fue aliado de PPK. Entonces, ahí yo no veo por lo menos
claridad en su identidad y necesitamos un mínimo de coherencia, porque una cosa
es decir "yo soy de izquierda" y otra, estar realmente dispuesto a
luchar por un gobierno de izquierda.
¿Y piensas que en este momento,
"sólo la izquierda salvará el Perú"?
Es que decirlo así, tan crudo,
con toda la carga de estigmas y prejuicios sobre lo que es la izquierda, es un
poco difícil. Yo creo que sí hace falta una fuerza política amplia que articule
no solamente partidos políticos, sino también organizaciones sociales y
colectivos, que se sitúe claramente a la izquierda y defienda las banderas de
la justicia social, de la igualdad de oportunidades, defienda los servicios
públicos y reivindique la diversidad como potencial de este país. Hace falta y
ahorita, no la hay. Entonces, más allá de las etiquetas, es importante ver los
contenidos. Hay gente que se llama de izquierda, de centro o de centro
izquierda, y que probablemente terminaría implementando un programa de derecha.
Entonces, creo que la coherencia va a tener que marcar claramente este tipo de
definiciones.
¿Aceptarías el reto de ir en una plancha presidencial?
Mira, no creo que ese sea mi
rol en este momento. Yo sí estoy dispuesta a jugarme todo en este proceso,
entendiendo que no es solamente un proceso electoral sino también tiene que ser
un proceso de construcción de una nueva alternativa con todo lo que ello
implica. Creo que el rol que asuma cada uno tiene que definirse colectivamente.
En este momento no sé dónde me tocará estar, pero donde me toque estaré
dispuesta a darlo todo.
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