UNIDAD DE IZQUIERDAS PARA EL CAMBIO |
Claudia Cisneros Méndez
Un nuevo periodo electoral se
cierne sobre nosotros. Como ver venir las nubes negras y cargadas de la
tormenta perfecta, quienes no ejercemos política desde un partido ni por un
partido ni para un partido, tememos. Como quien avizora la indefectible
hecatombe del cielo a punto de romperse en mil pedazos, tememos. Tememos
quienes tenemos claro que la derecha cancerbera del modelo económico que
pisotea al ciudadano por mantener sus macrocifras tiene las mayores
posibilidades de seguir en el poder. Si no las únicas. Sea en su ropaje de corrupción
del Apra de Alan García, o el del fujimorismo de Keiko Fujimori, o sea con el
ropaje del cínico y perverso lobby profesional y dedicado a favor de
transnacionales y élites económicas de los ppkausas y su carismático PPK, la
derecha ultra explícita o implícita tiene líderes que están en la cancha, que
tienen tribuna, que tienen redes políticas, económicas, periodísticas, redes de
encuestadoras, etc. y eso los mantiene vigentes en la recordación de la gente,
en el imaginario popular, en los primeros lugares de las encuestas. Porque la
gente opina de lo que existe, por menos o más perniciosos que sean los
candidatos de derechas sucias para la política, para la sociedad, para el país,
si es lo que hay, será el menú obligado del que tendremos que elegir. Preparémonos
para las náuseas (otra vez). Excepto que algo extraordinario pudiera suceder
por una vez en la historia del reciente Perú.
No hablamos de ese outsider
que anda vendiéndose como hombre de centro y amigo de los progres famosos,
diciendo a cada uno lo que quiere oír, cuando en verdad es un producto bien
marketeado de la derecha. Tampoco hablamos de alguno de los otros candidatos
cuyo mayor (si no único) mérito es tener el dinero suficiente para
autolanzarse. Ni de ese con rabo de paja por el asesinato a un periodista que
pende sobre él.
Hablamos de las fuerzas
políticas de izquierda y progresistas del país. Esas que ad portas de un
periodo electoral parecen organizarse a última hora cazando cuestionables (y
cuestionados) dueños de inscripción, solo porque hace posible su vigencia
política. O porque con ello se logre colocar algunos buenos parlamentarios en
el Congreso. Entonces uno se pregunta: ¿es esa la forma de hacer política que
queremos o con la que lograremos un verdadero cambio? ¿Cómo es que se llega a
un año antes de las elecciones con una izquierda rota, hecha pedacitos y de
ánimo irreconciliable?
Uno pensaría que tantos
talentos, tanta gente inteligente, de principios, que ha demostrado en
ocasiones varias su defensa de la democracia, de las libertades y los derechos,
su amor por el país y sus consecuencias, uno pensaría, digo, que estos hombres
y mujeres serían capaces de atender, procesar y comprender la responsabilidad
que recae sobre ellos en este momento irrepetible. Uno creería que la sola
responsabilidad por lo que ocurra los próximos años, el sentido profundo de
querer lo mejor para el país, haría que depongan anecdóticas rencillas,
insultos, ofensas y se propusieran trabajar por la única mejor opción que
tendrán todos ellos y con ellos todos nosotros.
Uno esperaría que toda esa
izquierda desperdigada, atomizada, secuestrada por sus propios límites, se
abriera paso a sí misma. Se tomara en serio el país antes que sus intereses
partidarios y diferencias, y se integrara en ese frente de centroizquierda
indispensable. Prácticamente la mitad de la población ha dicho que no votaría
por Alan, Keiko o PPK, y ese lugar hoy vacío de la centroizquierda tendría la
mejor opción de hacer la pelea a la ultraderecha enemiga del pueblo si los
pedacitos se armaran de valor y patriotismo en un gran rompecabezas contra la
derecha abusiva.
Lo que ahora intentan en
retazos es una supervivencia penosa y negligente de sus responsabilidades como
líderes. Apenas luchando a manotazos por no perder sus inscripciones o por
medir fuerzas entre ellos. Esperamos más, mucho más de todos y cada uno.
Esperamos que miren al horizonte país, reconozcan sus coincidencias y las usen
de base para armar y alcanzar algo grande. Grande para ellos, grande para
nosotros, grande para la historia y para el país. Una decisión que los
engrandecería. Un verdadero y bello conjuro por el país.
¿Serán capaces Marco Arana, Marissa Glave, Verónika Mendoza, Salomón Lerner,
Pedro Francke, Nicholás Lynch, Carlos Tapia, Alberto Adrianzén, Félix Jiménez,
Rosa Mavila y demás de asumir lo que les toca? ¿Serán conscientes de lo que solo ellos
juntos podrían lograr? ¿Serán capaces de cambiar los pronósticos y la historia
circular de la izquierda? ¿Serán capaces de asumir esa bandera, la peruana?
Como dice el propio Sinesio López: “Difícil, pero no imposible”. ¿Serán capaces
de alcanzar a la historia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario